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El paro rural y el discurso que despertaron a Argentina

Por Guadalupe Gómez Quintana

La noche del pasado 25 de marzo, cientos de ciudadanas y ciudadanos protagonizaron un «cacerolazo» y una marcha en la Plaza de Mayo, como reacción al que muchos consideraron un inoportuno discurso de la presidenta de Cristina Kirchner, quien llamó «piqueteros de la abundancia» a los productores agrarios, que se encontraban en paro, lo que ha provocado el desabasto de sus productos en el país.

Esta actitud gubernamental de descalificación de los paristas quienes, desde su óptica, no tienen razón de protestar debido a sus altas ganancias, fue interpretada como un desafío a las protestas de miles de productores agrarios de todo el país. Y congregó a la marcha, desde empresarios hasta gente de izquierda, que al final terminaron corridos por el llamado «piqueterismo» (activismo) oficial, informa la Agencia lavaca.

El conflicto rural más importante en los últimos treinta años se originó con el aumento de las retenciones (impuestos) a la soja y el girasol, explica el economista José Castillo, profesor de la Universidad de Buenos Aires e integrante de la organización Economistas de Izquierda, en un artículo difundido por ArgenPress.

El gobierno dice que es un «paro de la oligarquía», pero los pequeños productores son presencia mayoritaria en los cortes y manifestaciones, señala el académico. Y detalla que gran parte del crecimiento económico de los últimos años fue consecuencia de los altos precios internacionales de los productos del campo.

Así, el gobierno acumuló reservas y tuvo superávit fiscal récord. Los grandes ganadores fueron unos pocos, entre ellos el grupo concentrado de los grandes negocios del campo, favorecidos por un modelo económico que privilegió el dólar alto y subsidió el gas oil para los grandes exportadores, señala Castillo.

Ahora el gobierno decidió aumentar sustancialmente las retenciones a la soja y el girasol, dice, y trata así de apropiarse de una parte de la tajada de estas superganancias».

La Sociedad Rural Argentina (que representa a los grandes productores, terratenientes y cabañeros), Confederaciones Rurales Argentinas (federaciones regionales de ganaderos, agricultores y tamberos), Coninagro (cooperativas arroceras, frutihortícolas, algodoneras y fundamentalmente lecheras, como Sancor) y la Federación Agraria Argentina (pequeños productores individuales, arrendatarios y cooperativistas, tanto de la ganadería de cría, como de la agricultura), llamaron a un paro con carácter de indefinido.

Sin embargo, detalla el profesor Castillo, la situación para todos ellos es diferente.

En el caso de la soja, cultivo «‘estrella» de los últimos años, que constituye hoy la mitad de la superficie sembrada del país, los pequeños y medianos productores, en campos que producen hasta mil 500 toneladas por año, suman el 96 por ciento del total de los establecimientos, pero levantan apenas el 40 por ciento de la cosecha. El otro 60 por ciento lo producen 2 mil 817 grandes explotaciones.

Esta «parte de arriba de la pirámide», como la llama Castillo, se compone de tres actores: lo que queda de la vieja oligarquía terrateniente (los Ledesma, Amalia Lacroze de Fortabat, Gómez Alzaga, el Grupo Bunge); los nuevos capitalistas del agro, entre los que se destacan Adecoagro (Grupo Soros), Bemberg, Werthein, los Grobocopatel, LIAG Argentina S.A., Benetton, Cresud; y los «pooles de siembra», de hecho capital financiero especulativo que hoy «entra en el negocio», en general arrendando tierras por un año, concentrando y produciendo en cantidad.

Todos estos «grandes jugadores», acusa el académico, son los responsables no sólo de que los precios de los alimentos estén por las nubes, sino de esquilmar diariamente al pequeño productor, al que le pagan centavos por sus cosechas, animales o leche. Pero, también tenemos que ser coherentes y decir que, hasta ahora, la política del gobierno, por acción u omisión, siempre favoreció la concentración.

¿QUE SE VAYAN TODOS?

Esta situación explica en parte la lógica de quienes salieron a manifestar: desde racistas explícitos, hasta los que ven a los grandes terratenientes como aliados del gobierno y cantaban «que se vayan todos». Mientras del otro lado, defendían la política oficial gritando «patria sí, colonia no», señala una crónica de lavaca.

Tomás y Eliana estaban a tres metros de distancia, relata la agencia. Él golpeaba una sartén. Es abogado. Y dice que además de apoyar al campo, rechaza todo lo que hace este gobierno, «como la memoria y el juzgamiento a los militares y no a los terroristas». Votó a Gustavo Breide Obeid, ex carapintada.

Eliana también es abogada, pero lo que salió a reclamar del gobierno es todo lo contrario: no sólo deben ampliarse y profundizarse los juicios, sino que además el gobierno muestra voluntad nula por defender los derechos humanos del presente. Está terriblemente arrepentida. En octubre votó a Cristina Fernández para la presidencia.

Ambos reaccionaron a favor del paro agrario, y contra el discurso de la actual mandataria.

Unos pasos más allá, los jóvenes despedidos del Casino agitaban sus banderas y Cecilia decía: «El pueblo se despierta». Un poco más acá un señor canoso argumentaba: «El problema es que a Macri no lo dejan gobernar».

Mientras esto ocurría en la Plaza, sobre Avenida de Mayo se congregaron cientos de personas a los que medios, como Clarín y La Nación definen como «piqueteros» (activistas, manifestantes), aunque se trata de funcionarios y punteros políticos gubernamentales. Si hicieron piquetes alguna vez, el desliz ha quedado hundido en el olvido. En cambio nadie llama piqueteros a los que hacen piquetes con tractores, que además se entrelazan con los caceroleros que llenaron la Plaza.

Desde el punto de vista de las herramientas de la resistencia, cacerolas y piquetes ya son herramientas que cualquiera puede usar, y cuyo significado habrá que ver en cada caso, dice lavaca.

INTERMINABLES RAZONES

Tomás no tiene campos y es abogado. Con la sartén como redoblante, tira un cigarrillo y reconoce que sus motivos para llegar a Plaza de Mayo «son una lista interminable».

–¿Por ejemplo?, pregunta lavaca.

«La memoria parcial, lo que pasa con el campo, y el tema moral, porque la inmoralidad va a hundir al país con temas como el aborto», comenta.

Cristina Fernández se manifestó en contra del aborto, le dice quien lo entrevista. Tomás se ríe. Responde que en octubre votó al ex carapintada Gustavo Breide Obeid, y dice que el «que se vayan todos» debe ser tomado literalmente: «Cuatro años con esta gente no los aguantamos».

Eliana habla a pocos metros, rodeada por la música de cacerolas. También es abogada «Me dedico a derechos humanos. El gobierno reabrió las causas contra la represión, me parece perfecto jurídicamente, pero además de eso, no se respetan los derechos civiles, económicos, políticos y sociales».

¿Y qué tiene que ver con estas ideas el paro del campo? «Esto no tiene que ver sólo con los productores, sino con que todos los pueblos de la Argentina dependen de sus productores medianos y pequeños. Por eso aquí se ve que los grandes no protestan, son amigos del poder. Aquí hay gente común, que manifiesta con tranquilidad».

— ¿Y qué opina del «que se vayan todos»?

«El pueblo eligió esto y hay que respetarlo, aunque hay que denunciar también que el gobierno no hace su mejor esfuerzo para solucionar las cosas», dice.

Eliana votó por Cristina Fernández para la presidencia.

«Y fue una terrible traición. La escuché hablando en los Estados Unidos sobre derechos humanos. Fue patético y mediocre. El problema es que no respeta al pueblo, a la mujer, no respeta la diversidad, ni la necesidad de las provincias, ni a la gente que se muere de hambre. Suficiente como para salir a manifestarse».

Para Eliana lo peor de la actual situación es lo que define como falta de democracia. «Respetar la democracia es respetar la diversidad y no creo que este gobierno lo haga».

Un chico golpea los trastos que trajo de su casa. Estudia arquitectura, se llama Hernán, y dice que está resentido: «Resentido porque juntan plata, se la quedan ellos, y no la invierten en la sociedad. No estoy muy informado, pero estoy enojado». Dice que en octubre votó a Elisa Carrió, y que decidió acercarse a la Plaza cuando vio todo por televisión.

LA DEBILIDAD DE LA FORTALEZA

En ese momento la charla se interrumpió por las primeras corridas, continúa la crónica de lavaca. Empezaban a llegar los grupos de funcionarios y militantes oficialistas a los que las empresas periodísticas suelen calificar como «piqueteros».

Fueron la expresión de una debilidad: si era cierto que el gobierno peligraba, la noticia es que nadie salvo esas 200 personas salió a defenderlo. Y si no era cierto, ¿para qué fueron?

Hipótesis de Eliana: «Presión psicológica, para generar miedo».

Dicho esto, comenzaron algunos golpes y corridas. Notable intervención policial, que se esfumó de los lugares que suele frecuentar y dejó a los caceroleros en manos de los grupos K (oficialistas). Aparecieron los primeros ensangrentados a golpes.

Los oficialistas penetraron Plaza de Mayo y la gente que estaba allí y que logró eludir el cara a cara, marchó hacia el Obelisco. Los oficialistas festejaron la «toma» de la Plaza como si hubiesen vencido en alguna guerra invisible.

SENTIRSE ESTÚPIDO

Rumbo al Obelisco por Diagonal Norte, Germán, chofer de 35 años explica: «Yo vine porque estoy harto de que la presidenta nos trate a todos como ignorantes. Me dio mucha impotencia. No tengo nada que ver con el campo, pero hay que dejarlo vivir».

Pasó un patrullero y la gente se abalanzó con palos para pegarle mientras le recriminaban a los policías su no intervención, una forma de dejar área liberada para las huestes oficialistas. El patrullero aceleró para huir con varios bollos de palazos en la chapa.

Le pregunto a Germán si quiere que se vayan todos. «No, lo que uno quiere es que dejen de apretar a la gente que se rompe el culo trabajando. Fíjese que el 40 por ciento de lo que se produce en el campo está concentrado en 2 mil personas y el 60 por ciento es de 45 mil pequeños y medianos productores».

Para Germán, el gobierno se equivoca. «La gente no es estúpida, y está podrida de los tipos como Moyano, que además es un terrible terrateniente. Falta que el resto de la sociedad se termine de dar cuenta, pero estamos a un pelito de eso».

Gastón es otro arrepentido: «Yo la voté».

EL DESCALZO Y LA DECORADORA

Esto no es Tribunales, pero más adelante marcha Miguel, otro abogado. A diferencia de sus colegas, va descalzo. «Me saqué las ojotas para correr del tumulto, y las llevo en el bolsillo». Cree que «si el campo para, se para todo el país».

Ya en el Obelisco dos amigas, Sol y Agustina, plantean que lo que parece, no es. Sus padres tienen campos en Tres Arroyos. «Las retenciones los aplastan. Los grandes inversores no pagan retenciones porque están con el gobierno. Están acomodados y así no pagan nada».

Agustina: «Lo que uno dice es que haya retenciones, pero que entonces la plata vuelva, que se vea para qué la usan», propone, como quien reclama milagros.

Agustina es diseñadora gráfica y Sol decoradora de interiores y macrista explícita. «El problema sigue siendo el mismo: cada vez se gana menos, todo vale más, y vivir cuesta cada vez más».

Ya en el Obelisco, junto a un semáforo, Santiago, productor ganadero canoso, habla por celular. Presenta alto nivel de indignación en sangre. Cierra el celular y cuenta: «Dicen que somos los grandes productores y yo estoy fundido. ¿Sabés para qué son las retenciones? Para extorsionar a los gobernadores y que el gobierno nacional haga lo que quiera. Manejan al Estado, compran votos, compran gobernadores e intendentes, y hacen lo que quieren. Yo no estoy defendiendo al campo, sino al país», supone.

Es de San Pedro, norte de Córdoba, cuenta que allí el intendente se oponía al kirchnerista Frente para la Victoria hasta que apareció con la noticia: «Si seguimos oponiéndonos, el lunes después de la elección no volvemos a ver un peso». El Frente ganó por paliza.

NEGROS O SANOS

Santiago discrimina (y mejora) a Luis D Elía al definirlo como «negro que viene a atacar a una manifestación de una población sana». Si esto se trata de los sanos blancos contra los negros enfermos, puede suponerse en qué terminará esta saga. Suena el celular, alguien lo está buscando. «Semáforo, frente a Mc Donalds» dice y cierra.

«Yo no digo que se vayan todos. Pero sí que haya límites. Nadie busca golpistas ni militares, sino que respeten y no sean ladrones». El hombre es un arrepentido de otra especie. Votó a Roberto Lavagna. «Ese fue un vendido que se fue con estos, igual que Borocotó. No me digas que son demócratas. Cuando hacen eso, son delincuentes».

Cree que el gobierno está desperdiciando un momento excepcional. «Hasta el inútil de De la Rúa, con este contexto de precios internacionales, hubiera sido Gardel». Santiago considera que hay otro truco del ejercicio del poder consistente en el clientelismo: «Con la pobreza manejan a la gente con un pancho y una coca. Este tipo de gobierno no busca que la gente mejore, sino mantenerla igual, para tenerla controladita».

LA BANDERA DEL CASINO

Cristina es una de las despedidas del Casino flotante, que acampa en Plaza de Mayo. Los empleados en conflicto acompañaron la movilización y el cacerolazo con sus banderas. «Me encanta, se despertó la gente que reaccionó al autoritarismo. Ves gente de toda clase y todas las edades.

«El autoritarismo no nos va. En cambio la gente que defiende al gobierno no viene sola, es gente mandada. Como pasó en nuestro conflicto. Los mandan a romperte. No queremos más eso, ¿o no somos libres?»

Cecilia dice que ha llegado a una conclusión a partir del conflicto: «Todo el aparato del sistema se mueve para llevarse todos los beneficios, perjudicando siempre a la mayoría. Nos pasó a nosotros, y ahora le pasa al campo».

Andrés y Marcos son de Tandil y viven en Buenos Aires. Andrés estudia Ingeniería y Marcos Derecho: «El desconocimiento de la gente sobre el campo es tremendo. Yo sé que todos los diarios son una porquería, y compré Crítica. Y era igual que los otros. Los medios son totalmente pedorros, a más no poder. No saben de lo que hablan».

Marcos: «Acá no se piensa en solucionar problemas, sino en sacarles el jugo. Hay que defender esta posibilidad de expresarse en la calle». Reconoce que votó a Elisa Carrió y hubiera votado a Mauricio Macri.

— Macri no es precisamente un modelo de libertad de expresión callejera de la sociedad.

Marcos se queda callado.

Andrés: «Para mí el error es que te hacen pensar en Macri, Telerman, Carrió, lo que sea, y todo eso no tiene sentido, es algo que te distrae de entender los problemas como son en realidad. Y te quedás mirando y leyendo pedorradas».

FILOSOFÍA Y CARNE

Sebastián anda con su bombo del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras, conducido actualmente por un frente de agrupaciones de izquierda. El Centro votó acompañar la manifestación.

«No venimos para defender a los productores, sino porque queremos comer carne y todos los precios están por las nubes. Siempre en estos casos terminan matando al que está abajo. Hay que sacarles a los que más ganan, a los grandes terratenientes, y no a los pequeños productores. El gobierno no tiene ninguna intención de hacer algo por los pobres».

Sebastián cree que el campo –los grandes productores– deben devolver lo que se han quedado durante años. «Pero al margen de cómo lo resuelvan, siempre termina pasando lo mismo: no tenés carne, leche, o la tenés a un precio absurdo».

Los grupos oficalistas avanzaron por Diagonal Norte, capturaron a algunos manifestantes del lado contrario, y nuevamente hubo contusos y ensangrentados.

Octavio, del programa de FM América Profunda, miraba atónito. «Esta es una marcha Cha cha cha». Los grupos gubernamentales cantaban «Patria sí, colonia no». ¿Se lo cantan a Cristina? Se preguntó Octavio, sabiendo la respuesta.

Una lluvia fría y fuerte terminó con los unos y los otros, que huyeron del centro de la ciudad, dice al final la crónica de lavaca. En los edificios de oficinas, se acomodaban los habitantes de siempre, arropados en diarios y bolsas de arpillera, para dormir. Familias de cartoneros acomodaban lo último bajo el chaparrón.

08/CV/GG/CV

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