Cada día, una mujer en Bangladesh queda marcada para siempre por las quemaduras con ácido provocadas por sus esposos, familiares políticos o enemigos de sus familias.
Casi todas sobreviven, explica a cimacnoticias la médica de ese país Rebeca Milton, porque tradicionalmente se trata de arrojar el ácido a la cara.
El proceso de recuperación física y emocional, sin embargo, toma años, indica Milton, integrante del equipo médico de la Organización de Sobrevivientes al Ácido que desde1997 cuenta con un albergue, un área de atención hospitalaria y consejería.
La asociación también realiza un programa de prevención que consiste en advertir a la población que arrojar ácido a una mujer es un delito castigado con la pena de muerte.
Con un sistema judicial corrupto, la posibilidad no asusta a los agresores: solamente uno de los acusados por este crimen ha sido sentenciado.
Para las mujeres, sobrevivir al ácido requiere más que asumir su deformidad y quizás ceguera. Significa aceptar otra marca: el estigma de la comunidad que las rechaza bajo la suspicaz creencia de que «algo hicieron para merecerlo».
Esta forma de violencia hacia las mujeres, minimizada durante años, se repite en Nepal, Pakistán, Bangladesh y en India. En este último país también se queman mujeres «deshonradas» en hogueras, práctica que de manera semejante se realiza en la ex república soviética de Uzbekistán.
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