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Guatemala: donde la justicia para las mujeres no llega

Por Lourdes Godínez Leal/enviada

A trece años de la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala, las mujeres sobrevivientes y víctimas de la violencia sexual ejercida por militares y paramilitares entre 1981 y 1983 continúan exigiendo al Estado guatemalteco la reparación del daño, la restitución de sus propiedades y de sus derechos, y esperando una justicia que no llega.

Reunidas la tarde de ayer en la plaza Justo Rufino Barrios, en el centro histórico de Guatemala –como parte de las actividades que se realizan en este país para conmemorar el 25 de noviembre– las mujeres sobrevivientes y víctimas de violación sexual durante el conflicto armado rompieron por primera vez el silencio.

Viudas la mayoría, pues sus maridos fueron asesinados durante ese periodo, las mujeres denunciaron la falta de apoyo y ayuda por parte del gobierno guatemalteco que, dijeron, ha hecho solo falsas promesas para reparar el daño provocado.

De acuerdo con el informe «Guatemala, el legado de la violencia», de Amnistía Internacional (AI), durante los cuatro decenios que duró el conflicto armado en este país centroamericano, alrededor de 200 mil personas fueron víctimas de homicidio o desaparición forzada, en tanto que más de 400 comunidades fueron arrasadas.

Sin embargo, la violación sexual contra mujeres y niñas fue un hecho generalizado durante todo el conflicto. Cuatro mujeres narraron cómo fueron abusadas, separadas de sus maridos y despojadas de sus tierras y casas en ese periodo.

Petrona Cucul es una mujer sobreviviente del conflicto. Recordó cómo los soldados quemaron su casa y mataron a su marido. Ella se quedó a cargo de sus cuatro hijos. Después de quemar la casa y la cosecha y de matar a sus animales, los soldados la violaron. A la fecha sigue exigiendo justicia y ayuda del gobierno para que sus hijos puedan continuar sus estudios.

Germana Lucas también fue violada por los militares; al igual que Petrona, fue despojada de sus tierras, de sus pertenencias, de su hogar, y tampoco fue resarcida por el daño que le ocasionaron.

Isabela Méndez contó cómo, antes del conflicto, «había buena siembra» de frijol, de maíz. Después todo cambió: huyó a la frontera y dejó su vivienda. ¿Quién nos repara el daño, el dolor, los sentimientos?, cuestionó.

Analfabeta y monolingüe, Isabela fue contundente y, en lengua maya, dijo: «no sé leer ni escribir, no hablo español, pero he aprendido y reconocido que tengo derechos y que soy ciudadana guatemalteca. Queremos vivir en paz y con justicia».

En un ritual, las mujeres indígenas entregaron una mazorca a las mujeres víctimas de violencia sexual actual como símbolo de alianza y sanación.

Señalaron que, aún y cuando ya no hay guerra, las mujeres aún son discriminadas, violadas, excluidas y asesinadas por el solo hecho de ser mujeres.

Cabe recordar que, durante su visita a Guatemala en 2004, la relatora especial sobre los derechos de la mujer de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) informó del aumento en el número de asesinatos dolosos contra mujeres; situación que se agudiza cuando se trata de mujeres indígenas, para quienes la justicia simplemente no existe.

En el informe de AI, se cita otro, el de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico en el conflicto armado guatemalteco, donde se reconoce que el cuerpo de las mujeres fue utilizado para destruir y amedrentar al enemigo, y que la violación sexual constituyó una de las formas más crueles y degradantes de violación a los derechos humanos de las mujeres.

El informe precisa que, en su mayoría, fueron violadas niñas y mujeres indígenas mayas.

De acuerdo con el documento, en marzo de 1982 al menos 140 mujeres y niños de Río Negro fueron obligados a marchar hacia las montañas, donde fueron asesinados, algunos a machetazos y otros por estrangulación. Poco después, 79 personas, en su mayoría mujeres y niños, fueron masacradas en el pueblo vecino de Los Encuentros.

Como consecuencia de estas ejecuciones, muchas mujeres enviudaron y quedaron a cargo de más de cinco hijos, como sostén de la familia, sin tierras que cosechar, sin saber leer, ni escribir y con los traumas provocados por la violación sexual.

Sin apoyo por parte del gobierno, las mujeres tuvieron que empezar a ayudarse entre sí, a tejer alianzas para hablar y fortalecerse mediante grupos de autoayuda.

Por ello, en esta conmemoración del Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las mujeres, ellas decidieron hablar para continuar exigiendo justicia y concluyeron que «aunque nos arrancaron hasta el tallo, volvimos a florecer».

09/LGL/YT/GTR

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