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Extrema fragilidad la de las migrantes de la frontera sur de México

Por Román González

Cruzar el Río Suchiate para ingresar a México no ofrece problema para aquellos migrantes que a cualquier costo buscan llegar a Estados Unidos. En realidad ésta no es la frontera: los verdaderos límites que los desplazados tienen que enfrentar, la mayor parte de Centroamérica, están a lo largo de todo el territorio nacional.

Con todo y que son pocos los estudios centrados en la situación particular de las mujeres migrantes en la frontera sur de México, aún es posible conocer sus movimientos; asegura la investigadora del Colegio de la Frontera Sur (Colefs), Martha Luz Rosas Wiesner.

Por su ubicación geográfica, explica Rosas Wiesner, a México se le considera como un país de origen, de tránsito y de destino de migrantes; por lo mismo, el tema de la migración y de las causas que lo generan debería ser la columna vertebral de su política.

En su estudio Mujeres migrantes en la frontera sur de México, la investigadora expone que en los últimos años el movimiento migratorio de mexicanos hacia Estados Unidos ha ido en aumento.

Aseveración que confirma el Consejo Nacional de Población (Conapo) al dar cuenta que más de 300 mil connacionales emigran hacia Estados Unidos con la intención de permanecer en donde ya residen 8.2 millones de personas nacidas en México.

De la misma manera las acciones del Instituto Nacional de Migración (INM) corroboran lo anterior, ya que durante el año 2000 efectuó más de 160 mil deportaciones por la ciudad de Tapachula, Chiapas y sólo durante el primer semestre del 2001 ya había deportado a 100 mil indocumentados; de enero a agosto de este año se han detenido más de 72 mil indocumentados.

A decir de Rosas Wiesner, en los últimos años el desplazamiento de personas en la franja fronteriza (que atraviesa los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo) es de muy alto riesgo para las y los migrantes, en virtud de que se trata de una región donde la violencia ejercida en su contra se ha vuelto cotidiana.

De ello Hugo Ángeles Cruz, también del Colefs, asegura que el incremento del fenómeno migratorio en la zona sur de México ha llevado a las diversas corporaciones de autoridades mexicanas a ejercer un mayor control de la migración. Ante esta situación, los migrantes –y más particularmente los indocumentados– están más expuestos a ser identificados y a la vez a ser víctimas de atropellos y extorsión.

Esta mayor presencia de autoridades, continúa, igualmente ha forzado a quienes migran a buscar nuevas rutas para evadir los puntos de inspección y control migratorio. «Rutas donde, por cierto, son emboscados y asaltados por delincuentes comunes que actúan con extrema violencia.»

PANORAMA

De acuerdo con la Organización Internacional de Migraciones (OIM), los movimientos poblacionales en el mundo ascendieron a 150 millones de personas en el 2000, de los cuales 47.5 por ciento eran mujeres.

En el caso concreto de nuestro continente, entre el cinco y 15 por ciento de la población de México, Centroamérica y el Caribe vive fuera de sus respectivos países.

Para efectos de estudio las mujeres que migran hacia México se clasifican en dos grandes grupos: las que llegan para trabajar de manera temporal en los municipios o regiones fronterizas, y las que van de paso (transmigrantes) con el propósito de cruzar esta región para llegar a Estados Unidos.

En el caso de las trabajadoras agrícolas, las del servicio doméstico y las comerciantes, afirma Rosas Weisner, su estancia en el territorio mexicano es transitoria debido a que ello depende de los ciclos agrícolas de la región.

Por lo que toca a las mujeres transmigrantes, su estancia en la región es breve: todo depende de los recursos económicos de que disponen para proseguir su viaje.

«Varias de las trabajadoras sexuales se ubican en el grupo de transmigrantes, ya que se dedican a esta actividad para obtener el dinero que les permitirá continuar su viaje», comenta Rosas Wiesner.

Hay otro grupo de trabajadoras sexuales cuya estancia en los municipios fronterizos puede alargarse por más tiempo, en virtud de que algunas de ellas pueden tardar incluso años para juntar el dinero suficiente que les permitirá proseguir hacia Estados Unidos.

Otras más ya ni siquiera intentan seguir con su propósito inicial por lo que optan por regresar a su país de origen o quedarse en México donde muy probablemente ya se han establecido y han nacido sus hijos.

LAS OCUPACIONES

Según datos de una encuesta levantada en 1999 por el Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdova, de Chiapas, a 60 trabajadoras domésticas (indígenas jóvenes en su mayoría), la edad en la que comienzan a trabajar es antes de los 14 años y la mayor parte proviene del vecino departamento de San Marcos, en Guatemala.

Algunas de ellas prefieren emplearse en el servicio doméstico mexicano para ayudar económicamente a sus familias y porque aquí el pago por su trabajo es mayor que en Guatemala.

Las trabajadoras agrícolas, por su parte, están integradas por familias guatemaltecas que año con año se desplazan, con documentos o sin ellos, hacia una región de Chiapas compuesta por 20 municipios para desempeñar actividades en distintos cultivos agrícolas.

Un sondeo hecho por el Colegio de la Frontera Sur a 162 mujeres en el momento de su contratación revela que cerca de la mitad de ellas no tienen pareja (o son solteras o viudas o separadas) y el resto vive en unión libre o están casadas.

El grado de escolaridad promedio del grupo encuestado es de tercero de primaria, aunque cerca de la mitad declaró no saber leer ni escribir; de manera mayoritaria provienen de tres de los 22 departamentos de Guatemala: San Marcos, Quetzaltenango y Retalhuleu.

Pese a que en promedio perciben 33 pesos diarios, hay mujeres que reciben sueldos desde cinco hasta 60 pesos; también, mientras a los hombres se les pagan 42 pesos por actividades de limpieza en los cafetales, a ellas se les dan únicamente 20 pesos.

Además, la mayoría cubre jornadas que comienzan entre las tres y las seis de la mañana para concluir entre las dos y las cuatro de la tarde; no obstante, hay algunas que continúan hasta las nueve, diez e incluso once de la noche. Por lo regular su descanso nocturno es como en la época de la esclavitud: en galeras.

TRABAJADORAS SEXUALES Y EMPLEADAS DE BAR

A decir de Rosas Wiesner, algunos de los centros urbanos de la región fronteriza del Soconusco donde varias de las mujeres migrantes desempeñan labores relacionadas con el sexo comercial son Ciudad Hidalgo, Cacahoatán, Puerto Madero y Tapachula.

Al respecto, un estudio efectuado en 1999 por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) da cuenta de que en ese año en la primera de esas ciudades la mayor parte de las 55 mujeres entrevistadas trabajaba en bares (zona de tolerancia) y era de origen centroamericano.

La mayor parte de ellas eran mujeres de Guatemala (73 por ciento), de El Salvador (11 por ciento), de Honduras ( nueve por ciento) y de México (siete por ciento).

Casi todas las mujeres dedicadas a esta actividad, dice Rosas Wiesner, usaba esta ciudad fronteriza como lugar de tránsito para conseguir recursos económicos y proseguir su viaje a Estados Unidos.

Para la académica, las mujeres salen de sus países porque tienen que sostener a sus hijos y a sus padres, pero también porque padecen problemas de violencia intrafamiliar y abandono de sus parejas.

Dada su condición de indocumentadas, las mujeres son más vulnerables y expuestas a mayores riesgos; como por ejemplo al contagio de enfermedades de trasmisión sexual y a la violencia.

Por lo mismo, el asalto, la extorsión, la violencia sexual, las enfermedades y la muerte son algunos de los riesgos que deben enfrentar en su trayecto hacia la vecina nación del norte.

Como dijimos en un principio, a pesar de no contar con suficiente información desglosada por género, los escasos trabajos que hay respecto a la migración en la frontera sur permiten hacer visible la participación de las mujeres junto con los múltiples riesgos a los que tienen que enfrentarse volviéndolas más frágiles.

       
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