Inicio La trata, otra forma de violencia contra las mujeres

La trata, otra forma de violencia contra las mujeres

Por Sanjuana Martínez

«Tengo 10 años y soy adicta a la piedra. Nací en una comunidad muy pobre de Veracruz, y un día un señor me jaló y me llevó a un burdel, en Coatzacoalcos, Veracruz. Ahí éramos como 40 niñas, de entre ocho y 12 años. Llegaban señores algunos de traje, otros con overol o camisas beige y un escudito, y nos obligaban a sentarnos en sus piernas y hacer «otras cosas». Como no queríamos y nos dolía, nos obligaban a inhalar piedra.

El testimonio de ésta niña forma parte del largo informe «La trata de mujeres y niñas para la explotación sexual», realizado por la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés), que considera este delito como parte de la violencia contra las mujeres; este crimen es el segundo más redituable después del narcotráfico, el cual genera más de 32 mil millones de dólares de ganancias cada año. El crimen organizado recluta alrededor de cuatro millones de mujeres y niñas anualmente.

Esta menor de edad fue rescatada por la CATWLAC junto con otras niñas y pudo contar su historia: «La dueña nos arreglaba y cada vez que llegaba uno o varios clientes nos despertaban, nos hacían inhalar y nos sacaban a la sala para que los señores escogieran. Le cobraban 500 pesos a cada uno. Teníamos que atender como a diez señores cada una. Y cuando ya no pensábamos y se nos escurría la baba, nos echaban a la calle, como basura, y traían nuevas niñas.

«La dueña, tenía un jefe que nunca supe cómo se llamaba, pero que también le pegaba muy fuerte. Cuando iba le pedía el dinero y le gritaba que era una pendeja. Un día llegó la policía y nos rescató. Nos llevaron a un hotel y ahí nos estaba esperando personal de la coalición, nos ayudaron mucho. Buscaron a nuestras familias y a muchas se las llevaron a un hospital».

Añade: «Me acuerdo que una de mis compañeras, una que le decían la Chiquis, se metió a bañar, y pasaban y pasaban las horas, y se seguía restregando con el zacate. Y por más que le decían que ya estaba limpia, que ya no se tallara, que se iba a sacar sangre, seguía tallándose con mucha fuerza, y gritaba que se quería borrar todo lo que esos viejos cochinos le habían hecho. Nos dieron de comer, y ya luego llegaron y nos llevaron a todas a un albergue especial para que pudiéramos aguantarnos cuando necesitábamos la piedra. Muchas de mis compañeras ya no se pudieron recuperar, ni regresar con sus familias.

«Otras aquí seguimos, tratando de recuperar nuestra infancia, nuestros sueños. Dice la psicóloga que debemos tener un proyecto de vida. Pero es bien difícil olvidar lo que nos hicieron. Ya voy a la escuela, pero me cuesta mucho que me toquen. Voy a seguir tratando de recuperar mi vida. Hoy ya tengo 16 años y muy pocas esperanzas y sueños.

LA ESCLAVITUD DEL SIGLO XXI

En entrevista, Teresa Ulloa Ziáurriz, directora regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, afirma que la trata es una forma grave de violencia contra las mujeres, algo que con el avance del crimen organizado en México ha ido agravando los niveles de violencia que sufren las mujeres y niñas: «desgraciadamente, hasta el momento el gobierno mexicano no ha dado una respuesta efectiva y lo que existe es la impunidad».

La trata es un delito transnacional unido a la feminización de la pobreza, a la inmigración o la delincuencia organizada. Las víctimas padecen falta de libertad, amenazas, extorsión, violencia e incluso la muerte.

«Me dicen Rosi. Tengo 13 años de edad. Nací en una comunidad muy pobre del Estado de México, en el Municipio de Teotihuacán. Mi papá viajaba mucho a los cultivos de temporal, buscando enviarnos dinero para nuestro sustento. Mi mamá subía al cerro y cultivaba maíz, nopalitos, y los vendía para acompletar el gasto. Pero siempre tenía su mirada muy triste, porque extrañaba a mi papá. Yo estudiaba el segundo año en la Telesecundaria, y ahí conocí a Gloria, quien me dijo que ella se iba ir con su tío a Estados Unidos a trabajar para ayudarles a sus papás, porque también eran muy pobres.

«Ese día que me lo contó, me quedé pensando, si ella puede, ¿por qué yo no? Al llegar a mi casa, vi que mi hermanito Juan traía un agujero en la suela de su zapato, y mi mamá muy triste le decía que no alcanzaba para comprarle zapatos nuevos, que se los iba a llevar a remendar. En la escuela Gloria me seguía contando maravillas de su tío y de todas las personas que había pasado del otro lado a trabajar, y cómo habían podido ayudar a sus familias. Ella me dijo que había vacantes en Kentucky y en Mc Donals, y que ella se iba a ir a trabajar ahí»

«En una de ésas, agrega la víctima, me dijo que si no me quería ir con ella. Después de mucho pensarlo le dije que sí, que yo me quería ir del otro lado a trabajar para ayudar a mi mamá. Hoy, cuando lo pienso, me doy cuenta que todo estaba perfectamente planeado para engañarme y que me ensartara yo solita.
Gloria me dijo que ella me avisaba, pero que no le dijera nada a mi mamá».

Rosi cuenta que aceptó irse y le avisó a su madre, pero ella no le creyó: «Y un día, Gloria me dijo que ese día a las ocho de la noche me esperaban en su casa. Mi mamá no estaba, porque tuvo que ir a la Ciudad de México a acompañar a mi hermana al doctor; mi hermana estudiaba en la Escuela de Antropología y vivía en el D.F. Yo le tuve que avisar a mi hermanito y, con una muda de ropa, me fui para la casa de Gloria, no sin antes prometerle a mi hermanito que le iba a mandar billetes verdes para que le compraran una pelota.

«Cuando llegó mi mamá y mi hermanito le contó, me fue a buscar a la cada de Gloria, pero llegó muy tarde; para entonces ya me había escondido en otra casa de un señor que me dijo que era el tío de Gloria. Gloria no se vino conmigo. Al otro día, al amanecer, me sacaron a escondidas en una camioneta. Perdí la noción del tiempo. Viajamos muchos días hasta que llegamos a la frontera y me hicieron correr por el desierto, y me dijeron que tuviera cuidado de que me viera la migra.

«Una vez del otro lado, me subieron en una camioneta blanca, la que me llevó a Carolina del Sur. Ahí me dejaron en una casa muy elegante, donde una señora que se llamaba Guadalupe me bañó, me peinó, me maquilló y me puso ropa fina y perfume. Me dijo que ahí iba yo a ganar mucho dinero y que le iba a poder mandar muchos dólares a mi familia. Me llevaron a un cuarto, y ahí, un señor que hablaba muy raro pagó un gran fajo de dinero, hoy supe que eran cinco mil dólares, a la señora. Me encerraron en el cuarto con él para que me violara. Cuando yo me resistía, él me daba de bofetadas. Era mucho más fuerte que yo, entonces yo sólo tenía 11 años».

El infierno de Rosi sólo acababa de empezar…

09/SM/YTGTR

Este Web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerle una mejor experiencia y servicio. Al navegar o utilizar nuestros servicios el usuario acepta el uso que hacemos de las cookies. Sin embargo, el usuario tiene la opción de impedir la generación de cookies y la eliminación de las mismas mediante la selección de la correspondiente opción en su Navegador. En caso de bloquear el uso de cookies en su navegador es posible que algunos servicios o funcionalidades de la página Web no estén disponibles. Acepto Leer más

-
00:00
00:00
Update Required Flash plugin
-
00:00
00:00
Ir al contenido