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Maternidades argentinas: cuando mi cuerpo no es mío

Por Lorena Villafañe/corresponsal

El Hospital Luis Lagomaggiore de Mendoza es un ejemplo de cómo se maneja la salud sexual y reproductiva en las maternidades argentinas, donde ser o no ser madre es una decisión en la que intervienen no sólo las mujeres sino también la subjetividad de las y los médicos.

El hospital Luis Lagomaggiore es la maternidad más grande de la ciudad de Mendoza y es un centro complejo de referencia regional en la atención de patologías complejas y como centro de investigación y docencia. Lleva el nombre del profesor de literatura peruano que marcó una línea de acción de avanzada en atención primaria de la salud en esta provincia. Una línea que se sostiene pero que, como también puede haber ocurrido en aquellos años, está impregnada de la subjetividad de las y los médicos que toman decisiones en temas de salud sexual y reproductiva.

Este hospital se creó en la época de la fundación de la provincia (1561). Las intervenciones de Lagomaggiore en las distintas gestiones de este nosocomio (a partir de 1913) y en el área de salud de la provincia fueron innovadoras y tuvieron resultados «extraordinarios», pero fue en 1982 que se convirtió en un hospital Materno Infantil. Y desde 2000 –a partir de la resolución ministerial 2492, por la cual se creó el Programa de Salud Reproductiva de Mendoza– viene trabajando en temas de salud sexual y reproductiva.

Como Hospital de la Mujer, cuenta con programas especiales, como el del Grupo de Autoayuda para pacientes que padecen cáncer de mama, la Sección de Infanto-juvenil y Adolescencia, un Consultorio de Planificación Familiar, Sección de Patología Cervical que hace pesquisa sistemática a todas las pacientes que van al Servicio de Ginecología y una Sección de Oncología Ginecológica.

Las mujeres que asisten a este hospital, en su mayoría, provienen de núcleos familiares con escasos recursos económicos. Algunas con un historial de violencia familiar, abuso sexual, violaciones, desinformación y, por ende, pocas posibilidades de elegir qué hacer con su cuerpo.

El Consultorio de Planificación Familiar funciona en el Servicio de Ginecología y, a partir de junio de este año, también tiene un espacio de atención en el área de Maternidad. El consultorio de Salud Reproductiva de esta área se creó a través de un proyecto de la médica Roxana Cabrera.

Ella y su equipo captan a las mujeres que acaban de parir. Se las asesora, se detectan enfermedades e infecciones y se les suministra el método anticonceptivo que consideren más adecuado. Allí llegan también los casos que derivan los centros de salud, los hospitales psiquiátricos y la Dirección de Familia.

«Se les recomienda el método anticonceptivo a la medida de las necesidades para que puedan elegirlo. También se hacen colposcopías, papanicolaus y se colocan DIU. Aquí vienen chicas desde los 12 años en adelante; a veces tienen 12 y han sido violadas, así que se les asesora. La idea es trabajar en equipo con el personal del Lagomaggiore y recibir las derivaciones», explicó Cabrera.

LA LIGADURA NEGADA

La tarea del consultorio inicia cuando la madre termina de parir. Las trabajadoras sociales las entrevistan y las derivan al Área de Salud Reproductiva. Algunas mujeres contabilizan el quinto o sexto parto. De ellas, están las que ya no quieren tener más hijas o hijos y piden que les liguen las trompas de Falopio para dejar de concebir. Sin embargo, esto en general no es posible si no hay una causa médica.

Desde 2000, con la creación del Programa de Salud Reproductiva, Mendoza cuenta con una resolución ministerial que autoriza la realización de este tipo de intervenciones. Pero sólo en los casos en los que la vida de la mujer corre peligro o cuando no son aplicables otros métodos anticonceptivos. El caso es analizado luego por una Comisión de Bioética, que toma la decisión final.

Si bien la provincia también cuenta con una Ley de Contracepción Quirúrgica, que se aprobó en noviembre de 2005, este documento está en manos del Ejecutivo desde ese entonces, a la espera de una reglamentación que finalmente no va a ser posible. Entre otras cosas (además de la falta de voluntad política) porque contiene dos artículos que no son factibles de aplicar. Uno de ellos pide a la mujer la autorización de su pareja para poder realizarse la intervención. El otro, habla de la reversibilidad del método quirúrgico, lo cual no es real.

En este contexto, el Lagomaggiore es el hospital público que capta la mayor cantidad de mujeres en edad de gestación. Bajo el paraguas de la resolución del Ministerio de Salud, desde 2000 hasta octubre de este año, se han realizado 717 ligaduras tubarias. La mayoría se hizo tras la cesárea (398). El resto, por una operación a cielo abierto después del parto (319). El número de ligaduras fue creciendo a través de los años. De hecho, en 2000 sólo hay 1 contracepción quirúrgica registrada.

DERECHOS EN LA PRÁCTICA

Si bien Mendoza ha avanzado aceleradamente en la puesta en marcha de políticas públicas para hacer valer los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres de la provincia, aún quedan agujeros negros en su aplicación.

En el caso del Lagomaggiore, esto se ve reflejado en decisiones que algunos médicos han tomado a partir de sus creencias o reticencias a poner en práctica el Programa en su totalidad. Es así que, a pesar de que este hospital cuenta con un laparoscopio para realizar las ligaduras tubarias, éste no ha sido utilizado nunca porque las y los médicos del Servicio de Ginecología han presentado objeción de conciencia para hacer estas intervenciones.

El laparoscopio se encuentra en Ginecología y, según el funcionamiento de este hospital, cada servicio administra sus recursos. Más allá de eso ?comentaron fuentes calificadas que prefirieron no identificarse-, los profesionales a cargo tampoco estarían capacitados para ligar trompas por laparoscopia. Si bien había quienes estaban dispuestos a especializarse en este tipo de cirugía, nunca se hizo efectiva. «Pero hay gente para dar respuesta», cerró el tema la directora del hospital, Sara Papa.

De manera que la tarea de atender a los pedidos de las mujeres autorizadas por el comité a ligarse, estaba a cargo de dos médicos que se dedicaban exclusivamente a esto. Pero ambos renunciaron «por razones particulares» a lo largo de 2006, según comentó Sara Papa.

A mediados de 2005, estas operaciones estuvieron suspendidas algunos meses porque estos médicos recibían como pago un sueldo compartido de alrededor de mil pesos, según comentaron fuentes allegadas a esta situación.

En este momento, estas operaciones están a cargo sólo del Área de Salud Reproductiva que funciona en Maternidad. La médica responsable, Roxana Cabrera, explicó de qué manera se actúa: «Se trabaja a través de un comité interdisciplinario (obstetras, ginecólogos, sexólogos, trabajadoras sociales). Ellos evalúan a las pacientes que traen el pedido del médico de cabecera y se revisa su situación socio-económica, psicológica, sexual, gineco-obstétrica y clínica para dar curso al pedido».

Hasta octubre de 2006, se habían realizado 108 ligaduras de trompas (de las cuales sólo 38 se hicieron por laparotomía). Mientras que, en 2005, se registraron 191 intervenciones de este tipo, a pesar del paro de las y los médicos.

Dado el marco legal existente, si una mujer está sana, tiene 20 años y 6 hijos, por más que solicite una contracepción quirúrgica su pedido no tiene curso. Este caso hipotético fue planteado a Cabrera, la médica encargada del consultorio, y contestó que «en esa situación le decimos que no es candidata a la ligadura porque hay otros métodos y no presenta razones médicas. En esas situaciones presento mi objeción. Cuando salga la ley la paciente tendrá derecho».

Y agregó: «Muchas pacientes vienen y dicen: ?Yo me quiero ligar? y resulta que no tienen información. Pero, con asesoría, el 50 por ciento elige otro método. Si no pones un tope y no informas, se ligarían todas las pacientes».

EL PESO DE LAS MUJERES

En este consultorio no sólo se asesora y atiende a las mujeres de maternidad, también a aquellas que vienen por su cuenta. Pero los deseos de algunas mujeres no siempre son concedidos por su pareja y la responsabilidad del cuidado que hay que tener para evitar infecciones y embarazos recae, en la gran mayoría de las veces, sobre ellas.

¿Quién evita un embarazo si un pariente las viola o si no consiguen que su pareja use preservativos porque es violento o adicto? Hoy por hoy, las políticas públicas siguen haciendo recaer la responsabilidad del embarazo o del contagio únicamente sobre la mujer.

Pilar no tiene marido. Con sus 22 años, lleva dos abortos y está embarazada de su sexto hijo. Todos han nacido en parto normal sin complicaciones. Su caso, para su desesperanza, no es para ser candidata a la ligadura. Tampoco lo son otros que dio a conocer la misma Cabrera. «Hay chicas de 13 años con tres hijos y chicas de 20 con cinco». Estas chicas salen con una recomendación, preservativos y pastillas anticonceptivas que no siempre consiguen hacer valer.

Según un estudio que realizó en este hospital la socióloga Rosana Rodríguez, para la beca de la Comisión Nacional de Programas de Investigaciones Sanitarias, del Ministerio de Salud y Ambiente (Conapris) 2005, en la mayoría de las ligaduras que se han hecho allí han predominado las causas médicas. Por supuesto, en ellas han estado presentes también las causas sociales o psicológicas.

«Por las condiciones de pobreza en las que viven muchas mujeres, está la imagen dominante de que deben quedar embarazadas, como su máxima realización. A pesar de esto, la mayoría de las mujeres que pedían la ligadura decían que lo hacían para seguir vivas para sus propios hijos. Las que ya se la habían hecho, las recomendaban a otras mujeres y no se han arrepentido. Es más, ahora disfrutan de su sexualidad sin el fantasma del embarazo no deseado», comentó Rodríguez.

En este hospital -según la jefa del Servicio de Riesgo Perinatal, Clara Carusso-, cerca del 20 por ciento de los embarazos son adolescentes. De ellas, el 57 por ciento no tiene pareja estable.

«Los que son producto de violaciones (a veces de familiares) son los menos. Habitualmente es por falta de conciencia. Las adolescentes tienen pensamiento mágico. Creen que no se van a embarazar porque todavía son chicas», explicó. Y, en esto, no hay diferencias de clases sociales. «No es que las adolescentes de clase media y alta se quedan embarazadas menos, sino que acceden más al aborto», aclaró.

La atención de la salud sexual y reproductiva en el Lagomaggiore está, como muy probablemente suceda en otros nosocomios públicos del país, en manos de profesionales de la medicina que no siempre trabajan respetando las decisiones individuales y los derechos adquiridos de las mujeres a las que deben atender.

UNA REALIDAD VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

El estudio que realizó en el hospital Lagomaggiore la socióloga Rosana Rodríguez concluyó en octubre de 2005. De los 1190 casos de ligadura tubaria que había en la provincia, tomó una muestra de 641 expedientes.

De allí surgió que la mayoría de las mujeres que habían solicitado esta cirugía tenían más de tres hijos; su edad media reproductiva es de 34 años y han tenido un promedio de: 5 hijos, 7 embarazos, 5 partos normales, 2 cesáreas, 2 abortos espontáneos. La mayoría de ellas tiene pareja estable. En cambio, las que están en crisis o no tienen con quién dejar a las o los hijos, no van a solicitarla. El 74 por ciento fracasó en el uso de anticonceptivos.

En cuanto a su situación socio-económica, el promedio de ingreso mensual de estas mujeres es de 249 pesos (para cuatro miembros familiares), el 98 por ciento no cuenta con una obra social, el 70 por ciento está por debajo de la línea de indigencia, el 25 por ciento tiene un plan social, el 74 por ciento carece de vivienda propia, en el 9 por ciento de las viviendas no hay electricidad, el 37 por ciento cocina a leña porque no tiene gas en red ni envasado, el 24 por ciento de las viviendas no tiene drenajes, el 19 por ciento no cuenta con agua potable y el 33 por ciento tiene un baño precario.

Con respecto al nivel educativo, el 62.5 por ciento tiene hasta la primaria completa y un mismo porcentaje es ama de casa.

De los 641 expedientes, 130 fueron rechazados por el Comité de Bioética del hospital. En el 7 por ciento del total no hubo coincidencia entre las y los médicos, pero en estos casos las ligaduras se autorizaron igual.

El tiempo que transcurrió para la aprobación de los expedientes, en la mayoría de los casos fue de menos de un año, pero el 21 por ciento debió pasar de 12 meses a 3 años aguardando por una respuesta del Comité de Bioética. La espera termina, en la mayoría de los casos, en el abandono del trámite.

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