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Mujeres afganas ponen el burka de moda

Por la Redacción

Un diseñador italiano, diez mujeres de Kabul y una agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) trabajan en una atrevida idea: hacer de la tradicional prenda asiática algo aceptable para las afganas y apetecible para las europeas. Los bocetos ya están listos

¿Y si el burka se pusiera de moda? Olvídense de la fantasmagórica imagen de mujeres cubiertas de pies a cabeza con una tupida tela e imaginen una vaporosa túnica de lino con capucha, de holgada manga corta y sensual cierre abotonado al hombro o, incluso, una línea de moda basada en el tradicional traje asiático.

La idea de hallar un punto de encuentro entre el burka y Occidente, aceptable para las afganas y apetecible para las europeas, está a punto de ser realidad gracias a la ONU y a un estilista italiano al frente de una decena de mujeres afganas; así lo afirma la agencia Red Internacional de Mujeres Argentinas (RIMA) con base en información de elmundo.es

Pese a lo que se cree en Occidente, en Afganistán, como en Pakistán, Arabia Saudita o India, la tupida túnica es una opción de muchas mujeres -y una obligación para muchas otras- a la hora de elegir su atuendo.

Ellas lo explican por motivos culturales y porque les permite protegerse de familiaridades indebidas por parte de desconocidos: les otorga un espacio físico único, a salvo de miradas indiscretas. Pero la modernidad no tiene por qué estar reñida con los hábitos tribales.

Eso fue lo que pensó Dominique de Bonis, directora de Programas del Fondo para el Desarrollo de la Mujer de Naciones Unidas (Unifem, por sus siglas en inglés) en Afganistán. «En los últimos dos o tres años, muchas organizaciones trabajaban con mujeres afganas, consideradas las víctimas absolutas de este país. Habían descubierto su gran capacidad para realizar trabajos textiles e invertían en su formación, pero no había salida para sus productos».

El mercado local de alfombras está más que saturado, y no hay calidad ni medios para competir en el mercado internacional, cuenta en su oficina de Kabul. «Por eso pensamos que no había que seguir formando, sino aglutinar a las afganas que ya sabían coser para ayudarlas a crear su propio negocio».

A ello contribuye una situación desconocida: cuatro años después de la caída de los talibán, existe en Afganistán «un mercado exigente, mujeres con un cierto nivel adquisitivo -casi todas empleadas de organismos internacionales- cansadas de la ropa que viene de China o Pakistán», que se caracteriza por la aburrida uniformidad de las líneas, e interesadas por la moda.

Por tanto, existía el capital humano, la materia prima (lino, algodón, tejidos sintéticos) y también un mercado potencial, pero faltaba que surgiera una iniciativa por parte de mujeres cuyo espíritu emprendedor ha sido castrado durante las últimas décadas.

De proporcionarla se encargaría Dominique, pero para competir con los centenares de sastres que cosen burkas y otra ropa femenina en el país hacía falta algo absolutamente revolucionario, nunca visto en el país: creatividad. Así entró en escena el diseñador Daniel Verola.

Dominique y Daniel se conocieron en Roma el pasado junio, casi por casualidad, pero el entusiasmo de aquélla alimentó la curiosidad del italiano, formado en la Academia Internacional de Alta Costura Koefia de Roma, quien aceptó entrar en un proyecto a priori descabellado: la moda made in Afganistán.

Un contrato de tres meses -ampliable a seis si lo requiere la situación- fue suficiente para que el estilista de 30 años cambiara su domicilio en la cosmopolita ciudad de Londres por una humilde casa de huéspedes contratada por la ONU en la capital afgana.

Llegó hace tres semanas con decenas de fotografías de ropa afgana realizadas por las colaboradoras de Dominique en las tiendas de Kabul y un trabajo previo de documentación. Tras recorrer los comercios locales para ver qué había disponible, preguntó a las chicas empleadas por Unifem qué tipo de ropa llevan, cuánto gastan en vestirse y qué les gustaría ponerse.

«Me sorprendieron las respuestas porque bajo el burka utilizan ropa bastante atrevida, aunque sin llegar a los límites europeos», asegura.

Con la información recogida, Daniel comenzó a dibujar bocetos de posibles burkas evolucionados y con novedosos complementos. Lo primero era seleccionar a las modistas que harían realidad la línea de moda, cuyo nombre, Burka, Daniel tuvo claro desde el principio «porque deben reconocerse en ella las afganas y queremos que se asocie inmediatamente a Afganistán».

«El burka puede resultar incluso una idea bonita, porque representa el pudor, y podemos transformarlo quitándole el valor negativo que tenía en el pasado».

Junto a Dominique, Daniel eligió a 10 modistas entre las mujeres ya formadas por diversas ONG: «Algunas cosían con una delicadeza impresionante, otras sabían cortar de forma especial». Tras ser seleccionadas, las mujeres, de entre 23 y 45 años, todas ellas casadas y en paro, asistieron a una reunión previa donde Dominique y Daniel les explicaron su revolucionaria idea.

Inicialmente, la ONU correrá con los gastos de materia prima y alquiler de la sastrería; después serán ellas las que gestionen las ganancias. Se espera que obtengan al menos 50 dólares al mes, gastos aparte para que el negocio sea rentable.

«Al principio», cuenta Dominique, «se miraron entre sí extrañadas. ¿Y si no conseguimos vender?», se preguntaban. «Ése será su problema», les respondimos. Ahora todas quieren participar.

Las mujeres, dos de ellas usuarias del burka, comenzaron a comprar telas, hilos y botones en los mercados mientras Dominique y Daniel alquilaban un local que hará las veces de sastrería y punto de venta.

ELEGANCIA AFGANA

Casi un mes después, los bocetos están listos. Vaporosas túnicas hasta la rodilla con mangas chinas que insinúan tanto como un escote o una minifalda; amplios chalecos que resaltan el pecho, pero derivan en holgadas telas hasta media pierna; descuidadas capuchas que permiten ocultar el cabello, lo que es imprescindible para las musulmanas.

Para aquéllas habituadas a llevar el rostro cubierto -no por obligación, como se piensa en Occidente, sino por opción, en la mayoría de los casos- una red sobre la cara permite combinar el pudor con la comodidad y la modernidad. «Cada boceto ha sido examinado y aprobado por las modistas; si ellas piensan que alguno es incompatible con las mujeres afganas, se desecha inmediatamente», prosigue Daniel.

Para el estilista, sin embargo, su línea de moda no caería igual sobre una europea. «Hay que saber llevarla», dice. «Sin ánimo de molestar a nadie, las europeas carecen de la elegancia de las afganas a la hora de vestir o caminar».

Además de los modelos, Daniel ha diseñado complementos que van desde bolsos realizados a partir de pequeñas alfombras hasta vistosos pañuelos con diversos modelos de telas.

Tal vez un día no muy lejano, como espera Dominique, se celebre el primer desfile de modas en la historia de Kabul con ropa exclusivamente made in Afganistán.

fuente elmundo.es/suplementos

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