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Hoy como ayer

Por Juana Eugenia Olvera*

México es un país de pensamiento mágico. Simplemente con observar las figuras del águila y la serpiente en el escudo nacional, entendemos que en ocasiones nos aferramos a nuestra tierra hasta con los dientes, y en otras nos elevamos a las alturas que queremos.

Desgraciadamente el fanatismo religioso nos impide vivir con objetividad y sentido creativo. Nos avergonzamos de las tradiciones de nuestros hermanos campesinos cuando bendicen la tierra en sus ceremonias tradicionales, mezcladas con las creencias traídas por la Iglesia.

Bendecir la tierra antes de sembrarla es un acto de amor supremo, humildad ante las fuerzas que nos crearon; bendecir el nacimiento de las plantas, las flores, bendecir las cosechas, todo esto permite crear ambientes sagrados.

Bien decir con un gesto genera espacios llenos de luz, y es indispensable mientras nuestro hogar esté asentado sobre la Tierra. Es necesario venerar la tierra. Honrar la madera y las piedras. Los ladrillos que únicamente son adobes cocinados, es decir es tierra transformada.

Podemos tocar las paredes de nuestra casa y decir gracias al espíritu de la tierra que nos rodea. Nos extraña que haya sequía y ¿acaso alguien bendijo la lluvia que ahora no quiere llegar?

Si pudieran ver las energías sutiles que se despliegan por el planeta, entenderían que estamos rodeados de seres que nos cuidan y protegen. Pero ¿qué hemos hecho con nuestros espacios?

Maldecimos, escupimos, arrojamos desechos que contaminan y enferman los campos. Los ríos que son los canales análogos a nuestra corriente sanguínea, los usamos como vertederos de productos tóxicos. Y todavía nos preguntamos por qué los alimentos no tienen los nutrientes necesarios para la vida.

¿Quieren ser colmados del espíritu de la Tierra? Llenen sus espacios con cuarzos, piedras y plantas vivas. Concéntrense en la tierra que soporta su hogar, el edificio, el predio. Pidan por la estabilidad y sanación de su casa.

Si es preciso que la Tierra deje escapar energías que la han enfermado, pidan porque los lugares por donde deben salir esas energías estén despoblados, para que ni los animales salgan lastimados.

Si eres afortunada y tienes espacios libres en torno a tu casa, escoge un árbol y siémbralo y dale la capacidad de que sea un árbol protector. En la antigüedad se consideraba que los árboles tenían espíritu.

En la actualidad se ha demostrado que todos los seres vivos ?las plantas, los árboles, los cuarzos? emiten energías de diferentes intensidades.

¿Quién no se ha sentido reconfortado después de haber pasado un tiempo bajo un árbol? En algún trance de mi azarosa vida me abracé a un árbol y lloré, dejando salir todo lo que me lastimaba. Me sentí refrescada, aliviada, integrada y di las gracias a mi árbol amigo.

En Nueva Zelanda, los maoríes consideran que cada árbol tiene su espíritu y cuando uno de ellos es talado se desesperan porque el alma del árbol no tiene a dónde ir y regresa a las estrellas, lo que genera que aquí en la tierra seamos más infelices por esta pérdida.

Si te decides por un árbol protector, será una fuente de sanación, luz y fortaleza. En los tiempos por venir, los árboles serán puntos de acceso de la energía y distribución. Y no se crea que solamente mejoran el ambiente, sino que para la casa misma serán un foco de sanación.

Si desean invocar la energía de un árbol para salvaguardar los diferentes campos energéticos de su casa y no tienen ningún árbol a la mano, busquen el más cercano y generen una conexión con él, aunque se encuentre algo lejano. Basta que junto a él se sientan tranquilos, en armonía. Esto sin duda será la señal de que es el árbol protector de su casa.

Cuando lo encuentren, siéntense o quédense de pie, como prefieran, siempre y cuando su columna vertebral esté recargada sobre él. Si prefieren, pueden abrazarlo. Respiren, relájense y déjense ir. Permitan a su conciencia fusionarse con el árbol.

Vuélvanse uno con el árbol. Sientan como de las plantas de sus pies, en el centro, salen unas raíces que se integran a la tierra y sus brazos se unen a las ramas y se elevan al cielo. Pregúntenle el nombre por el cual es conocido, inviten a la dríade o espíritu del árbol que llene su casa.

Cuando sientan que todo este trabajo se ha realizado, denle las gracias y poco a poco vuelvan a su estado normal. Si estaban preparadas, déjenle un regalo. Pueden preguntarle también qué es lo que él desea. Recuerden dar algo a cambio de lo que solicitaron. Puede ser una flor, una fruta, una moneda.

En un ritual que realizamos para la madre tierra le llevamos mole y leche. No tengan pena por preguntar y avergüéncese de dañar tanto a la Madre Gaia, como a los miembros del reino vegetal, mineral o animal.

*Narradora oral, astróloga y terapeuta.

12/JEO/RMB

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