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Erotismo femenino

Por Mónica Pérez

¿Es que acaso en la realidad las mujeres son eróticas, son sujetos del goce, existe su cuerpo como espacio del placer? No, la respuesta es no. Las mujeres no gozan, las mujeres son buenas como María.

El erotismo es la capacidad de los seres humanos de vivir, experimentar, compartir y expresar su placer sexual. Cuerpo, emoción y conciencia son componentes fundamentales del erotismo.

En el libro Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas, la académica Marcela Lagarde explica que el concepto de erotismo proviene de Eros, dios griego del amor y del deseo sexual, hijo de Marte y de Venus.

Opuesto a Tánatos ya que las culturas antiguas los identificaban como la vida y la muerte respectivamente, en los diversos ciclos de la existencia humana.

Asimismo, indica que el erotismo tiene como base el ansia o excitación que se pone de manifiesto en el sistema nervioso, en las membranas, en la piel y en los más diversos órganos del cuerpo.

Los protagonistas de estas sensaciones son sujetos particulares y grupos sociales y el espacio para desplegarlas es el cuerpo.

En este sentido apunta que la palabra erotismo tiene su origen en el siglo XIX a partir del adjetivo erótico, empleado hasta entonces sólo en medicina como locura erótica; o en crítica literaria para referirse a la poesía erótica o al amor. El concepto fue copiado del término griego Eros.

Especialistas en el tema, afirman que el cuerpo del ser humano está hecho para sentir como resultado de su gran capacidad sensorial y sensual. Asimismo, señalan que aprendemos a sentir practicando, experimentando, activando nuestros sentidos y órganos sensoriales.

Por ello, cuando nos negamos al erotismo, perdemos la oportunidad de conocer las posibilidades sensuales para vivir y disfrutar de nuestra sexualidad.

Marcela Lagarde advierte que el erotismo está constituido por las más diversas experiencias de acuerdo con las épocas históricas y las culturas y afirma que este tema se complica cuando se trata del erotismo de las mujeres, sujetas social y culturalmente a los hombres, con quienes deben relacionarse eróticamente.

Para la antropóloga feminista, el problema para las mujeres es que deben orientar y definir su erotismo de acuerdo con las normas dominantes y, además, con las específicas de su género.

En su análisis sobre el tema del erotismo femenino afirma que para la ideología dominante de contenido católico, el cuerpo de la mujer es un espacio sagrado y, por ende, objeto del tabú: en él se verifica la creación de cada ser humano, una y otra vez, como un ritual.

Así, el cuerpo femenino se va estructurado para la satisfacción del otro, pues desde la infancia las normas le prohíben a la niña tocar su cuerpo por el sólo placer de hacerlo y se lo permiten únicamente para bañarlo, embellecerlo y así agradar y ser deseada por el otro.

Al llegar a la adolescencia, cuando las mujeres empiezan a menstruar o descubren partes de sus cuerpos que se trasforman, se vuelve a prohibir el placer y aparece el mito de que debe permanecer virgen hasta que el matrimonio.

Al respecto, Lagarde afirma que «es común que las mujeres redescubran, en momentos distintos de su vida, zonas de su cuerpo olvidadas o insensibilizadas por medio de la cultura de la deserotización de las mujeres».

Por eso, las mujeres no descubren sus propios procesos de placer ni las zonas de su cuerpo, ni las prácticas que les permiten disfrutar.

La reapropiación del cuerpo es una de las cuestiones que ha ocupado a muchas feministas y que está íntimamente ligada con la recuperación de algo que ha sido prohibido para las mujeres: el placer.

El objetivo de esta columna no es ofrecer un panorama amplio sobre el tema del erotismo femenino, pero si destacar que el erotismo, tanto para mujeres como para hombres, es una dimensión para la vivencia plena de la sexualidad humana, crecimiento y de realización personal.

De acuerdo con expertos y expertas en este tema, para lograr descubrir nuestro erotismo es necesario contactarse con las emociones, los afectos y las sensibilidades, permitir el libre fluir del deseo, las emociones y la imaginación, no tratar de encargarse del otro, ni ser un objeto complaciente que se olvida de sí.

Además, es importante compartir y comunicar lo que se siente, involucrar la mayor cantidad de sentidos, experimentar, descubrir el potencial erótico y no limitarse ni conformarse con lo obvio y rutinario.

2004/BJ

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