Inicio Seguimos orgullosas de vivir como mujeres firmes: Vilma Espín

Seguimos orgullosas de vivir como mujeres firmes: Vilma Espín

Por Redaccion

¿En qué no han avanzado suficientemente las cubanas?, preguntó la periodista de Granma Sara Mas en el año 2000 a Vilma Espín, la imprescindible lidereza de la revolución cubana y fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, fallecida ayer en la isla.

Las conquistas se han preservado -contestó Vilma en la que fue quizá la última entrevista que concedió a los medios- no hemos retrocedido en la legislación que ampara nuestros derechos y hubo acciones puntuales del Estado encaminadas a garantizar asuntos esenciales.

«En la última década, por ejemplo, quedaron disponibles con el 60 por ciento de garantía salarial más de 150 mil trabajadoras; hoy sólo quedan por ubicar 782. Aún con todas las dificultades que hemos tenido que enfrentar, la fuerza laboral femenina creció discretamente de 42.3 por ciento en 1995 a 43.6 en 1999, en la economía estatal civil.

«Se protegió especialmente a las jefas de familia, madres solas y embarazadas. Las mujeres han hecho un gran esfuerzo en estos años, cuando las dificultades de la economía recayeron con fuerte impacto sobre ellas y se reflejaron crudamente en cada hogar, en la vida cotidiana. Esta situación adversa detuvo el desarrollo de muchos programas que sin periodo especial hubieran colmado las aspiraciones de cubanas y cubanos, sobre todo en el mejoramiento general de sus condiciones de vida. Para las jóvenes familias sabemos cuánto significa el problema de la vivienda, que ha podido crecer al ritmo previsto, y quizás para las muchachas este sea uno de los anhelos insatisfechos, o mejor dicho, postergados.

«Tampoco ha podido satisfacerse adecuadamente la demanda de matrícula en círculos infantiles. Estos no cerraron, ni los comedores escolares u obreros, pero tampoco pudieron crecer las ofertas de esos servicios. Por eso buscamos alternativas viables, como las casitas infantiles o círculos guerrilleros en algunos planes agrícolas; funcionan ya 69 con perspectivas de ampliación en muchas zonas rurales».

Sobre si las cubanas no han avanzado suficientemente -contestó Vilma a Mas, coordinadora de Información de la agencia SEMlac- debe verse de forma muy específica.

«En algunos centros laborales son un obstáculo para el cumplimiento de los planes las conductas de trabajadoras indisciplinadas o indiferentes, que no se han desarrollado suficientemente. También en algunas de nuestras delegaciones existen muchachas desvinculadas del estudio y el trabajo, que se muestran apáticas, denotando atraso. En las cooperativas de producción agropecuaria se requiere incrementar la participación de las campesinas, reducida últimamente en el trabajo productivo social, por lo que debemos seguir impulsando los planes FMC-ANAP. No pueden ni deben existir grupos de mujeres rezagadas.

«En dos provincias orientales, Holguín y Granma, las mujeres tienen dificultades para encontrar empleo y eso puede dañar sus aspiraciones. Allí el índice participativo femenino es del 38.8 por ciento y ya el resto de las provincias supera el 40. Por su repercusión en la vida de las mujeres, se impone seguir trabajando para abrir nuevas posibilidades de empleo. También constituye un justo anhelo tener más mujeres dirigentes en cargos de toma de decisiones, pues contamos con valiosa cantera. Puede ser frustrante para quienes reúnen todas las condiciones intelectuales y morales que no se piense en ellas. También para todos y todas las que opinen que debían ser promovidas».

LA REVOLUCIÓN DE LAS MUJERES

Vilma Espín era muy joven cuando se dio a la tarea de organizar y dirigir una agrupación femenina sin precedentes en Cuba por su masividad y enormes desafíos sociales: la Federación de Mujeres Cubanas, escribió Sara Mas en Granma.

Cuarenta años después, Vilma Espín atesoraba una larga experiencia de trabajo por el avance de las mujeres y sostenía la divisa de que la construcción de una cultura de justicia e igualdad no había terminado. Estos son apenas algunos de sus criterios, cuando acababa de abrir sus puertas un nuevo congreso de la organización que fundó y dirigió.

— Existe una discreta recuperación económica, pero no ha finalizado el período especial ¿qué distingue entonces este VII Congreso?, le inquirió la también cubana Sara Mas.

— Precisamente en ese contexto nacional se inscriben los resultados de la organización. Hemos avanzado en la incorporación de la fuerza de trabajo femenina, sobre todo la altamente calificada; la participación de las mujeres en la administración política y administrativa del país se incrementó, incluyendo los distintos niveles de gobierno; los indicadores referidos a los programas de salud reproductiva y sexual, de infancia, han seguido mejorando, igual que las garantías a toda mujer para decidir sobre su fecundidad; siguieron progresando vías y mecanismos para hacer efectiva la igualdad de oportunidades en el trabajo y en la Educación.

«Ha tenido un importante papel la implementación, por parte de los organismos estatales correspondientes, del Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing, que resume la voluntad política del Estado cubano y pone en vigor 90 artículos de un programa para seguir propiciando el progreso de nuestras mujeres en la vida social y familiar. Ejemplos ilustrativos podemos citar: entre los técnicos ellas son el 66.1 por ciento y el 32.3 por ciento de la fuerza dirigente, dos categorías ocupacionales cuya evolución ascendente expresa progreso, ascenso social.

«Ciertamente, no hemos salido aún del período especial, pero la situación ha variado respecto a 10 años atrás. Llegamos a este congreso cuando el país ha demostrado sus inmensas reservas morales, intelectuales y políticas para vencer los más difíciles escollos y seguimos teniendo el orgullo de vivir en esta nación libre y soberana, como mujeres firmes, decididas; como parte importante de su aguerrido pueblo, unidas, junto a Fidel, nuestro Partido, a sus gobernantes».

— ¿Qué problemas sociales demandan una acción consecuente de la FMC?

— Contamos con amplia experiencia en la atención de problemas sociales; diría que es una de nuestras razones de existir.

«Dos de los aspectos de la realidad que no se toman en cuenta como ?problema social?, pero sí lo son, se relacionan con la permanencia de actitudes discriminatorias hacia la mujer y la muy nombrada ?doble jornada de la trabajadora?, que realmente obstaculizan el despliegue de sus potencialidades y dificultan su participación, su ascenso. Una multiplicidad de factores intervienen, pero estoy convencida de que los más fuertes son culturales, los relacionados directamente con formas de pensar, tradiciones arraigadas sobre lo considerado ?adecuado? para mujeres y hombres. Existe una sabiduría popular acerca del papel de hombres y mujeres, conformada de generación en generación, por lo que sobreviven en la conciencia de muchos creencias, prejuicios arrastrados de una cultura que legitimó todas las desigualdades sociales: por la clase, el sexo, la raza.

«Cuando existe desconsideración hacia la mujer en la familia, incomprensión, inferiorización y recae en ella todo el peso de las tareas domésticas y responsabilidades familiares, igual que en el tiempo de nuestras abuelas, surge la doble jornada cuando se trata de una madre trabajadora y se expresa al mismo tiempo que un acto de discriminación, una manifestación de incultura y de injusticia social. En el ámbito público es una discriminación flagrante, ni siquiera pensar en ellas para dirigir a cualquier nivel y muchas veces ni siquiera consultar sus opiniones ante esa propuesta. Es solo un ejemplo, pero ocurre a menudo.

«Tenemos que seguir construyendo la cultura de la justicia y de la igualdad que fundamente las relaciones entre los seres humanos y la organización del trabajo en los ámbitos de la familia y la sociedad. Una cultura que no admita ninguna forma de abuso o discriminación.

«En otro nivel de nuestra labor social se encuentran las acciones que realizamos cotidianamente con otros organismos y organizaciones para combatir conductas impropias en personas jóvenes ?mujeres y hombres? que expresan una degradación moral, como acontece con la prostitución y el proxenetismo. Si bien se trata de un exiguo grupo social, revisten para nosotros gran prioridad; no es admisible que en un país donde las mujeres se han dignificado, coexistan este tipo de disfunciones sociales.

«También atendemos esmeradamente lo relacionado con actos de violencia en el seno familiar y la pareja. No se trata de situaciones nuevas; lo relativamente novedoso es la toma de conciencia por parte de las mujeres de no admitir ni abusos ni maltratos, y también contar con el apoyo social, de organizaciones de masas y la policía. Aquí ese tipo de agresión física siempre fue socialmente reprobada, incluso el machismo cubano admitía que no era ?cosa de hombres? pegarle a una mujer, aunque siempre existieron casos.

«Pienso que el origen primario de la violencia hacia la mujer, potenciada cuando se vincula a otros factores, está en la subestimación, en la dependencia, en la inferioridad que hacía de ella una propiedad cosificada del hombre. Por esas razones aquí no podemos admitir aunque sea un solo caso. Afortunadamente en 40 años las cubanas han elevado mucho su autoestima y preparación.

«Atendemos este asunto porque es incompatible con nuestros principios de respeto a la dignidad plena de mujeres y hombres», concluyó Vilma en su última entrevista para Granma.

07/GG/CV

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