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Incluir perspectiva de género en la pediatría

Por Lidia González*

Incluir en la pediatría la perspectiva de género nos permite adoptar un punto de vista crítico sobre los comportamientos, valores, creencias y expectativas que van usualmente asociados al «ser» mujer o varón, y a lo que son (o deben ser) las relaciones entre ambos.

En las últimas décadas se han producido transformaciones en los modelos de familia, en las relaciones entre los sexos con el advenimiento de una mayor (aunque todavía insuficiente) igualdad de oportunidades para las mujeres en el acceso a la educación, la participación política, la actividad laboral y la especificidad sexual.

Considerando la función preventiva, socializadora y educativa de la Pediatría, los conocimientos teóricos sobre género, nos dan la posibilidad de pensar y trabajar en la construcción de una sociedad no sexista, más igualitaria, menos violenta, colaborando en la reinvención de nuevas formas de relacionarse, donde las diferencias sexuales no condicionen los roles de hombres y mujeres sujetándolos a modelos tradicionales.

El sexo está marcado por la biología, en tanto la identidad sexual (proceso psicológico/subjetivo) o identidad de género (construcción social) habrá de ser construida en el con-vivir.

Los primeros contactos, y experiencias humanas, que se producen en la familia, influyen en forma positiva o negativa en las posibilidades de crecimiento y desarrollo del conjunto de las potencialidades femeninas o masculinas.

Lo que se atribuye y espera de uno u otro sexo es una construcción social relacionada con procesos culturales, económicos, religiosos, políticos, y crea patrones o modelos sobre cómo son o deberían ser los hombres y las mujeres, y cuales son o deberían ser sus funciones.

Las expectativas y actitudes son diferentes para cada sexo durante la infancia: se espera de los varones que sean fuertes, activos, competitivos, y se los estimula para ello; y de las mujeres se espera que sean buenas, dulces, dóciles.

Los estímulos son generalmente diferenciados en los juegos (pelotas, autos, muñecas, cocinitas), el tono de voz y trato distinto con unas u otros, van condicionando y modelando las diferencias, que generalmente tienden a verse posteriormente como innatas y naturales entre mujeres y varones, lo que resulta en los llamados estereotipos.

Estereotipos condicionados históricamente por la oposición de universos, de mundos diferentes: «doméstico» para las mujeres y «público» para los hombres. Sobre la base de la buena, dulce y dócil niña se erigirá la mujer, madre, esposa, ama de casa, abnegada y sumisa, bella, siempre joven, objeto sexual, que a pesar de su incorporación al trabajo remunerado no debe descuidar lo doméstico y la crianza de sus hijos.

Los varones, por su parte, no escapan al peso que representan las imágenes masculinas que deben sostener: ser valientes, agresivos sexualmente, exitosos económicamente, seguros de sí mismos.

Sobre la base de una serie de mecanismos de repetición de estas imágenes, marcadas sobre los cuerpos, se van creando espacios y actividades diferenciadas según el sexo, que solidifican y naturalizan comportamientos, elecciones, funciones y valores, reduciendo posibilidades de crecimiento en iguales condiciones en la educación, el trabajo, la autonomía, la valoración de la palabra y del propio cuerpo, influyendo en el modo en cómo se demandarán y ejercerán los derechos de unos y otras.

La creencia de que las conductas maternales son instintivas, un saber de mujeres hace que se espere de ellas una abnegación sin límites, generando falta de espacios donde puedan expresar sus deseos, temores, ansiedades, como por ejemplo sostener o suspender el amamantamiento, retornar al trabajo remunerado, dedicar tiempo a actividades placenteras o reconocer su cansancio, o agotamiento. Esta creencia, sin embargo, no tiene nada de «natural», ni encuentra en el sexo biológico su fundamento.

Las y los pediatras incorporando conocimientos sobre género, reflexivos, desnaturalizadores, resignificando las funciones de hombres y mujeres podemos colaborar en la construcción de una sociedad no sexista, más igualitaria y menos violenta, respetuosa de los derechos de mujeres y varones en las diferentes etapas de la vida.

*Pediatra- Médica de adolescentes- Sexóloga. Miembro Titular de Sociedad Argentina de Pediatría.

10/LG/LGL

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