Inicio Patricia, un liderazgo nacido de la indignación

Patricia, un liderazgo nacido de la indignación

«Con paciencia y con inteligencia se consiguen las cosas», es la frase que Patricia enseñó a su pequeño Andrés Alonso, quien a sus tres años y cinco meses, sucumbió al infierno del 5 de junio en la guardería ABC en esta ciudad.

Todavía Patricia se resiste a aceptar que ese hermoso niño, cuya vida prometía que sería algo grande, hoy sea una de las víctimas de la negligencia. Apenas puede creer que a esa vida estable que llevaba como maestra de educación física haya sido alcanzada por la tragedia.

Como muchas madres que requerían el servicio de guardería en el sur de la ciudad, sus opciones eran: la del parque industrial y la guardería ABC. Optaron por ésta porque era la que estaba en el camino de su esposo al trabajo.

Dicho por ella misma, Patricia Duarte hace un mes y medio era una mujer feliz, con su esposo, con su hijo Andrés. Entusiasta, le gustaba trabajar con niños, con convicción, creciendo en lo laboral y tratando de superarse.

Después del 5 de junio todo cambió, «no sé quién soy», expresa forzando a sus ojos tristes a abrirse lo más que se puede. «No sé ni para dónde voy, ni qué es lo que quiero, no sé qué va a ser de mí, todo mi plan de vida ha cambiado», afirma con tono seco, lacónico.

Como maestra de educación física de primara y preescolar, su relación con niñas y niños era diaria, tanto en escuela pública, como en particular. Hoy está de vacaciones concedidas por sus patrones, quienes así la apoyan, con un largo periodo de descanso.

Regresará a trabajar en agosto, pero ansiosa reflexiona en que tal vez no resista seguir conviviendo con sus alumnos de preescolar, porque le recordarían a su hijo. Aunque su trabajo le gusta y por eso estudió la licenciatura en educación física en la Normal del estado.

Con una Maestría en Administración, Patricia y su esposo José Francisco representan otro tipo de población usuaria de la guardería siniestrada. Profesionistas, anhelaban un futuro prometedor para su niño quien, asegura ella, vivirá y trascenderá a través de las exigencias de justicia de sus papás.

Patricia pasó de usuaria de la guardería, donde su hijo debería estar seguro mientras ella trabajaba, a ser una de las madres lideresas del movimiento social, nacido a la luz de la indignación de la ciudadanía sonorense.

Con tristeza primero y su rabia después, sacó fuerzas para plantarse ante los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en dos ocasiones, y no pedirles, sino exigirles, que ejerzan su función investigadora.

Días después de la pérdida de su hijo, el gobernador Eduardo Bours visitó su casa y ella, sin darle la mano, le dijo que le recordaba su slogan de gobierno «nada ni nadie por encima de la ley», y que esperaba que lo cumpliera, al tiempo que le lanzó una mirada de dardo.

Ella es también quien, a nombre de su hijo y siempre pensando en él, traga saliva para hablar claro y fuerte ante medios nacionales e internacionales, y asegurar que no descansará hasta que se haga justicia.

Su rostro conmovió a las y los lectores de La Jornada cuando apareció en portada, con los ojos más tristes que nunca, y con la firme resolución de que nadie la pararía en la búsqueda de justicia. Así como nunca se imaginó que hablaría personalmente con algún ministro de la Suprema Corte, también está resuelta a exigir que se castigue a los culpables.

Aunque el movimiento ciudadano conformado por madres y padres de familia tiene eco en marchas nunca antes vistas en Hermosillo, de hasta 30 mil personas, a Patricia le pesa su dolor y afirma que quienes perdieron a alguna niña o niño tienen que sobrellevar la lucha por justicia.

POR LA JUSTICIA

Es un doble esfuerzo, explica, pues tienen que luchar por conseguir lo que deberíamos tener como ciudadanas y ciudadanos, y no tener que exigirlo saliendo a las calles. Desgraciadamente en México, hay que salir a buscar la justicia y no esperar a que nos llegue, lamenta.

Patricia Duarte está satisfecha por el apoyo de la sociedad, que se está avanzando en lograr que se haga justicia. Hay indicios de que esto no se quedará en la impunidad, en el olvido, y de cierta manera eso da felicidad, dice.

Pero viene la otra parte, que aparece cuando se despierta y se da cuenta que su hijo no está, Puede ser, dice, que logre jurídicamente lo que nos proponemos, pero pasarán meses y años y él no está, «para eso no hay respuestas, no hay solución».

EL MOVIMIENTO 5 DE JUNIO

Quienes han participado de una u otra forma en apoyo al denominado «Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de Junio» conocen a Patricia Duarte. La han escuchado hablar sabiamente frente al micrófono en los mítines.

El 4 de julio dijo ante una multitud tan indignada como ella: «tengo el corazón lleno de amor para mi hijo, tengo los pensamientos llenos de recuerdos, pero tengo los brazos vacíos, ¿qué hago con eso?», y entonces treinta mil personas lloraron con ella.

Andrés Alonso era un nombre que le parecía bonito, fuerte, importante, acorde a un niño muy especial. Por eso, en acuerdo con su esposo, nombró así a su hijo, un niño muy inteligente y muy guapo y con un nombre que imponía, como él, recuerda su madre.

Patricia perdió una parte de sí, pero obtuvo una conciencia política de golpe. Explica que México y Sonora, como los demás estados de la llamada provincia, se han caracterizados por estar «agachados» a lo que el poder dice. Siente que el movimiento ciudadano ha traído consigo un momento muy importante que está pasando el país, el estado, y los ciudadanos como mexicanos.

Considera que podemos hacer mucho en este momento y cambiar muchas cosas. Para nada cree que el incendio en la guardería a la que acudía diariamente su niño haya sido un accidente. Afirma que los accidentes y las coincidencias no existen.

Después de la tragedia, y de la muerte de 48 niñas y niños, y después de todos los problemas emocionales y psicológicos que les dejará, piensa que se puede sacar provecho. La enseñanza en la gente debe ser que no podemos seguir siendo pisoteados por un cierto grupo del poder, el gobierno y sus allegados, explica.

Convertida en una de las principales representantes del enojo, por la cadena de negligencia y corrupción que destapó el incendio, está convencida de que es el momento en que la gente tiene que alzar la voz y lograr algo bueno, un cambio de actitud, para que no se deje pisotear más y que exija todos sus derechos.

Llama a que como ciudadanía luchemos por nuestras convicciones, y por todo lo que sentimos que es nuestro derecho. Ella siempre pugnó por lograr sus metas personales a pesar de cualquier obstáculo, hoy se ha propuesto no cejar en el intento por hacer justicia para su Andrés.

A las madres que todavía están inmersas en la fase de la depresión y que no se han incorporado al movimiento, ella les dice que las necesitan. Que entiende cómo se sienten en medio de la desgracia, pero que se debe dar sentido a la muerte de tantos niños. Que tienen que hacer historia, por los niños, por la memoria de sus hijas e hijos, se debe lograr algo mejor para las y los niños que siguen vivos, y para los que vienen.

Que las muertes no sean en vano, que se recuerden, pero también que con ello se logre algo mejor: que otras niñas y niños se beneficien de esto, que tengan mejor educación, mejor trato y que las cosas sigan cambiando en México.

«Fue el destape de la coladera en que estamos viviendo, de toda la cochinada que hace el gobierno», dice sobre las ligas con el poder político y económico con las redes de dueños de las guarderías subrogadas del IMSS.

Se reveló el tráfico de influencias, la corrupción, la impunidad que existe en el estado y en el país. Todo eso se vino a destapar con esta tragedia, es algo que nos está diciendo a todas y todos los mexicanos: despierten, esto es México, y aquí está el ejemplo vivo, de la cochinada que es su gobierno, afirma.

Y si no se da la justicia en México, se hará en el ámbito internacional, advierte. Y sigue pidiendo a la Corte que retome el caso, «pues no es un caso cualquiera, jamás se ha dado». El máximo órgano de justicia, autónomo, se vería muy mal si lo rechaza.

No se siente lideresa, y en sus peores días, en donde ya no quisiera hacer nada, saca fuerzas del recuerdo de su hijo, del amor que siente por él, y es cuando recuerda que siempre ha luchado por sus metas.

El dolor siempre lo voy a tener, dice, pero también la satisfacción de que su muerte y de los 47 niños más, y de todas y todos los lesionados, no quede como un accidente. Tiene que haber un ejemplo claro de que la justicia existe, afirma. Se logrará si el pueblo alza la voz y exige. «Esto apenas empieza…», dice.

09/SNE/GG

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