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Rebasan mujeres organizadas a gobiernos y organismos

Por María Elena López Segura

La sociedad civil, en particular la integrada por mujeres sobrevivientes a las guerras, ha ocupado cada vez más los espacios que gobiernos y organismos internacionales son incapaces de asumir: la reconstrucción de familias, países, vidas y destinos de las que sobrevivieron a un conflicto armado y sus secuelas, que van desde hijos concebidos en violaciones hasta enfermedades como el SIDA, entre otros.

El trabajo de las mujeres en la construcción de la paz en Afganistán, Bosnia y Herzegovina, Colombia, Serbia, Sierra Leona o Kosovo, sobrevivientes a las guerras en sus países; y cómo comparten una visión de respeto a la dignidad individual con base en la nacionalidad y origen étnico o económico, es revelado en el libro Mujeres, Guerra, Paz, escrito para Naciones Unidas por las especialistas Elizabeth Rehn y Ellen Johnson.

Mujeres, Guerra, Paz está basado en una investigación de campo que las autoras realizaron en 14 zonas en conflicto, y fue editado por el Fondo de Naciones Unidas para el Desarrollo de la Mujer (UNIFEM, por sus siglas en inglés).

«Las mujeres han sacrificado sus vidas por la paz, han retado al militarismo y urgido a la reconciliación más allá de la revancha, se han opuesto al desarrollo, ensayo y proliferación de armas de destrucción masiva y al tráfico de armas convencionales, han contribuido a la construcción de la paz como activistas líderes comunitarias y sobrevivientes de los más horribles cataclismos de la guerra», afirman las autoras.

Ellas, continúan Rehn y Johnson, han transformado los procesos de paz en cada continente organizándose en grupos políticos, religiosos y étnicos, pero sus esfuerzos rara vez son apoyados o recompensados. Solas forman grupos de autoayuda y encuentran respuestas en sus pares: las demás.

En Serbia, el grupo pacifista Las Mujeres de Negro desempeñó un importante papel al término de la guerra de Los Balcanes, que afectó a las seis repúblicas que integraban a la antigua Yugoslavia.

Durante el gobierno del ex presidente Slobodan Milosevic, actualmente juzgado por crímenes de lesa humanidad, las Mujeres de Negro realizaron incontables manifestaciones y campañas para denunciar los horrores que el ejército serbio cometía contra la población femenina en Bosnia y Croacia. Campañas oficiales de descrédito lograron que la sociedad las temiera y rechazara.

Entonces, en el año 2000, UNIFEM y la organización Alerta Internacional les otorgaron el Premio Paz del Milenio, lo que hizo sentir orgullosas a todas las mujeres serbias, relata Stasa Zajovic, integrante de Mujeres de Negro.

En Colombia, la organización Mujeres Contra la Guerra reúne a más de 20 mil afiliadas que con frecuencia se manifiestan en las calles para repudiar un conflicto armado de más de 30 años entre grupos guerrilleros, narcotraficantes y el gobierno. «No traeremos más niños para la guerra», es una de sus consignas.

Pero generalmente todo queda en protestas callejeras. Las mujeres son excluidas de las negociaciones y planes de paz, sus manifestaciones y marchas son consideradas por quienes detentan el poder como desahogos y en las sociedades africanas son mal vistas por salirse del rol tradicional social.

¿QUE NECESITAN PARA SER ESCUCHADAS?

La seguridad es la condición más importante. Durante las guerras y aun en tiempos de paz, las activistas son frecuentemente atacadas, violadas o torturadas, y sus organizaciones agredidas de distintas formas. Las mujeres activistas son más vulnerables por cuestiones culturales, ya que al salir de su rol tradicional muchos consideran que es necesario darles un escarmiento.

Esta violencia contra las activistas ha reducido en forma importante su número en organizaciones civiles en las zonas visitadas, agregan las autoras.

Recursos económicos es la segunda necesidad. En todas las áreas visitadas, es enorme la necesidad de obtener dinero para desarrollar su labor de construir la paz.

Requieren computadoras, papel, teléfonos, oficinas, dinero para pagar aunque sea sueldos significativos a las activistas de tiempo completo. UNIFEM proporciona algunos recursos económicos a estos grupos femeninos constructores de la paz, sin embargo nunca es suficiente.

Pero también requieren de espacios políticos, no siempre fáciles de conseguir, así como acceso a aquellos que toman las decisiones.

Aunque las organizaciones no gubernamentales son en general vistas como fuentes de ideas innovadoras e información, gobiernos y organismos internacionales no les dan la importancia que deben y hay enormes obstáculos administrativos para tener acceso a quienes toman las decisiones.

RECOMENDACIONES

En su trabajo, las autoras recomiendan a Naciones Unidas que incluya a más mujeres en puestos de decisión en organismos vinculados a la construcción de la paz, y reconocer la equidad de género en todos los procesos de paz, acuerdos y estructuras de gobiernos de transición.

También sugieren crear en la ONU un fondo para apoyar el trabajo de las mujeres en la construcción de la paz, que UNIFEM trabaje con el Departamento de Asuntos Políticos de la ONU para garantizar que los asuntos de género sean incluidos en los procesos de paz y la reconstrucción al término de los conflictos armados para integrar en ellos la perspectiva de género.

Así, dicen las autoras, las negociaciones de paz y acuerdos tendrán una perspectiva de género para la plena integración de las preocupaciones femeninas y su participación en los procesos de paz. La ONU y sus donadores en harán aportaciones a las organizaciones femeninas como parte de una estrategia de prevención de conflictos, resoluciones y construcción de la paz.

Finalmente, recomiendan hacer leyes electorales nacionales y asistencia electoral internacional para establecer cuotas de género que permitan a la población femenina contar con una representación de al menos 30 por ciento en puestos de decisión, como un paso previo a lograr la equidad.

MEL/RGR

       
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