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Radicalismos religiosos subyugan y devalúan a la mujer

Por Teresa Mollá Castells*

Los radicalismos habitualmente suelen ser de carácter político, pero en los últimos años el carácter de estos parece haber cambiado y se hacen evidentes los de carácter religioso.

Por una parte en la medida que no se ha conseguido separar la religión de las políticas de Estado, nos encontramos con situaciones como el conflicto entre Palestina e Israel, en la cual el estado de Israel se permitió en vísperas de las elecciones legislativas propias y las de los Estados Unidos, bombardear la zona de Gaza, con la excusa de los cohetes lanzados por los miembros más radicales de Hamas.

De esta manera mandaron un mensaje al mundo, al entonces candidato Obama y a sus propios electores que, fieles a las estrategias previamente diseñadas y ante la muerte de 13 de sus conciudadanos (10 representantes del Ejército y 3 personas civiles) votaron mayoritariamente opciones de derecha e, incluso ultraderecha para, así reforzar las políticas militares llamadas eufemísticamente «de autoprotección».

Por el otro lado, el de la población palestina, perdieron la vida más de mil 400 personas, la mayoría civiles y desde que finalizó la ofensiva israelí siguen esperando la ayuda internacional (más de 3 mil 500 millones de euros) que se comprometió en la conferencia para la reconstrucción de Gaza que se celebró en Egipto a principios del pasado mes de marzo del presente año.

Esta ayuda (o al menos parte de ella) sigue estando bloqueada a las afueras de las fronteras de la franja, debido a que Israel considera que puede ser peligrosa su entrada y mientras la gente de Gaza muere de hambre y de enfermedades que se podrían solucionar con la ayuda humanitaria bloqueada. Las principales víctimas continúan siendo las personas más débiles en la escala social: mujeres y niñas y niños, así como personas mayores.

También como consecuencia de este tipo de radicalismo religioso, nos encontramos con que el gobierno de Gaza formado por Hamas y hasta hace poco enfrentado con el movimiento de Al Fatah en una fratricida lucha interna, desea solucionar la situación en que han quedado las mujeres viudas de los mártires de los bombardeos de los pasados meses de diciembre y enero y han ofrecido tres mil euros (54 mil 750 pesos) a aquellos varones que se desposen con estas viudas.

No importa que ellos ya estén casados con otras mujeres, puesto que lo único que importa es que las puedan proteger y amparar con un nuevo matrimonio.

Esta medida nos da una idea de la importancia que las mujeres siguen teniendo para sus gobernantes: son elementos que se deben proteger puesto que potencialmente son dadoras de vida a nuevas ciudadanas y ciudadanos del pueblo palestino.

No se les acaba de reconocer a estas mujeres entidad propia por sí mismas. Son en la media, seres que dependen de un hombre: padre, hermano, hijos y, sobre todo maridos.

Y por último, si analizamos la tercera gran religión monoteísta occidental, la católica, que pese a ser la única que, teóricamente, no se asienta sobre poderes políticos, sigue buscando incesantemente influir en ellos y nos encontramos con un fuerte componente de manipulación sobre los principios de las sociedades democráticas como lo son el principio a la elección, a la forma de vida de cada persona e incluso sobre el principio a la propia identidad.

Todas ellas tienen un elemento en común: sus fuertes caracteres androcéntricos y su consideración de las mujeres como ciudadanas de segundo orden, siempre dependientes de los hombres.

Así las cosas, las mujeres nos deberíamos preguntar lo que estas religiones nos ofrecen y renunciar a este tipo de doctrinas que nos someten, nos asignan papeles menos libres y que además nos usurpan libertades fundamentales como el derecho a elegir en libertad nuestra maternidad así como la forma de acceso al placer.

Creo que ninguna de las tres doctrinas mencionadas tienen en cuenta nuestras necesidades como seres humanos libres y con derechos, por lo tanto y, en la misma medida a mí no me merecen ningún respeto, puesto que quien no me respeta como mujer no merece mi respeto de mujer.

* Periodista y feminista en Ontinyent, Valencia, España. [email protected]

09/TM/GG

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