Inicio Mujeres etíopes dan la cara: lucha por erradicar mutilación genital

Mujeres etíopes dan la cara: lucha por erradicar mutilación genital

Por Richard Ruíz Julién*
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Maltratadas, violadas, mutiladas, silenciadas, ignoradas…, miles de mujeres en Etiopía se enfrentan al desafío de cambiar el status quo que siempre les legó un rol inferior o alzar la voz para reafirmar sus derechos.

La imagen de Marta Abarra, una joven de amplia sonrisa, recorre portadas en la prensa: no es doctora, ni abogada, ni ingeniera pero, según expertos, podría ser uno de los símbolos del progreso en Etiopía.

La labor de Abarra por más de cinco años en la lucha contra uno de los mayores desafíos de esta nación: la mutilación genital femenina (MGF), ha dado resultados: en su cafetería en el sur etíope reúne casi a diario a cientos de jóvenes enfrentadas a la ablación del clítoris.

Según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), éste es el segundo país de África con mayor tasa en ese mal, que afectó a 23.8 millones de niñas y está reconocido como una violación de los Derechos Humanos.

A su vez, la OMS indicó que secuelas como dolor y hemorragias prolongadas, infecciones, infertilidad, shock y a veces la muerte acompañan a esa práctica.

A más largo plazo, las mujeres enfrentan una vida de desfiguración y una serie de afecciones, que incluyen complicaciones urinarias y con el parto. Menstruación dolorosa, disfunción sexual y problemas psicológicos también están asociados.

La agencia no gubernamental Oxfam Intermón (OI), especializada en agua y saneamiento, introduce en sus proyectos el componente de género, promueve la igualdad, la formación y la sensibilización para abolir las agresiones contra el sexo femenino: de las bodas forzadas a la ablación.

“En todos los programas, intentamos incorporar esa perspectiva, lo que nos permite asegurar que los proyectos benefician por igual a todos, y que ellas tendrán pleno acceso y control sobre los recursos y los beneficios que aporten a las comunidades”, apuntó Imma Guixé, directora de OI en Etiopía.

Guixé subrayó que todavía “existen barreras culturales, religiosas y de otros tipos, especialmente en el mundo rural, donde vive 85 por ciento de la población, que limitan el progreso equitativo”.

Una de las cuestiones más preocupantes es la mutilación, prácticamente erradicada en los centros urbanos como Addis Abeba, pero muy extendida y aceptada en el interior.

Como en la aldea de Site, en Woleyta, donde Belinesh, de 20 años, relata el ritual al que las someten cuando son pequeñas: “De madrugada, cuatro mujeres te llevan debajo de un árbol, te cogen por la espalda, te sujetan las piernas y la encargada de hacerlo te corta con una cuchilla. Después te ponen en la herida queroseno para frenar la hemorragia y mantequilla que actúa como barrera protectora”.

Allí, Almas Kassa narra su experiencia: “A los 13 años me casaron con un hombre que no quería, ni él me quería a mí. Me maltrataba también. Pero además me violaba varias veces al día. Odio a los hombres”.

“No solo no sentía placer sino que me producía un inmenso dolor y sangrado, continúa. Me practicaron la MGF. Comparto marido con otras tres mujeres pobres. Tengo cinco hijos, tres murieron antes de alcanzar los cuatro años. Estoy muy enferma. Tengo sida. Creo que me lo ha pegado mi marido, ese que comparto con tres mujeres y unas cuantas amantes más”. 

Los tipos I, II y III del MGF se practican dependiendo del área donde vivan y la edad a la que se realiza. El objetivo es hacerla dócil, que no disfrute del sexo, que solo sea una máquina reproductora.

En realidad sufren con las relaciones sexuales. En unas zonas, consiste en un corte de la parte baja del clítoris a las adolescentes; en otras regiones, como Oromía, extirpan la totalidad y a una edad más temprana, hacia los cinco años, en otras áreas retiran parte de los labios menores y mayores.

Por ejemplo, en la región Somalí, también cierran la vagina mediante sutura dejando sólo una pequeña abertura y cuando se casan les arrancan el hilo.

El Código Penal del 2005 considera delito diferentes tipos de violencia de género. Para el caso de MGF fija penas de prisión de un mínimo de tres meses o multas a partir de 500 birrs (20 euros, 436 pesos mexicanos).

Para rapto, violación, forzar a una menor a casarse las condenas superan los 15 años.

En una encuesta citada por ONU Mujeres, 17 por ciento de las etíopes contestaron que su primera experiencia sexual fue obligada.

“Es una prioridad el trabajo con el sexo femenino, especialmente en las zonas rurales, ya que consideramos son las poblaciones expuestas a una mayor vulnerabilidad’, subrayó Abarra, la líder del club de jóvenes sin mutilar.

Lamentó que “la contribución de su sector al desarrollo, pese a ser sustancial, continúa siendo invisible para las autoridades y la sociedad”.

“Un ejemplo claro lo tenemos en el ámbito agrícola -señaló- producimos 80 por ciento de los alimentos destinados al consumo doméstico o a los mercados locales pero la gran mayoría no somos propietarias de la tierra”.

Para el activista Tesfaye Melaku, ésta es una sociedad patriarcal y existen restricciones morales y culturales sobre las mujeres y su comportamiento.

Como en otros países africanos, el sexo y la sexualidad son tabú. Aquella que discute de sexualidad abiertamente podría ser etiquetada de “inmoral”.

Aunque la violencia machista y la discriminación son endémicas, los casos por lo general no son denunciados debido a la aceptación, la vergüenza, el miedo o la ignorancia de las protecciones legales por parte de la víctima.

A pesar de algunos avances en la prevención, queda mucho por hacer. Los especialistas puntualizaron que no existe un programa continuo de creación de conciencia sobre los impactos de la MGF, ya sea a través de medios gubernamentales o privados.

La prensa solo participa en las noticias si hay actividades realizadas por otras agencias intentan involucrarse si hay un patrocinador u ONG que paga un espacio.

Incluso, argumentó Melaku, los ministerios no tienen un programa continuo de medios impresos o electrónicos para transmitir el mensaje al público para poner fin al problema.

A su consideración, invertir en la educación es la mejor estrategia para detener la propagación, al menos en la próxima generación.

*Corresponsal de Prensa Latina en Etiopía.

 

18/RRJ/LGL

 

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