Las políticas públicas encaminadas a la educación y al desarrollo social deben ser integrales desde su concepción y tienen que incorporar una perspectiva de género para generar empoderamiento y ciudadanos capaces de construir el desarrollo de su personalidad.
Así lo señaló Mario Luis Fuentes Alcalá, presidente del Observatorio Políticas de Niñez, Adolescencia y Familia, durante la presentación del libro CARA: Ocho años de experiencias con adolescentes rurales, realizado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la organización THAIS, Desarrollo Social SC y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)
Fuentes Alcalá dijo que actualmente en México existen 21 millones de mexicanas y mexicanos que tienen una edad entre 10 y 19 años, de los cuales 6 millones viven en pobreza.
Aseguró que en nuestro país no es usual pensar en la adolescencia como sujetos de acciones por lo que en este libro, que surgió de las experiencias con las y los jóvenes que son parte del Centro de Atención Rural al Adolescente (CARA), hace visible a uno de los grupos más importantes y de mayor necesidad en nuestro país: las y los niños y jóvenes indígenas rurales.
Al respecto, Carolina Gómez Vinales, titular de la Unidad IMSS Oportunidades, indicó que las y los jóvenes indígenas rurales son un grupo vulnerables ante diversos factores de riesgo dentro de las escuelas y sus mismas comunidades.
«Algunos ya han visto el daño que causan las adicciones como el tabaquismo, el alcoholismo, o la drogadicción», además de sufrir las consecuencias de tener relaciones sexuales sin protección que pueden derivar en embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual, dijo.
En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) apunta que el 50 por ciento de las y los jóvenes rurales inician su vida sexual antes de los 20 años, de los cuales sólo 1 de cada 10 utiliza un método anticonceptivo.
Lo anterior trae como consecuencia que el 30 por ciento tenga su primera hija o hijo antes de la edad de 18 años y que 1 de cada 10 sufra de alguna enfermedad de transmisión sexual durante su adolescencia.
MAISAR
Es en ese contexto que el IMSS diseñó un Modelo de Atención Integral de Salud para los Adolescentes Rurales (Maisar) que atiende a más de 2 millones 300 mil jóvenes al año.
La principal actividad del Maisar, de acuerdo con Gómez Vinales, se concentra en la salud sexual y reproductiva de las y los jóvenes indígenas rurales, «con el fin de de favorecer actitudes responsables, libres y sin riesgos».
«Al asistir las y los jóvenes a las sesiones educativas en las unidades y hospitales rurales, y al participar en las actividades del personal de salud, adquieren conocimientos que al transmitirlos a otros jóvenes difunden información relevante para el cuidado de la salud y la vida en general», aseguró Carolina Gómez.
De acuerdo con la publicación CARA: ocho años de experiencias con adolescentes rurales e indígenas, uno de los ejes transversales del Maisar es la perspectiva de género.
El modelo, dice la publicación, brinda atención a este aspecto (la perspectiva de género) mediante la generación de mensajes y actividades educativas que promueven la equidad entre las mujeres y hombres evitando la discriminación, a veces evidente y otras de forma sutil, de los patrones culturales tradicionales.
Igualmente, a través de la estimulación de la participación de las y los adolescentes en las tareas del CARA, donde se aplica el modelo, se ofrece a las adolescentes la posibilidad de ejercer liderazgo, al formarlas como animadoras y facilitar la asistencia a encuentros y actividades lejos de su hogar.
Además, dice Sharon Bisell, coordinadora adjunta de la Fundación Mac Arthur, quien ha apoyado Maisar, la premisa de este modelo parte en que debemos dejar de ver y tratar a las y los adolescentes como un problema y comenzar a verlos con respeto y entendimiento y reconocer sus habilidad para participar en el desarrollo de su comunidad y de su país.
El eje central del Maisar, aseguró, es la salud reproductiva para prevenir los casos de VIH/SIDA, los embarazos no deseados, el riesgo de morir por un aborto clandestino o la mortalidad materna entre adolescentes.
ROSAURA
Una de las niñas indígenas que ha vivido este proceso dentro de CARA es Rosaura Santos Pablo, de Zamora, Michoacán, quien durante la presentación del libro contó su historia:
«En mi comunidad creían que nunca una mujer indígena podría estar frente a muchas personas y nunca podría hablar. Eso se los desmiento porque soy una mujer indígena y aquí estoy hablando frente a ustedes.
«Vengo en representación de los CARA de los distintos estados. Inicié a los 11 años, pero tuve mis dificultades para asistir al CARA: el rechazo de mis hermanos, pues en las comunidad rurales e indígenas los pueblos están muy marginados, por eso lo que me impedía ingresar era la negación de todas las personas que me veían como si fuera un bicho raro.
«Pero yo desde muy temprana edad me di cuenta que las cosas no podían seguir siendo así en mi comunidad, porque en las comunidades rurales muchas personas dicen que no tenemos los deseos de seguir estudiando, que nuestro plan es casarnos y tener hijos. No es que no queramos, es que no podemos.
«Yo en el CARA realicé mi plan de vida. Aún así no tenemos los medios para podernos apoyar nosotros mismo para estudiar. Después de que seguí asistiendo no me importó lo que dijeran las demás personas, entré a un curso para tomar temas que podía transmitir a los jóvenes de mi comunidad.
«Vi lo importante de transmitir esa información a adolescentes rurales para prevenir embarazos tempranos, porque allá el hombre que no toma a los 12 ó trece años no es hombre y la mujer que no se casa a la misma edad no es mujer.
«Eso no es verdad. En ese curso pude hablar con el Gobernador de Michoacán para que nos sigan apoyando porque ya hemos hecho mucho pero todavía nos falta mucho por hacer.
«El éxito no se logra con la suerte es el resultado de un esfuerzo constante», finalizó.
07/HVR/GG/CV
