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La pelota aún está en la cancha de los varones

Por Soledad Jarquín Edgar

El avance registrado en lo público todavía no se puede ver en lo privado donde los hombres también tienen que cambiar, «hoy la pelota está en el tejado de los hombres», sostiene la crítica española, Judith Astelarra, quien presentó aquí el libro «Veinte años de políticas de igualdad.»

En entrevista, la también doctora en sociología y catedrática de la Universidad Autónoma de Barcelona, en España, sostuvo que hoy las mujeres jóvenes «no tienen nada que ver con sus abuelas», las cuales crecieron y vivieron el franquismo.

Lo cierto, apunta la investigadora es que el proceso hacia la igualdad entre hombres y mujeres, donde las mujeres no sufran discriminación ni violencia, no se resuelve sólo con leyes o declaraciones de los gobiernos, las burocracias son lentas y los Estados son burocracias, lo importante es que los hombres y las mujeres quieran hacer algo diferente.

En el libro, Astelarra hace un análisis de tres generaciones de mujeres españolas a partir del franquismo y los cambios luego de la incorporación de políticas públicas de igualdad. Sostiene que la dictadura de Francisco Franco fue un ejemplo real del sistema discriminador para las mujeres, un sistema patriarcal que no existe ya en Europa y ni siquiera en América Latina.

Antes de la Constitución del 79, explica, las mujeres tenían que pedir permiso para cosas tan simples como abrir una cuenta bancaria o trabajar a la jerarquía del marido o del padre, pero en España se gestó un cambio «una España que quería ser diferente» y en ello iba también el cambio hacia la igualdad que proponían las mujeres, a través de las feministas.

Astelarra apunta que las reivindicaciones en contra de la discriminación de las mujeres trajeron la creación de instituciones y la implementación de políticas de igualdad para terminar con la herencia franquista. Veinte años después se puede hacer un balance.

En ese sentido, citó como avances sustanciales de las tres generaciones de mujeres españolas -pre-transición, transición y pos-transición- la incorporación a la instrucción pública del analfabetismo de las abuelas en un 45 por ciento a un mayor número de mujeres jóvenes con título universitario, incluso más que los hombres.

En cuanto a lo cultural, Astelarra preguntó si el hombre tiene que ganar dinero y la mujer quedarse en casa. La respuesta en desacuerdo con esa ideología fue del 18 por ciento de las abuelas y las nietas mostraron desacuerdo en un 83 por ciento, «sí hay cambios, es una generación que ya no tiene nada que ver con sus abuelas», destacó la investigadora.

Sin embargo, reconoció que se ha cambiado poco o muy poco en el ámbito del hogar, porque estamos en una sociedad compleja y complicada, donde los hombres se resisten a ese cambio.

Violencia respuesta a la emancipación

Pero, apuntó, el gran problema es que hay una mayor violencia contra las mujeres. Asesinan a las que denuncian o las que se han separado. A los hombres no les importa terminar en la cárcel o suicidarse después de matar a sus ex parejas «la rabia que les da la emancipación de las mujeres es más importante que sus vidas».

Por ello, apuntó han cambiado las mujeres, pero también deben cambiar las relaciones entre las mujeres y los hombres y para ello los hombres tienen que ser distintos. Hoy, las españolas como las europeas están en el proceso de la conciliación, negocian la incorporación de unas al ámbito público y de otros al ámbito privado.

La fuerza en el trabajo

La feminista, quien durante 10 años integró el Consejo Rector del Instituto Nacional de la Mujer en España, recalcó que la biología siempre ha servido para legitimar las profesiones, unas para hombres y otras para mujeres.

Se cree –dice entre risas- que las profesiones que requieren fuerza son para hombres, «pregunto, para ser presidente de un país, rector de una universidad o director de un periódico ¿se necesita fuerza? No, ¿verdad que no? –contesta y apresura sus palabras- Entonces esas son profesiones femeninas, para las mujeres.

La fuerza física es un imaginario que se utiliza para justificar actividades femeninas y masculinas que nada tienen que ver con el cuerpo. Pero si tienen que ver con que siempre lo masculino tiene más prestigio, más dinero, más salario, más jerarquía.

De ahí que propone cambiar la identidad de las personas, el Estado y en ello las políticas públicas hay partes que pueden cambiar y otras que no, otras que tienen que ser cambios sociales o culturales.

Astelarra considera que la sociedad está ya en una democracia y se debe permitir que se reivindique la jerarquía de unos sobre las otras.

México debe corregir las desigualdades

La autora de «Veinte años de políticas de igualdad» y responsable del proyecto europeo Olimpia de Gouges sobre instrumentos para políticas públicas de género, sostuvo que en México los hombres y las mujeres tienen problemas comunes, entre ellos la falta de institucionalidad, la desigualdad extrema, donde las mujeres están buscando sus espacios y luchando contra la discriminación.

Por ello, sostuvo, se necesita un gran proyecto social para corregir desigualdades y esa debe ser una meta compartida socialmente. Debe consensuar un proyecto para tener «de verdad una reforma de estado».

«Veinte años de políticas de Políticas de Igualdad» fue presentado ayer, por la directora regional para México, Centroamérica, República Dominicana y Cuba del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), Teresa Rodríguez, la directora del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), Josefina Aranda Bezaury y Gloria Zafra, también investigadora de la misma institución.
06/SJ/MR

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