Durante todo este año se han estado celebrando actos en favor de la recuperación de la memoria histórica de lo que ocurrió durante la II República Española.
Ha sido hermoso ver cómo se han desplegado medios materiales y humanos para rememorar lo que, con tanta ilusión y trabajo, se realizó en aquel período tan fértil, socialmente hablando, de nuestra historia.
Ha sido curioso ver la cara de generaciones más jóvenes al enterarse que, por ejemplo, durante ese período las mujeres obtuvieron el derecho al voto, o que también podían divorciarse de sus maridos, o ser dirigentes políticas o sindicales.
Desgraciadamente para toda la sociedad, pero especialmente para las mujeres, con el desgraciado golpe de Estado del dictador, todas esas libertades conquistadas se diluyeron en la sombra de los tiempos y del miedo. Sobre todo del miedo.
Ahora, setenta y cinco años después, la vieja reivindicación de todas aquellas personas que, de una forma u otra, perdimos la guerra, se está comenzando a materializar. La recuperación de la memoria histórica de todo lo que se hizo en aquella etapa y de los nombres de las personas desaparecidas, muertas y enterradas en fosas comunes después de haber sido asesinadas impunemente.
Todavía queda gente que, al hablar de esa etapa de su vida, miran a su alrededor para comprobar que nadie les está escuchando y/o espiando.
El miedo, o mejor el terror, como elemento de disuasión, hizo su efecto y a veces todavía aparece entre las persona mayores.
Ahora, a comienzos del siglo XXI, hay gente que sigue negando con su actitud el retroceso social que el nefasto golpe de Estado nos supuso como sociedad y siguen sin condenar aquel atentado del año treinta y seis.
Pero es curioso ver cómo esta misma gente se erige en defensora a ultranza de las víctimas de otro tipo de violencia.
Partiendo de la premisa de que cualquier tipo de violencia es condenable y de que cualquier tipo de terrorismo es igualmente condenable, es poco comprensible que se defienda a capa y espada a unas víctimas y se ignore o incluso se siga culpabilizando a otras.
Y me explico: ¿Cómo se puede explicar el interés desmedido de algunos dirigentes del Partido Popular por defender los intereses de las víctimas del terrorismo de ETA, mientras que mantienen un silencio espectral cuando se reivindica la memoria de todas las víctimas que causó tanto el terrible y sangriento golpe de Estado del dictador y los cuarenta años posteriores?
Y sigo: ¿Cómo también mantienen un silencio cómplice cuando matan a las mujeres cada día y no fueron capaces de reconocer que esto era un problema de toda una sociedad y bloquearon la tramitación parlamentaria de la Ley Integral contra la violencia de género mientras estaban en el gobierno?
Y continuo: ¿Donde están ahora sus voces, cuando desde la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) han decidido convocar una manifestación para el día internacional contra la violencia de género, el próximo 25 de noviembre? ¿Acaso pretenden desmovilizarnos (a las mujeres) en la lucha contra el terrorismo que género ese mismo gobierno, que ellos nunca han condenado, como tampoco lo han hecho con el golpe de Estado del treinta y seis?
La memoria histórica ha de seguir reivindicándose. Es una cuestión de justicia social con todas aquellas personas que han muerto por la lucha y defensa de sus creencias, o por el simple hecho de haber nacido mujer en una sociedad en donde al Partido Popular le importan muy poco las muertes de personas que no sean las que ellos defienden con tanto ahínco.
Seguimos siendo muchas las personas que sí exigimos la recuperación de la memoria histórica de todas aquellas personas que murieron injustamente. Y todas son todas. Sin excepciones. Esa es una gran diferencia entre ellos y el resto.
*Feminista española de Ontinyent, España.
06/TM/GG
