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Se la echaron

Por Marta Guerrero González

El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, Emilio Álvarez Icaza, destaca en su informe de 208 páginas, 58 irregularidades en torno a la investigación del crimen en contra de Digna Ochoa. Lo importante no es exhibir la ineptitud de los peritos, ni lo recurrentes de sus omisiones. Lo que realmente cabe, después de conocer el informe, es reabrir el caso; primero para conocer quién o quiénes tuvieron cuidado para ocultar la verdad. Es decir, exigimos conocer a los encubridores, llegando hasta la punta de la montaña.

Demandamos un severo castigo a los culpables de la muerte de quien defendiera a las viudas de la matanza en Aguas Blancas, a los campesinos ecologistas en Guerrero, y abogara por la apertura del fuero militar.

Una de las omisiones más graves y sorprendentes en el peritaje, es la falta de interpretación de las heridas; es decir, la explicación para saber si fueron criminales, suicidas o accidentales. Me parece un dato fundamental para concluir una investigación. ¿Cómo lo dieron por cerrado, si existen siete irregularidades sobre proyectil del arma de fuego sobre la cabeza? No existen fotos del lugar de los hechos, ni del cuerpo vestido de Digna, ni un reporte de necropsia sobre el estado de los órganos, aparatos o sistemas del cuerpo.

Desde el primer día los ojos internacionales pedían una investigación seria y recomendaban peritajes imparciales.

Con el aporte de Álvarez Icaza, ahora, se debe abrir el caso y entrarle de lleno a búsqueda de la verdad. Es indispensable reparar el daño causado a la familia.

Creímos que la temporada de los suicidios, se había terminado con el sexenio de Zedillo y con aquel horripilante teatro del «supuesto suicidio» de Raúl Ramos Tercero, de quien dijeron que a pesar de tener los tendones de la mano derecha cortados, siguió tasajeándose. O Moreno, quien se dio, no uno, sino dos tiros en el corazón. Y ambos dejaron varias cartas exonerando a todo el mundo, sobre todo a sus jefes. Desde luego, es incomprensible que una persona que piensa matarse se ponga a redactar seis cartas absurdas…

Digan Ochoa murió el 19 de octubre del 2001, sus asesinos no tienen la suerte de Echeverría, su crimen no ha prescrito. En éste sí se puede hacer justicia, hoy no debe de reinar la impunidad.

*Periodista y escritora mexicana

2004/MG/GV

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