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La cruenta lucha

Por Marta Guerrero González

Les decía la semana pasada que la lucha por el poder puede llegar a un capítulo de sangre. No opino que Andrés Manuel López Obrador esté en peligro, digo que cualquiera pudiera estarlo. El tan adelantado banderazo de campañas políticas por la presidencia ha dado con formas de ataque peligrosas. Los partidos políticos no pueden ser agentes del Ministerio Público (MP), ni fiscales, jueces o policías.

Si bien es verdad que exhibir actos de corrupción ayuda a la rendición de cuentas o por lo menos obliga a investigar los hechos, sabemos que en el país de los grandes escándalos de muy poco han servido los trapos al sol, a no ser de unas cuantas excepciones.

No hay defensa posible que justifique la corrupción, ni salida digna al acusar al denunciante y no al criminal. Tampoco podemos sorprendernos excesivamente, pues ninguno de los militantes partidistas es de origen sueco, suizo o nórdico. Todos son mexicanos con diferentes signaturas políticas. Cierto que el patronímico no exime, ni da razón a malas conductas.

Por el contrario, frente al conocimiento de la naturaleza humana habría que prestar cautela en la elección de los equipos y luego, vigilancia extrema para esas manos largas y esa tendencia de justificar los medios por los fines que algunos servidores tienen; costumbre que muchos partidos ocupan sin pudor alguno. Pero en la jefatura reside la responsabilidad, si bien no es necesariamente causa de comisión de delito o complicidad puede acercarse a ello; por negligencia, omisión deliberada o desconocimiento total (ceguera natural o autoimpuesta).

Urge renovar la casa, empezando por el modelo de democracia y el espíritu de servicio de los que se sirven del pueblo. Es fundamental obviar las cortinas de humo causantes de enorme confusión. Hemos luchado por el derecho a la información, veraz y oportuna, no es un eslogan, es un verdadero derecho. No deseamos osamentas sembradas, ni la explotación de figuras al estilo Hollywood, ni santos inquisidores con diamantes y extensos terrenos.

Primero que nada, queremos decoro, y luego, o primero, respeto a las instituciones si es que optamos por la exigencia de una verdadera impartición de justicia. Justicia donde tirios y troyanos por igual, paguen o sean absueltos, según sea el caso, sin importar quienes sean los protagonistas.

Por desgracia no podemos saber el costo contable en las urnas que tendrá todo el asunto del «videogate», pues del electorado se puede esperar todo; basta recordar la elección del antiinmigrante Schwarzeneger, quien ganó con el voto chicano.

Sin embargo, es legítima esperanza que nuestros gobernantes adquieran honorabilidad, madurez, eficiencia y de paso, vergüenza; la inteligencia nunca ha sido requisito indispensable en nuestro sistema de gobierno.

*Presidenta de la Asociación de Mujeres Periodistas Communica.

04/MG/GBG/SM

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