A nombre del Grupo de los 77, China, y más de 200 millones de pobres del planeta, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pidió a los líderes del mundo enderezar el camino, porque en este momento su vida depende de sus decisiones.
Durante su intervención en la Cumbre de Mandatarios que tiene lugar en esta ciudad con la presencia de 60 jefes de Estado y de Gobierno, así como de los dirigentes de las financieras multilaterales, el mandatario venezolano llamó a reconocer que el mundo esta «patas arriba» y toca a los líderes del orbe volverlo a colocar en su lugar.
En un discurso firme, cuestionó el tipo de desarrollo que se plantea en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, toda vez que el modelo de desarrollo de los países del norte ha sido, en algunas ocasiones, causa del subdesarrollo del sur.
Preguntó qué tipo de modelo se va a financiar, al considerar que el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas constituye un instrumento maravilloso para financiar con urgencia la salud, la educación y el nivel de ingreso de las familias, «pero hoy, no mañana».
El mandatario venezolano sostuvo que se acabó el tiempo y es necesario comenzar con lo más urgente del consenso y declarar la emergencia social en el mundo para actuar en consecuencia.
Precisó que hay que entender que el Fondo Monetario Internacional (FMI) no es la herramienta necesaria para dar la batalla por la vida, «no nació para eso», enfatizó.
Por ello propuso la creación de nuevas herramientas como un fondo humanitario internacional y que no se den pañitos de agua para aliviar la mortal deuda externa. En ese sentido propuso que el 10 por ciento de la deuda se dedique a salvar el mundo de los pobres.
Recomendó además que el 10 por ciento de los gastos militares salven a miles de millones de personas y se dejen de construir tanques de guerra y aviones inteligentes, recursos con los que se podría aliviar la situación de los países pobres al igual que si se destinaran a ellos porcentajes de las confiscaciones al narco y la corrupción, así como por medio de un impuesto mundial a las transacciones especulativas y los paraísos fiscales.
Llamó a que cesen los subsidios groseros a la producción en el Primer Mundo y a que los países desarrollados cumplan con el 0.7 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) para la asistencia oficial para el desarrollo que equivaldrían a 200 mil millones de dólares para el desarrollo humano.
Denunció que los países de El Sur han pagado 800 mil millones de dólares en deuda al norte y otras cantidades similares en intereses que no reducen el capital mientras continúa creciendo el monstruo extraño de la deuda.
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