La iglesia católica argentina se indignó hoy por la Ley de Salud Sexual y Procreación Responsable que este jueves aprobó el Congreso y que, entre otras cosas, permitirá distribuir anticonceptivos en hospitales públicos para prevenir el embarazo de adolescentes.
Sin embargo, la institución religiosa ha guardado silencio desde la semana pasada ante el escándalo desatado por las acusaciones contra el sacerdote Julio César Grassi, dirigente de la Fundación «Felices los niños», a quien se responsabiliza de haber abusado sexualmente de por lo menos tres menores.
Gracias a su carisma mediático, durante años Grassi se convirtió en el representante eclesiástico más famoso de Argentina, popularidad que expandió a través de su presentación en programas televisivos, radiales y continuas entrevistas en la prensa escrita.
La semana pasada, un programa televisivo difundió testimonios anónimos de tres niños que dijeron haber mantenido contactos sexuales con el sacerdote, arrestado después en medio de uno de los mayores debates de los últimos meses, entre quienes lo acusan y quienes lo defienden, incluidos los medios de comunicación.
Frente a todo ello, la iglesia guardó silencio y se limitó a solicitar «prudencia» en los juicios que se emitieran en torno al caso.
Por el contrario, apenas el jueves el Congreso sancionó una ley para promover la utilización de métodos anticonceptivos, y la iglesia católica alzó inmediatamente la voz de protesta.
«En la medida en que se promueva la prescripción de elementos y métodos anticonceptivos no conformes al orden natural, se lesiona la dignidad de las personas y es moralmente inaceptable», señala un comunicado de la Conferencia Episcopal.
«La normatividad no incluye explícitamente la educación por la castidad», continúa, «siendo la formación en esa virtud el camino más seguro y eficaz para alcanza la mayoría de los objetivos explicitados».
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