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En Argentina el futbol femenil es un símbolo de lucha

Por Fabiana Frayssinet*
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Durante un partido de futbol femenil en un barrio pobre de la capital argentina, la entrenadora del equipo, Mónica Santino, debe interrumpir y pedir a un grupo de varones que no invadan el espacio de las mujeres. Es un símbolo de una lucha que, centímetro a centímetro, también se está librando en las canchas del país sudamericano.
 
“Dale, afloja un ratito que nos vamos. No se pongan en medio”, intenta persuadir amablemente Santino a los niños y adolescentes que avanzan violentamente con su balón por la cancha donde se juega el partido femenil, en Villa 31, un emblemático asentamiento informal en el noreste de Buenos Aires, dentro del cotizado barrio del Retiro.
 
“Si hubiera un partido de varones ni locos harían esto, porque tendrían problemas serios. Pero como son pibas (jóvenes) las que están jugando…”, comentó a IPS/Cimacnoticias la noche que fue a compartir la actividad del equipo de La Nuestra, en esta villa con una población estimada de 40 mil habitantes.
 
Las mujeres son la mitad de la población de esta villa miseria, como se llama en Argentina a los asentamientos pobres y hacinados, pero no les fue fácil conquistar su lugar en la cancha, un territorio tradicionalmente masculino.
 
“Piensan que el futbol y la cancha son para ellos”, señaló a IPS/Cimacnoticias la jugadora Agustina Olaña, de 15 años de edad.
 
En 2007, cuando comenzó el proyecto, las mujeres tuvieron que delimitar su espacio de juego con conos y piedras. Hoy entrenan dos veces por semana.
 
“Parece poco, pero como conquista el mensaje de género es importantísimo porque las canchas de futbol son los espacios públicos más importantes del barrio”, continuó Santino, ex jugadora de 50 años de edad y la primera mujer en ser entrenadora de la Asociación de Futbol Argentino.
 
“Vivimos en un país donde el futbol es el deporte nacional, que nos explica como argentinos, que nos representa en campeonatos mundiales, pero las mujeres en el futbol seguimos siendo ciudadanas de segunda”, lamentó.
 
DISCURSO PERVERSO
 
La Nuestra es además una organización que busca que más mujeres accedan al deporte y que usa el futbol para reforzar sus capacidades, autonomía y autoestima, desde una perspectiva igualitaria.
 
El proyecto inicialmente convocaba sólo a adolescentes, pero pronto se vio desbordado por la demanda espontánea de niñas y mujeres adultas. Actualmente participan 70, la mitad de seis a 12 años y el resto a partir de los 13.
 
“Me regalaban muñecas o pelotitas chiquitas, pero yo quería balones de futbol”, recordó una de las alumnas, Florencia Carbajal, de nueve años.
 
“Siento que los hombres no aprenden que nosotras también podemos jugar. Los varones me decían ‘mujer marimacho’. Pero ahora no me dicen nada. Yo les digo que si yo quiero jugar a la pelota, ellos no son nadie para decirme que no”, relató Juanita Burgos, de 10 años, que aspira a ser jugadora profesional.
 
Un sueño difícil de alcanzar en Argentina, pese a que su selección masculina ganó dos veces la Copa Mundial de la FIFA, y el país es semillero de míticos jugadores, como Diego Maradona y Leonel Messi.
 
El futbol femenino, en cambio, nunca ganó un campeonato mundial, según Santino porque para los grandes clubes “no es espectáculo, no genera dinero”, y por eso no se invierte en las futbolistas como en otros países.
 
“Ningún club tiene estructura para que haya divisiones inferiores o para que las jóvenes comiencen a formarse como deportistas a edad temprana, que es cuando se crece como deportista y te permite ir a la competencia”, explicó.
 
“Las veces que Argentina participó en competencias internacionales fue doloroso porque cuando jugamos con selecciones como las de Alemania o Estados Unidos, nos meten 11, 13, 15 goles”, se lamentó.
 
“Después vienen esas críticas fuertísimas: que la camiseta argentina no se mancha, que no se hace esos papelones internacionales. Pero acá ves que no tenemos infraestructura. Es un discurso muy perverso”, cuestionó.
 
“Tuve la suerte de estar en la selección, de haber disputado un Mundial pero a puro sacrificio”, agregó la entrenadora de La Nuestra, Vanina García, de 33 años, quien alternaba el deporte con otro trabajo.
 
Santino impulsa que el proyecto se replique en otros barrios, para lo que cuenta con su experiencia como seleccionadora del denominado futbol callejero. También aspira a crear un club de futbol femenino, donde además de jugar se debatan cuestiones de deporte y género.
 
“ALGO CAMBIA”
 
La Nuestra surgió a partir del trabajo de Santino como coordinadora del Programa de Futbol Femenino del Centro de la Mujer del municipio bonaerense de Vicente López. Cuenta con fondos del Programa de Adolescencia, del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y de la Secretaría de la Niñez, del gobierno nacional.
 
“Después, todo se apechuga (se consigue con esfuerzo)”, explicó. Según Santino, activista por los derechos de las mujeres en el deporte e integrante de la civil Fundación Mujeres en Igualdad, “este es un tema pendiente en la agenda feminista”.
 
“De una mujer se espera una conducta que no tiene que ver con correr, transpirar, hacer fuerza. Te dicen que si juegas futbol, el cuerpo se te transformará en el de un hombre. Hay una idea muy firme de creer que todas las que juegan al futbol son lesbianas”, subrayó.
 
“Yo creo que se pone en juego lo mismo que cuando hablamos del derecho al aborto y de todos los prejuicios que aparecen. Es una forma de tutelar los cuerpos de las mujeres, de qué forma debieran ser”, opinó.
 
Para Santino, el futbol femenino es una buena excusa para hablar sobre otras reivindicaciones feministas, como el derecho al ocio.
 
“Para venir a la cancha, el gran peso era el de los quehaceres domésticos. Venían después de lavar los platos, de cuidar hermanos o hijos propios desde edad muy temprana. Cosas que están asignadas a las mujeres. Los varones, en cambio, llegan del colegio, tiran la mochila y vienen a la cancha automáticamente”, comparó.
 
“Aquí jugando futbol, las mujeres disponen de dos horas en las que no tienen que pensar en otra cosa, en que se divierten, en que establecen un vínculo con otras. Muchas cosas ocurren que para nosotras son hechos políticos, que tienen un componente revolucionario, porque algo cambia”, analizó.
 
Para Karen Marín, una vendedora de pollos de 19 años, quien emigró desde Bolivia con sus padres a los ocho años, La Nuestra fue una manera de integrarse.
 
“Sufría discriminación porque era boliviana y me cerraba mucho y vivía en mi cuarto. Un día me invitaron. Nunca más falté, comencé a tener amigas. El futbol me ayudó en todo, sobre todo a estar más suelta”, destacó.
 
Pese a las dificultades, la entrenadora Vanina García cree que ya no se cuestiona tanto el futbol femenil, presente en las escuelas y en casi todos los torneos de los barrios.
 
“Supongo que porque la mujer ha tomado otro rol. En otro montón de cosas, pero también en el futbol. La mujer se planta y quiere jugar al futbol y juega”, resumió.
 
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
 
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