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Explotación a jornaleras no ha cambiado en 20 años

En 20 años no se ha hecho nada para cambiar las condiciones de explotación y violencia en las que laboran miles de mujeres jornaleras en los campos agrícolas del norte del país, según el testimonio de Gloria Gracida Martínez, habitante del Valle de San Quintín, en el estado de Baja California (BC).
 
Gloria, de 32 años de edad, es una de las voceras del movimiento de jornaleras y jornaleros de BC que desde el pasado 17 de marzo exige –mediante un paro de labores– mejores condiciones de trabajo en el Valle de San Quintín, municipio de Ensenada.
 
Ella es una indígena mixteca del estado de Oaxaca que llegó a laborar a los campos agrícolas del norte de México desde que tenía 10 años de edad.
 
Sin embargo, la niña que no hablaba español y trabajaba jornadas de más de 10 horas diarias en la década del 90 se convirtió 20 años después en una maestra de secundaria dispuesta a luchar junto a sus hermanas –como ella llama a cada jornalera de la región–, para romper con “las condiciones de esclavitud” imperantes en la región.
 
A los 15 años de edad, Gloria cambió –con mucho esfuerzo– los campos agrícolas por empleos de medio tiempo que le permitieran pagar sus estudios de bachillerato, pero su madre, su padre y sus 10 hermanas y hermanos tuvieron que continuar en condiciones de explotación como jornaleros.
 
La ahora maestra aseguró que su familia decidió emigrar a BC porque en su estado natal hubiera sido más difícil enfrentar la pobreza, ya que ahí las trabajadoras del campo no reciben un salario por su labor diaria, sino que sobreviven sólo de lo que cosechan.
 
“Venimos buscando la tierra prometida, como los mexicanos que se van a Estados Unidos; nos venimos buscando eso: oportunidades de vida”, aseguró la activista.
 
Aunque el proyecto familiar –como en muchos otros casos– era radicar en BC sólo por unos años o unos meses y luego regresar a su entidad natal, debido a los bajos salarios no lograron ahorrar para el regreso, y en cambio las y los menores de edad tuvieron que trabajar también para conseguir un lugar propio donde vivir.
 
Gloria Gracida contó que en los campos agrícolas las mujeres enfrentan múltiples abusos porque –como ella misma presenció durante su infancia– padecen acoso sexual y violaciones, en especial las niñas y las adolescentes.
 
Dijo que las familias que llegan temporalmente a San Quintín tienen que vivir en los campos agrícolas o “campos de concentración en pleno siglo XXI”, como ella los llama, donde padecen amenazas y las obligan a trabajar a diario a fin de dejarlas vivir en los lugares que les ofrecen las empresas.
 
“Ahora que regreso al campo me doy cuenta que en 20 años las condiciones de humillación y explotación no han cambiado; escucho las historias de mis hermanos jornaleros y son los mismos testimonios que yo viví en mi infancia”, advirtió la mujer.
 
REGRESAR A LUCHAR
 
Varias semanas atrás –cuando se empezó a gestar el paro de labores que detuvo buena parte de la producción de las empresas estadounidenses que contratan mano de obra mexicana para explotar el agro del país–, durante una asamblea en su comunidad, el Ejido Díaz Ordaz –en su mayoría de población indígena–, Gloria se convirtió en portavoz del movimiento jornalero.
 
“Como mujer, mixteca, trabajadora y profesionista decidí ser su portavoz, su vocera”, dijo Gloria, quien remarcó que su misión es contribuir a la organización pacífica de las personas del ejido.
 
Esta mujer también participa en la “Jornada Informativa” que inició el pasado viernes 27 de marzo con una caravana de jornaleras y jornaleros que salió desde el Valle de San Quintín, para recorrer los otros municipios del estado con el propósito de “hacer conciencia y pedir la solidaridad” de la población.
 
Como parte de la jornada, este lunes 30 de marzo cerca de 500 personas jornaleras –entre ellas más de 200 mujeres– pararon en Mexicali, capital de BC.
 
Gloria, quien garantiza que todas las personas que viajan en la caravana tengan comida y cubran sus necesidades básicas, aseguró que en ese municipio no han recibido mucho apoyo y la integridad física de las y los jornaleros va en detrimento, aunque –destacó la trabajadora– no cesan en difundir sus demandas a quienes se acercan.
 
DIFUSIÓN
 
En la jornada participa una niña jornalera que también es vocera del movimiento en representación de la infancia trabajadora. Ella explica a los medios la situación que padecen las niñas de su edad en los campos y la necesidad de que sus progenitores pasen menos tiempo trabajando, contó Gloria.
 
Las jornaleras que participan en el movimiento apoyan en la cocina, algunas hacen tortillas a mano para vender, muchas otras son intérpretes de las mujeres que no hablan español y otras son voceras en lengua originaria.
 
Según relató Gloria, las mujeres en San Quintín están siendo agredidas por los “mayordomos” (capataces), quienes van por ellas a sus casas para forzarlas con violencia y presión a que regresen a trabajar.
 
Como parte de la “Jornada Informativa”, algunos representantes de los medios de comunicación preguntan a las jornaleras por qué no habían protestado antes, y Gloria les contesta que costó mucho esfuerzo, sin escuelas ni oportunidades de preparación, que las jornaleras aprendieran español y conocieran sus derechos laborales.
 
Los medios también cuestionan que “las mujeres tengan muchos hijos sin que los puedan mantener”; sin embargo, al Valle no llega información sobre métodos anticonceptivos ni salud sexual y reproductiva, les responde la activista.
 
El relato de Gloria refleja que las jornaleras embarazadas no cuentan con licencia por maternidad antes y después del parto, la cual es garantizada por la Ley Federal del Trabajo.
 
Por el contrario, aunque las jornaleras se enfermen son obligadas a trabajar encorvadas durante todo el día, y de no hacerlo se les echa de las viviendas.
 
Además, ninguna jornalera o jornalero goza de seguro médico, la gente trabaja más de ocho horas a cambio de 100 o 110 pesos, los jefes de cuadrillas les exigen que cumplan cuotas extremas de recolección, no les dan agua, no hay sanitarios, y no tienen hora de comida.
 
Como el trabajo requiere de fuerza física –apuntó Gloria– se cree que los varones producen más que las mujeres, por lo que ellas reciben menos salario. “Sufren hasta cinco veces: por ser mujeres, indígenas, pobres, estar embarazadas y ser menores de edad”.
 
“Por todo esto queremos decir ‘¡ya basta!’; tenemos que exigir que ya no haya niñas trabajando en los campos bajo ninguna circunstancia, para evitar el acoso sexual en contra de ellas, y que se les dé educación y se les permita participar”, dijo la mujer.
 
Y agregó que para asegurar que lo que ya está escrito en el papel se cumpla es necesario que se creen unidades y comisiones en los campos agrícolas que vigilen e inspeccionen continuamente las condiciones laborales, en especial que no haya acoso sexual. “Si ya está escrito ahora deben garantizar que se cumpla todo”, demandó.
 
Gloria pidió finalmente que paren las amenazas y represalias contra las mujeres activistas, ya que la mayoría tiene miedo de perder el trabajo o de ser golpeadas por órdenes de los empresarios.
 
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