Vale la pena conocer la exposición que lleva como lema «Sublime artificial» que se presenta en La Capella del antiguo Hospital de la Santa Cruz, en Barcelona, donde ocho jóvenes artistas se avecinan en un intercambio de propuestas de cara al urbanismo prescindible pero a la vez con cierto trato con lo sublime.
La muestra viene de México y estará en Barcelona hasta el 12 de enero próximo. La noche de la inauguración el recinto se fue llenando de juventud entendida del compromiso que ha adquirido el arte con la política, con la realidad inmediata y la que se antoja global dentro del marco de las ideas mundialistas más predominantes de nuestra época.
Importa, digo, porque Barcelona es un país dentro de un país orgulloso de su pertenencia, narcisista y auto ponderable casi en exclusiva. Podríamos discernir largo y tendido sobre un interés real o apenas sostenido por un asomo de curiosidad. La verdad es que fuera de los eventos que nos acercaron en la historia, España no manifiesta su gusto, su pasión o su antagonismo en lo general por otros artistas extranjeros, pero mucho menos por los mexicanos. Pese a que el discurso sea ambivalente y entretenido en los cauces de los abrazos fraternos y paternales-protectores.
Me cuenta Alejandra de la Paz, agregada cultural del consulado en Barcelona, que muy poco se ha hecho en materia de exhibiciones; dos muy pequeñitas de arte prehispánico con muestras de occidente (Colima, Nayarit y Jalisco), otra en Gerona (cincuenta mil habitantes) con murales prehispánicos. Habrá una, suponemos mucho mejor e importante en 2004, en La Pedrera, sobre ritos de fertilidad, con los apoyos de INAH y de la Fundación Caixa Catalunya.
En la Casa de América hubo una en 1992. En el Reina Sofía se presentaron Juan Soriano y José Luis Cuevas, pero en fin, da gusto ver «Objetos sobre La Habana», de Rubén Gutiérrez, o los conocidos retratos de Daniela Rossell que muestran a la burguesía mexicana en plena ostentación de mal gusto.
Es importante fortalecer los vínculos interculturales y la asistencia de proyectos en común que añadan elementos a la discusión del momento que vive el arte en todo el mundo y, especialmente, lo que sucede en México. Ya no podemos pensar que con un pitazo cualquiera puede llegar por la puerta grande a conquistar los auditorios ibéricos, se necesita mucho más que vocación y talento, se necesitan el ejercicio consular y los buenos oficios, paciencia y tolerancia, pero sobre todo conocimientos culturales y psicológicos para facilitar el trato y remendar el maltrato.
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