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Grave separación

Por Cecilia Lavalle

En menos de una semana me he topado con ella dos veces. No es ella en sí lo que me llama la atención, sino su acompañante. Y es que no es común que anden de la mano. Se rumora que en algún tiempo incluso cohabitaron; pero parece que hace mucho de eso. Tanto, que causa cierta sorpresa verlos juntos, en una misma frase. Ética y periodismo. ¿Verdad que no se les ve seguido de la mano?

No me parece mal. Todo lo contrario. Según mi criterio nunca debieron separarse. Pero ya ve como es eso de los matrimonios. Se piensa que deben ser para toda la vida, y luego…

Yo no sé si en este caso la ética se hartó y abandonó al periodismo. O si, por el contrario, fue el periodismo el que abandonó a la ética. Dicen que ella es muy exigente, no acepta medias tintas, ni se deja engañar fácilmente. Y él, bueno… él siempre está agobiado, tiene prisa y, usted sabe, los compromisos… En fin, dicen que él fue quien la abandonó porque prefirió el camino fácil, el atajo.

Al parecer la separación no siempre es tan evidente. Ya sabe, silencios aquí, distancias allá, malos modos por acá, cinismos más allá. Dicen las malas lenguas que en estas separaciones suele haber dinero de por medio. Seguro también sabe usted de casos en los que la infamia, la injuria, la mentira, la calumnia se sienta a la mesa convenientemente disfrazada de «libertad de expresión» y, al hacerlo, realmente atentan contra ella.

Pero no siempre es fácil distinguir su separación, porque muchas veces desde el poder se insiste en que tal o cual es corrupto o falta a la verdad y lo que pasa es que se le ha incomodado con alguna verdad. La verdad, ya sabe, no peca, pero incomoda. Y, a veces, incomoda mucho. Ahí tiene usted el asunto del «gober precioso» y de Kamel Nacif. Sí, no siempre es fácil reconocer si la ética y el periodismo se han separado o si, por estar firmemente unidas, han molestado.

En general, salvo su mejor opinión, se tiene la impresión de que últimamente se les ve poco juntas. Y es tal el rumor de su divorcio que se ha llegado al punto del escándalo. Porque parece que ya no sólo es una cuestión de pesos y centavos, de a más dinero más silencios, o a más dinero más aplausos.

Tampoco, parece, es sólo un asunto de veracidad, aunque, su ausencia total o parcial, está causando estragos serios en la credibilidad. Al parecer el punto de escándalo es la falta de límites. ¿Se debe publicar todo al costo que sea?

Cómo se aprecia, todos los caminos llevan a Roma. En este caso a la ética.

Por eso me dio gusto verlos juntos dos veces en menos de una semana. Se trataba de encuentros o entrevistas o mesas de análisis y reflexión a propósito del Día de la Libertad de Expresión que, en México, se conmemora el 7 de junio.

Una de esas mesas de reflexión unió las palabras ética y profesionalización en el ejercicio periodístico. Otra, con compañeros de El Siglo, unió las palabras ética, libertad de expresión y elecciones. Hay que celebrarlo. Necesitamos sacar a nuestros monstruos del closet. Necesitamos orear nuestros tabúes. Necesitamos hablar en voz alta de lo que ha provocado la ausencia de la ética en el periodismo.

Hace varias décadas el maestro Manuel Buendía decía que el periodismo está enfermo de arribismo, solemnidad y suficiencia. Si él viviera agregaría: y de falta de ética.

Porque, a decir verdad, podemos simular que ética y periodismo no se necesitan, podemos hacer de cuenta que cada uno puede caminar por su lado, podemos creer que su separación es conveniente; es más, podemos pretender que dado que el divorcio es inminente es momento de hacer la separación de bienes.

Pero lo cierto es que cada vez la sociedad hace más evidente que no está de acuerdo con ese divorcio y está urgiendo una reconciliación. No basta que existan excepciones. No basta que reconozcamos en ésta, ése, aquél o aquélla al matrimonio convertido en un trío extraordinario: periodista, ética y periodismo. No basta. Las excepciones, en este momento crucial por el que atraviesa nuestro país, no bastan.

Necesitamos reconsiderar, repensar nuestra relación con la ética. No sólo desde el periodismo, sino desde cada ámbito de nuestra vida. Porque si es verdad, como me dijeron en la escuela, que el periodismo es un reflejo de la sociedad, entonces el acto de contrición debe ser colectivo.

Buendía decía que el periodismo es ante todo un compromiso personal. Y afirmaba que los periodistas debían ser patriotas y limpios y valientes y eficaces: fieles a México, sin rendición. Acaso en estas palabras debamos buscar la clave.

* Periodista mexicana. Apreciaría sus comentarios: [email protected]

06/CL/MR

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