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Marcan los medios con la moderna letra escarlata a las mujeres

A lo largo de la historia, la mujer ha estado marcada por estigmas y arquetipos que han condenado su voluntad a una imagen hoy reflejada en los medios de comunicación.

Este icono feminizado predomina en la programación televisiva, y de radio, en las noticias y se transporta a través de la cultura para instaurarse en el lenguaje. En América Latina las heroínas no están muy alejadas de las costumbre antiguas, de los ritos tribales, de las costumbres medievales.

Desde el imperio griego hasta el absolutismo francés y el desarrollo de las sociedades industriales del siglo XX, la imagen de la mujer ha oscilado siempre entre la sumisión y la ignorancia.

Ha sido condenada a cargar una letra escarlata que en la actualidad es difundida por las tecnologías. Basta buscar en el navegador de algún software de Internet para encontrar que el estereotipo femenino ha transitado del campo y la sociedad agrícola, a la ciudad y la cultura mediática.

Es a través de los medios como permanece el mito de la mujer. Como en la cultura helenística, hoy en día cuando una mujer llega al poder es satanizada, ya sea un puesto público y peor si está frente a una empresa.

No sólo por ocupar un puesto reservado para algún varón, sino porque culturalmente a la mujer se le ha cargado de un valor simbólico negativo, de intriga, traición y «mala fe».

MUJERES MALIGNAS

Esta referencia subjetiva perdura a través de la publicidad, los informativos y las series televisivas. Un ejemplo claro son las telenovelas o «reality shows», donde se refuerza la idea de una mujer «maligna» relacionada con la búsqueda del poder y de una mujer «buena», que alcanza su plenitud siempre a la sombra del hombre, que desde el antiguo Egipto hasta nuestros días aparece como protector providente.

En estos melodramas siempre la malvada es solitaria, mientras que el resto de las protagonistas o espectadoras, aparecen piadosas y angelicales.

Esta feminización ha estado asociada en las sociedades antiguas con la religión y sus consecuentes mitos. En España, Italia, Polonia, los Países Bajos, Francia, Alemania y Estados Unidos, en el siglo XVI se llevaron a cabo las cacerías de brujas, mujeres estigmatizadas por un supuesto pacto con el demonio.

En este caso la bruja representaba la antítesis de la mujer normal en una sociedad agrícola cien por ciento, además de que rompía con los arquetipos femeninos construidos en culturas dominadas por hombres.

La bruja vivía sola, hablaba de igual a igual, cuando no superior, a los varones, era independiente en el bosque, que es la antítesis de lo urbano, gobernaba regiones que son peligrosas como la salud, el dinero y el futuro (1).

En contraparte de la bruja, la sociedad estableció como estereotipo la feminización religiosa, unida al trabajo doméstico y al servicio.

Las monjas se convirtieron en el modelo a seguir, para eso tenían que renunciar a todos sus derechos. Esta ambivalencia que perdura y se transmite con el lenguaje, ha sido inculcada por la familia, la escuela, la religión, la política y los nuevos sistemas de dominación social: los medios de comunicación.

A través de la industria mediática continúa las brechas entre hombre y mujeres. En algunos casos se ahondan y se manifiestan como ritos urbanos: la pornografía digital, el fetichismo, los centros de diversión, los «talk shows» y los deportes, entre otros.

Cuando una mujer sale de los cánones establecidos pierde el encanto mediático. Tal vez pueda aparecer en pantalla y un periódico dedique una noticia a su actividad. Pero no será por haber obtenido un nuevo derecho, sino porque será un ser inadaptado que no encaja dentro del tejido social.

Referencias:

1. Nacionalismos, xenofobia y racismo en la comunicación, Perceval Ma José, Editorial Paidós, España 1995.

* Analista de medios en Zacatecas, México.

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