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La maternidad adolescente es lo conflictivo, no el embarazo

Por Magdalena Manami

El embarazo adolescente no tiene ningún problema, lo conflictivo es la maternidad adolescente, dice la psicoanalista Laura Kait, desafiando a quienes intentan analizar el fenómeno sólo como un problema económico o médico.

La falta de sentido en la vida, la carencia de recursos culturales y económicos y la ilegalidad del aborto son algunos de los factores que hicieron crecer la tasa de fecundidad adolescente, que muestra una tendencia ascendente desde 2003 hasta 2005, última medición oficial, después de 25 años de haber bajado en forma progresiva, informa la agencia Artemisa.

«Ahora es lo más importante en mi vida, pero cuando nació un día agarré el moisés y lo sacudí. Le gritaba ?¡¿qué querés, qué querés?! Ya la había cambiado, ya había tomado la teta, ya había dormido, ¡no la aguantaba más!», cuenta Carolina y su voz se exaspera como se debe haber exasperado seis años atrás cuando a los 15 años tuvo a quien hoy es la dulce Sofía.

La psicoanalista Laura Kait, que pasó por Buenos Aires para difundir su libro Madres, no mujeres. Embarazo adolescente, explica que «el embarazo adolescente no tiene ningún problema, es una nube. Están completas, completadas, llenas.

«Pero después hay un bebé que llora y demanda cada tres horas, y a los 15 días lo más normal es la adolescente quiera patear la cuna. Entonces lo que es conflictivo, difícil y prácticamente imposible es la maternidad adolescente», sintetiza.

En Argentina, según muestran los datos oficiales, la tasa de fecundidad adolescente volvió a mostrar una tendencia ascendente a partir de 2003 hasta 2005, después de 25 años de haber bajado en forma progresiva.

En contra de las especulaciones sobre la falta de información, especialistas y protagonistas aseguran que la mayoría de las chicas que quedan embarazadas saben bien cómo cuidarse. Las hipótesis corren por otros caminos: la falta de sentido en la vida, la carencia de recursos culturales y económicos y la ilegalidad del aborto, se entrelazan como factores objetivos y subjetivos que terminan en adolescentes embarazadas.

MADRES VÍRGENES

Esta especialista se pelea con todos aquellos que intentan abordar esta problemática desde un solo ángulo, defiende el psicoanálisis como forma de intervención, subraya la importancia de las condiciones objetivas y explica el origen de lo que llama las madres vírgenes.

Kait sostiene que la falta de sentido y la pregunta por el ser explican el aspecto subjetivo del embarazo adolescente. Pero en Argentina después de 2003, justo después de la crisis política y económica, la tasa de maternidad volvió a subir y quebró la tendencia descendente de los últimos 25 años.

En la última medición oficial que se llevó a cabo en 2005, 64 chicas de cada mil de entre 15 y 19 años fueron madres. Para entrelazar el mundo subjetivo y el exterior, Kait apuesta a lo que ella llama «la clínica del umbral», esa puerta entre el consultorio psicoanalítico y el afuera.

«Si no se trabaja en forma interdisciplinaria y transversal, no se entiende nada. Si este fenómeno sólo se analiza como un problema económico, o sólo como un problema médico, o psicoanalítico, estás dejando fuera parte de la cuestión», sostiene.

PUERTAS ADENTRO

Lo que asusta es la interrogación sobre el ser, dice.

«La pregunta sobre qué quiero ser cuando sea grande se reactiva en la adolescencia y da terror asumir las propias responsabilidades subjetivas. Entonces ?soy mamá, y ya está, ya soy grande y ni siquiera me tengo que plantear qué voy a hacer cuando sea grande porque las mamás son grandes?, suponen. Es una manera de tapar la falta de sentido».

El embarazo da un enorme sentido ilusoriamente, pero después esa burbuja se quiebra y se dan cuenta que eso que viene a la vida no las completa, las demanda, las exige, y es peor que seguir estudiando. Era mejor estar en el colegio y hacer los deberes que atender un bebé cada tres horas, argumenta.

Carolina pudo seguir estudiando en su colegio público de un barrio de la localidad bonaerense de Merlo. Las docentes le daban permiso para salir a amamantar y le tenían paciencia con los exámenes.

En casa estaba su hermana Laura, que con 18 años ya iba por el segundo bebé y cuidaba a los propios y a la beba de Carolina hasta que llegara del colegio. «Lo peor de todo es que todo el mundo se mete y no te dejan tranquila. Te dicen `quedaste embarazada, ahora jódete?. El padre era mi novio, era más grande que yo, tenía 26 años en ese momento, pero resultó ser un ?gil? y ni se hizo cargo nunca», relata Carolina.

EMBARAZO Y CONSUMO

Kait analiza este fenómeno con relación a la época: «El discurso capitalista promueve dos cuestiones: por un lado el consumo, la gente vale por lo que tiene o por lo que no tiene, pero por otro lado, ese objeto de consumo tiene que ser efímero, con fecha de caducidad, porque si no el sistema no funciona».

Entonces, la embarazada adolescente se rebela contra el discurso imperante porque el objeto que va a tener no es efímero ni tiene fecha de caducidad, es un hijo, con la ficción de que un hijo es para siempre.

En su libro, Kait desafía la mirada estereotipada sobre las madres adolescentes de las que se espera que sean pobres, incultas y muy jóvenes. Está lleno de madres subjetivamente adolescentes. Son mujeres que el único sentido de su vida son las y los hijos.

Cuando la hija o el hijo se va de casa la depresión es total, si es que se puede ir, porque ahora en esta época aparece la cuestión de que a los 38 años sigue viviendo con la mamá. Hijas o hijos no se van de casa porque no hay un padre o madre que diga «se acabó, basta». Si el hijo es lo que da sentido a tu vida, no vas a decir nunca «basta» porque te quedas sin sentido para la vida. Entonces sigues proveyendo, expone.

Marcela es de Moreno, tuvo a Raimundo, que hoy ya tiene cuatro años, a sus 24. No trabajaba, estudiaba Sociología en la Universidad de Buenos Aires vivía con su mamá y sus hermanos. «Cuando quedé embarazada no me quise hacer un aborto, no porque sea antiabortista, sino porque quería tenerlo. Después que nació, me encerraba en el baño a golpear las paredes», recuerda.

La psicoanalista cuenta que «la mayoría de chicas embarazadas venían a mi consulta sabiendo todos los métodos anticonceptivos, y sabiendo todo sobre el aborto. No usaban métodos anticonceptivos ni eran antiabortistas, porque la ilusión del hijo llena el futuro de la vida, llena las respuestas por el ser, le da una función».

Muchas colegas que trabajan en el interior del país contaban que en el momento en que estaban embarazadas era sólo cuando la pareja no las mataba a golpes, con lo cual era una ventaja el embarazo con la panza paraban la violencia, explica la especialista.

Y concluye, «con la maternidad tomaban un rol en la sociedad, porque antes de ser madres eran tratadas sin ningún valor y una vez que son madres a los 15 ya tienen un valor en la sociedad».

07/MM/GG/CV

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