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Promete Calderón mejoras a mujeres indígenas

Por Lourdes Godínez Leal

La mujer amuzga que regaló hoy a Felipe Calderón, durante su primera gira de trabajo en Tlacoachistlahuaca, Guerrero, un cotón blanco que él nunca usará sintetiza la experiencia de cómo una mexicana sobrevive en la miseria, bajo un régimen que la discrimina por su condición de género.

A esta mujer, cuyo nombre no importó a los que reseñaron el suceso, quizá porque no entiende el castellano, el programa foxista Oportunidades no le brindó la posibilidad de disminuir su riesgo de vivir en pobreza, por lo que continuó sufriendo la marginalidad que conoce desde niña.

En seis años, los avances para el combate a la pobreza que se publicitan desde las oficinas de prensa no le significaron ninguna oportunidad para estudiar, alimentarse bien o tener un trabajo bien remunerado.

Es posible que no le tocaran en suerte los apoyos para educación, salud y alimentación que llegaron, dice la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), «a más de 317 mil familias en extrema pobreza, en los 79 municipios del estado» durante el sexenio pasado.

No fue una de las «más de un millón y medio de guerrerenses, es decir, uno de cada dos habitantes de la entidad», beneficiarios del Programa Oportunidades, como rezan los datos oficiales.

Y quizá ni uno sólo de los mil 600 millones de pesos que Oportunidades repartió en Guerrero, a través de programas sociales, tuvo la señora amuzga en su beneficio.

Esta mujer, dedicada como casi todas las de su comunidad a la agricultura de subsistencia y a elaborar ollas de barro, comales, morrales de ixtle y objetos de palma y bambú, forma parte de una comunidad de casi 300 mil mujeres (entre 15 y 49 años) que siguen esperando tiempos mejores, junto con sus hijas, hijos y los hombres amuzgos.

Acompañado de la secretaria de Desarrollo Social, Beatriz Zavala Peniche, Calderón dijo: «Vengo a decirles a ustedes, y a través de ustedes, a todas las mexicanas y a todos los mexicanos, y en especial a las mujeres, a los hombres de los pueblos indígenas de México, que pueden contar conmigo y que estaré con ustedes todos y cada uno de los días de mi Gobierno hasta el último de ellos».

Anunció programas de apoyo a los 100 municipios más pobres del país y simuló utilizar una pala, junto con el gobernador perredista Zeferino Torreblanca, para echar mezcla en una de las casas beneficiadas con el programa de «piso firme», con el cual se busca sustituir el suelo de tierra por el de cemento.

Inició así Felipe Calderón la carrera para convertir en realidad los anhelos que ?dijo en campaña- tiene para México: sacar, en 6 años, a 15 millones de personas de la pobreza y a otros 12 millones de la pobreza extrema, según la evaluación prospectiva de su gestión que escribió en su libro El hijo desobediente. Notas de campaña.

Porque no fueron suficientes los empeños de su antecesor, el también panista Vicente Fox, quien ?aseguran las cifras– atendió a través de Oportunidades, en el 100 por ciento de municipios del país, a «cinco millones de familias, la cuarta parte de la población».

RISAS Y LÁGRIMAS

Sobre la pobreza y el sexenio que termina, sin embargo, hay dos versiones, que describen a un mismo país, pero visto a través de dos diferentes ópticas, quizá voluntades.

Un balance realizado por investigadores del CIDE citado en el documento «Balance de Impactos de Oportunidades 2000-2006», refiere que durante los seis años en que se aplicó este programa, sus resultados fueron satisfactorios, principalmente para las mujeres quienes se vieron beneficiadas con recursos para continuar sus estudios de secundaria y preparatoria.

El análisis señala que hay más mujeres recibiendo las becas de este programa en secundaria, en el ciclo 2005-2006, el 50.6 por ciento de becas fueron para mujeres y 49.4 por ciento para hombres, diferencia que aumenta conforme el nivel escolar, por ejemplo en educación media superior en donde el 53.8 por ciento de becas fueron para mujeres y 46.2 por ciento para hombres.

Según este mismo estudio, de los cinco millones de beneficiarios, el 97 por ciento de titulares del programa son mujeres, de las cuales el 17 por ciento son jefas de familia.

Uno de los impactos que señala el documento es que las mujeres «han observado una mayor autoestima y participación en la toma de decisiones y posición en la familia y la comunidad», pero el impacto mayor es en la reducción de la carga del trabajo doméstico a través de la adquisición de enseres domésticos.

Como ejemplo señala que las mujeres pobres dedican el doble de tiempo a la preparación de alimentos (24 horas a la semana) en comparación con las que no son pobres (12 horas a la semana): si una mujer cuenta con una estufa de gas, reduce tres horas el tiempo que le dedica a la preparación de alimentos.

En contraste, un estudio realizado por el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza de Naciones Unidas, reveló que alrededor de 18.6 por ciento de los hogares mexicanos tiene un ingreso per cápita «insuficiente para comprar una canasta que cubra los requerimientos alimenticios para vivir; casi el 46 por ciento obtiene ingresos que no cubren sus necesidades básicas (alimentación, vivienda, vestido, transporte, salud y educación) y el 57 por ciento no tiene los recursos para cumplir con el perfil de consumo que incluye los conceptos anteriores más otros gastos.

En cuanto al cumplimiento de las Metas del Milenio, la CEPAL menciona que de acuerdo con los resultados del avance previsto para el 2006 y del crecimiento económico registrado entre 1991 y 2006 en la región, un grupo de países alcanzarán la primera meta referente a la reducción de la pobreza.

En este sentido, indica que aunque Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Panamá y Perú, cuyo avance es similar o superior al esperado, «también lo lograrían si su ingreso por habitante creciera a un ritmo similar al promedio de los últimos 16 años».

Para este organismo de Naciones Unidas, el crecimiento económico tiene que ir a la par del mejoramiento en la distribución del ingreso porque esto permitiría avanzar más rápido para combatir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de los más pobres.

No obstante, el documento señala que pese a los avances registrados en la región, el principal problema pendiente continúa siendo que la población logre satisfacer sus necesidades más básicas.

LA LARGA ESPERA

Y mientras los discursos del nuevo gobierno y las promesas de una mejor vida para las y los mexicanos empiezan a ocupar las primeras planas de los diarios y se repiten en las voces de los locutores de radio y televisión, 5 millones 173 mil 764 mujeres y niñas indígenas, de las cuales 246 mil 863 son guerrerenses, esperan, y siguen esperando lo que en lenguaje político se nombra «justicia social», como desde hace más de 500 años.

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