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La arquitecta de la ciudad del «oro verde»

Por Ernestina Gaitán Cruz

La arquitecta Dora Cecilia Aceves Martínez está enamorada de su Oaxaca, de la ciudad horizontal verde jade, donde la luz del sol ilumina sin obstáculos caminos, casonas macizas y bajitas, museos e iglesias que aún recuerdan su pasado español e indígena.

Su amor por la arquitectura del pasado que lleva más de 30 años y la publicación de cinco libros financiados con sus recursos, se acrecienta al paso del tiempo cuando la recorre, se detiene en las calles trazadas como un tablero de ajedrez por Alonso García Bravo en 1529, y sigue extasiada admirando sin sombras la arquitectura que convive con la naturaleza.

Y desde su mirada de arquitecta, se embelesa con las edificaciones, sus fachadas, colores, herrería, patios, gárgolas y estilos que van de lo virreinal o lo barroco, a lo churrigueresco, clásico y neoclásico francés del porfiriato, hasta los detalles art nouveau y art déco.

En entrevista realizada en su casa de siempre, donde nació, vivió con sus padres y hermanos, y ahora habita con sus hijos, Dora Cecilia se acuerda que en los años 60 fue de las primeras mujeres en estudiar una carrera de hombres, y en consecuencia enfrentó situaciones difíciles, disfrazadas de camaradería estudiantil.

Recuerda que sus compañeros la buscaban para platicar cerca de ella sus primeras experiencias con mujeres, y también enfrentó la presión de un maestro que la amenazó con reprobarla si no asistía a las clases para conocer la escala humana, con desnudos masculinos, aunque se salvó de ir a una casa de citas de la zona roja, donde debía entrar a las habitaciones para conocerlas y proponer mejoras.

Sin embargo en esa carrera encontró el origen de su amor por esta ciudad, que la llevó a estudiar a detalle 150 casas (y tiene en proceso otras 50) del Centro Histórico de Oaxaca, que el próximo noviembre cumplirá 25 años de haber sido nombrado Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Rodeada de fotografías de su familia jalisciense-oaxaqueña, Aceves Martínez platica que se inclinó por la arquitectura porque en esos tiempos había pocas opciones en Oaxaca, y porque su hermano mayor estudiaba en la Ciudad de México, y las condiciones económicas no daban para que ella siguiera sus pasos y eligiera otra profesión.

Entre montones de libros científicos de su padre y de arquitectura, arte, dibujo y de ella, dice que si hubiera existido la carrera de turismo también la hubiera estudiado porque es otro de sus intereses que por fortuna pudo combinar, ya que ha sido guía de visitantes distinguidos y actualmente da paseos guiados por esta ciudad de cantera verde.

La cantera que era traída de Ixcotel, explica Dora Cecilia, es el oro verde, el material más maravilloso que existe, y se detiene en detallar algunos de los 60 usos que ha encontrado.

«Se usa en cimientos, muros, protección en esquinas, pisos, calles, banquetas, gárgolas, bases de muebles, escaleras, muretes chicos, cornisas, fuentes, parte superior de la fachada, elementos arquitectónicos como las guardamalletas, decoraciones de ventanas y columnas de todos esos bellísimos patios».

Ella sabe admirar los diseños y sabe de obras, pero le gusta más ver desde todos los ángulos cómo toman forma las edificaciones y supervisar desde los andamios, cosa que dejó de hacer años atrás.

Hizo varias obras en compañía de sus hermanos con quienes fundó una empresa. Fueron casas de interés social y en colonias populares, fuera del Centro Histórico.

Y mientras se desarrolló como arquitecta, también atendió la vida familiar, del hogar y sobre todo la formación de sus hijos. Siempre dijo «presente» en fiestas infantiles, ceremonias escolares, celebraciones familiares; hizo recuerditos, manualidades de todo tipo, vestimentas, preparó invitaciones, vistió su casa, todo menos el pastel, porque le daba flojera.

Fueron tiempos de muchas carreras, de muchas jornadas, pero siempre se dijo que si había estudiado una carrera no podía solamente quedarse en casa lavando platos, no porque no era una mujer normal de esa época, sino que tenía que ejercer y cumplir muy bien en todo, es decir, formar ciudadanos de bien y aportar a su Oaxaca.

Para ello contó con el apoyo de sus padres quienes salieron de Jalisco para formar una familia que vivió en la Ciudad de México y luego se asentó en Oaxaca, aunque sin olvidar costumbres, comida y música: «¡Ay Jalisco no te rajes!» o «Guadalajara», que todavía escucho, dice.

Tiene familia en ambos estados, por eso siempre se ha sentido mitad oaxaqueña y mitad jalisciense, lo que le ha merecido críticas y hasta comentarios de conocidas, quienes le han dicho que si tanto habla de Jalisco, por qué no se va de Oaxaca.

Dora Cecilia Aceves responde que conoce y quiere a Oaxaca, lo cual queda plasmado en los libros que ha publicado con sus propios recursos: tres tomos de «Línea, color y textura», sobre casas, y otro dedicado a la zona donde vive: «Mi Barrio del Patrocinio», sobre costumbres, tradiciones, leyendas, familias, comercios, todo lo que hay en las 10 casas que rodean el templo del Patrocinio.

También escribió «Parece que fue ayer», sobre edificios que se han ido perdiendo con el tiempo, y tiene en proceso uno de pinturas rupestres de la zona arqueológica de Zaga, y el que, dice, va a ser su éxito: «Oaxaca, patrimonio edificado en extinción», en el que aborda cómo era la casa oaxaqueña y cómo es ahora.

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