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Insultos, gritos, golpes, feminicidio: violencia de género

Por Alejandra Buggs Lomelí*
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Dentro de cinco días es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y pienso que nada hay que celebrar y sí mucho que reflexionar, y sobre todo mucho por hacer.
 
A pesar que desde 1999 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, e invitó a los gobiernos, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales a organizar en ese día actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto al problema de la violencia contra la mujer, aún falta mucho por hacer.
 
La situación de las mujeres mexicanas y de muchas mujeres en el mundo continúa marcada por la discriminación y la violación a sus derechos fundamentales.
 
Según el Instituto Nacional de las Mujeres, en México los números son contundentes: una de cada cuatro mujeres sufre violencia familiar, una de cada cuatro ha sido violada o sufrido intento de violación, y una de cada cuatro es acosada sexualmente en el trabajo.
 
La violencia contra las mujeres es una forma de violencia estructural porque se origina y se basa en los valores y normas culturales y sociales que han estado determinados por el sistema patriarcal establecido durante miles y miles de años, es decir, que no han sido determinados por la naturaleza humana.
 
Por lo general las agresiones contra las mujeres son percibidas como hechos aislados, cuando en realidad están basados y contribuyen a mantener la desigualdad social entre mujeres y hombres.
 
Según estos mandatos de género, el hombre debe aportar estabilidad, seguridad, orden y control, y por tanto la mujer tendrá que rendir obediencia y sumisión.
 
En todos los casos de violencia contra las mujeres existe una actitud sociocultural que tiende de manera consciente o inconsciente a mantenerse en las sociedades patriarcales.
 
La violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja es diferente a cualquier otro tipo de violencia, porque responde a mecanismos e impulsos basados en las relaciones de poder y posesión, en las que se han establecido las relaciones entre hombres y mujeres en las diferentes culturas.
 
Existen diferentes manifestaciones de violencia, pero todas generan síntomas físicos y emocionales que destruyen paulatinamente los recursos físicos y emocionales de quienes reciben esta violencia cotidianamente por parte de sus parejas o algún otro miembro de la familia
 
Las repercusiones más tempranas se presentan de manera conductual como: dificultad para concentrarse, olvidos, dificultad para expresarse o incluso confusión mental cambiando el orden de las palabras.
 
Los efectos a largo plazo pueden manifestarse en estados de ansiedad y depresión, que muchas ocasiones son tratados con sedantes y antidepresivos lo que aumenta la incapacidad de la mujer para defenderse y pensar en salir de esa relación destructiva, porque muchas veces ni ella misma relaciona sus malestares con la situación en la que viven.
 
Otras mujeres manifiestan mareos, dolor de cabeza, gastritis, diarreas, vómito, contracturas y dolores musculares que últimamente se diagnostican como fibromialgia si se hace el diagnóstico de manera rápida, como pasa en la mayoría de los casos donde se obvia la vida emocional de las mujeres que están expuestas a la violencia de género, que cabe decir, que todas las mujeres estamos expuestas, aunque son las formas de violencia constante las que generan los síntomas antes mencionados.
 
Por lo que es importante que las mujeres hagamos caso a todos nuestros síntomas y atenderlos de manera inmediata, y sobre todo con profesionales de la salud física y emocional sensibles a tomar en cuenta las condiciones de las mujeres al vivir en una sociedad patriarcal que propicia la violencia de género.
 
Desde mi punto de vista, es más que claro que el origen de esa violencia fue provocado por el establecimiento del patriarcado, sin embargo en ninguna parte está escrito que esta situación tiene que durar para siempre y por tanto algo podremos hacer todas y todos para poner de nuestra parte, y romper con esos mandatos sociales que la perpetúan.
 
Tenemos que comprender que al ser la violencia contra las mujeres un problema social con profundas y fatales consecuencias para la salud física y mental de las mujeres, es necesario que sea considerado como un problema de salud y seguridad pública.
 
*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial y especialista en Estudios de Género.
 
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