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Morir a pedradas

Por Marta Guerrero González

La pequeña Wasila quedará sin su madre el próximo enero. De nada le servirá vivir en Nigeria, el país más poblado de Africa (130 millones de habitantes) la inocente bebita se sentirá sola.

Nadie puede saber lo que espera a la nena, pero sí sabemos de la fuerte y constante crueldad hacia las mujeres nigerianas. Un país de una gran brutalidad, intransigente y desbordado en sus revanchas públicas.

Los castigos corporales, humillaciones, amputación de miembros, marcas de fuego, flagelación y ejecuciones son parte cotidiana de la Ley del Talión o ley «ojo por ojo» que data del Antiguo Testamento y que miles de musulmánes aprueban sin recato y con pasión virulenta.

La diversidad religiosa, política y étnica desemboca en enfrentamientos armados que cobran miles de muertos. Frente a la carencia y necesidad predomina la discriminación y el desprecio, sobre todo para el género femenino.

Es el caso de Amina Lawal quien ha sido sentenciada a la muerte por lapidación por quedarse embarazada después de divorciarse: No obstante la probada «culpabilidad» de la mujer, el supuesto padre negó su responsabilidad y de inmediato fue absuelto.

Supongo que Wasila fue concebida por obra y gracia del cielo. El 50 por ciento de los habitantes son musulmanes, el cuarenta cristianos, 13 de los 36 estados han adaptado como base legal la Sharía en contradicción federal que versa «no convierte en legítimo algo que es inhumano y contrario al derecho nacional».

El nuevo ministro de Justicia nigeriano, Kanu Agabi ha expresado que dicha Ley Islámica o código Penal Islámico, Sharía, es inconstitucional porque «viola los compromisos constitucionales nigerianos respecto a los derechos humanos y a la no discriminación en función de la religión o el sexo».

Sobre la apelación de Amina un tribunal del norte emitirá su veredicto en septiembre, su abogado Khadi Aminu Ibrahim ha recurrido a los tribunales internacionales en respuesta de la cerrazón de los jueces de su país.

El mundo recaba firmas y reprueba contundentemente el cruel castigo, independientemente de aplaudir la libertad de elegir cuándo, cómo y con quién tener relaciones sexuales. Amina merece vivir, Wasila debe crecer con su madre. El mundo de la represión debe acabar de una vez.

2003/MG/MEL

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