La desfachatez de los Estados Unidos toca con su inmoralidad, su desvergonzada capacidad para mentir al mundo, vender o exportar su «democracia» y hacer exigencia a gobiernos para que respeten los Derechos Humanos, claro está, pasando por su sagrado derecho de aplicación de la pena de muerte.
El gobierno de Estados Unidos controla la información, tortura en Irak, Guantánamo y Afganistán y, engaña o cree que engaña a un buen número de ciudadanos de su país en busca de un triunfo electoral que legitime su política.
Las barbaridades en Viet Nam parecen haberse olvidado y es sabido que la potencia no ha cambiado sus conceptos de imperio, de avasallamiento de los pueblos que no están en condiciones de enfrentarlo, amordazados y sometidos por sus propios tiranos.
La reciente publicación de las fotografías en las que aparecen soldados del ejército de los EEUU vejando a prisioneros iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib –antes, centro de torturas y ejecuciones de Sadam Husein-, borra cualquier posibilidad –si existía- de credibilidad. ¿Dónde está el pueblo estadounidense? ¿Dónde está su defensa por los Derechos Humanos?
No son suficientes las voces de algunos intelectuales y artistas. Es necesario y urgente que la ciudadanía se pronuncie. Los españoles se pronunciaron en las urnas ante las mentiras del gobierno después del atentado del 11 de marzo.
No es suficiente la solicitud de perdón del Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld porque como los buenos creyentes, peca reza y empata. Mientras la realidad no se dio a conocer, para él las evidencias no existían.
Tanto Rumsfeld como George Bush son responsables de la vergonzosa tortura a iraquíes denunciada por la CBS y ya advertida por Amnistía Internacional (AI)
No es suficiente jurar ante la Biblia y llorar frente a las cámaras. Ellos deberían ser juzgados en su propio país o como tantos autores de crímenes de guerra, juzgados por un Tribunal Penal internacional.
* Periodista colombiana residente en Madrid, Premio 2003 La Mujer en la Unión Europea
2004/GV