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La independencia económica ayuda a enfrentar la violencia de género

Por la Redacción

Ela Bhatt, una de las pioneras en el fenómeno de los microcréditos y de la lucha por el autoempleo femenino, piensa que la organización de las mujeres indias es el principal logro de las microfinanzas.

«No soy una banquera, soy una persona que organiza». Esto es lo primero que advierte a Canal Solidario Ela Bhatt, una mujer menuda que nació hace 73 años en la localidad india de Ahmadabad.

Bhatt es una abogada conocida porque en 1972 fundó la SEWA, una asociación india de mujeres autoempleadas que ha dado lugar a 100 cooperativas, entre ellas un banco homónimo especializado en la concesión de microcréditos.

Estuvo en Madrid recientemente para recoger uno de los premios Madrid Creatividad que conceden la Universidad Camilo José Cela y la Fundación SEK.

Cuando Bhatt empezó a trabajar como abogada, lo hizo tratando de defender los derechos de los trabajadores más desfavorecidos a través de los sindicatos. Sin embargo se dio cuenta de que muchos millones de personas pobres no tenían acceso a ningún tipo de protección ni legal ni por parte de la Seguridad Social. «Era un enorme grupo que alcanzaba al 90 por ciento de la población trabajadora», comenta a Canal Solidario.

POR LA LIBERTAD ECONÓMICA

En la actualidad, SEWA cuenta con 700 mil mujeres afiliadas y el banco con 93 mil depositarias, entre las que se está fomentando el espíritu emprendedor. La morosidad es sólo de un 6 por ciento.

El banco es corporativo, lo que quiere decir que las mujeres no son sólo clientas, sino que entre ellas se decide democráticamente la junta directiva y los beneficios son repartidos entre todas.

En su primer año de vida no produjo ni pérdidas ni beneficios. En los últimos cinco años, el banco ha aportado unos beneficios del 15 por ciento y dispone de servicios como cualquier otro banco: ahorros, créditos, seguros o pensiones, entre otros.

Sostiene que «la pobreza es un mal de los hombres y como tal debe ser resuelto por los hombres» y que, donde no existe la libertad, surgen problemas sobre todo para los más desfavorecidos, por lo cual «desde la independencia de nuestro país hemos estado trabajando para eliminar estos males».

Después de más de 30 años de batalla, piensa que «para que todos puedan disfrutar de la independencia y el bienestar, necesitamos también libertad económica». Es por eso que asegura: «He convertido la libertad económica de nuestro pueblo en mi misión en la vida».

Pronto, su trabajo se centró en el sector femenino, que dependía de un sistema que les hacía pagar hasta un 10 por ciento de intereses por sus préstamos o perder gran parte de lo que ganaban en el alquiler de los equipos que emplean para su labor, como carretillas o máquinas de coser. Estaban sentenciadas, dice Bhatt, «a pesar de trabajar duramente durante todas sus vidas, no lograrían nunca salir de la pobreza».

ACTIVISMO POLÍTICO

Una de las más duras críticas que se le ha hecho al sistema de microcréditos es que se centra en las consecuencias sin luchar contra las causas de los problemas: un sistema político y económico injusto.

Sin embargo, Bhatt piensa que SEWA también actúa a nivel político: «En realidad, todo lo que hacemos es de alguna manera acción política. Todo trabajo que se haga a favor de los pobres genera un cambio en el equilibro de poder a favor de los más desfavorecidos».

Por otro lado, la organización está trabajando con el gobierno para influir en sus políticas y la misma Bhatt ha trabajado en el parlamento durante seis años, en los que trató de «dar un poco de visibilidad al sector laboral informal, que de alguna manera era una entidad invisible».

MICROCRÉDITOS, NO PANACEA

Aún así, esta abogada considera que en la lucha contra la pobreza «los microcréditos son necesarios pero no son la única solución ni son con mucho suficientes para alcanzar este objetivo».

En su opinión, se debe enlazar esta herramienta con otras soluciones, ya que aunque las microfinanzas sean muy útiles «dependen también del mercado nacional y por eso pueden ser afectados por factores que están fuera de nuestro alcance».

«Necesitamos una solución integral en la que se incluya también un sólido apoyo político, incluso desde los bancos y empresas. Si el sector financiero piensa que los microcréditos son la única solución, si los gobiernos creen que con ellos podemos alcanzar los Objetivos del Milenio, me parece que aún queda mucho trabajo por hacer», advierte.

EL PAPEL DE LA MUJER

«En realidad, el principal aspecto que mejora con los microcréditos no es tanto la independencia financiera, sino la capacidad de empleo». Con ella, las mujeres adquieren fuerza colectiva, se apoyan mutuamente. Con esa independencia, tienen más fuerza para enfrentarse a «fuerzas negativas» como la violencia de sus parejas.

Piensa que tener en la India una ley a favor de la mujer y contra la violencia ayudaría, pero «no basta». Es «más importante» la organización que se ha logrado a través de este sistema y por eso las mujeres no deben ser meras beneficiarias o clientas de los bancos, sino miembros líderes e inversoras dentro de ellos.

«Las mujeres tenemos que convertirnos en líderes de nuestro propio proceso», concluye.

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