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Significado de un estado de sitio en Guatemala

Por Rosalinda Hernández Alarcón*

Luego del anuncio de la finalización del estado de sitio en Alta Verapaz, cabe hacer algunas reflexiones que trasciendan el decomiso de armamento reportado por las fuerzas de seguridad, porque durante los meses en los que fue implantado, agrupaciones indígenas q’eqchi’ denunciaron agresiones contra mujeres y hombres organizados en la región del Polochic.

Si bien la persecución y castigo a quienes forman parte del crimen organizado, que trafica con drogas y personas, es una demanda válida, cuando en un periodo de estado de sitio suceden agresiones y asesinatos de personas organizadas no es cualquier cosa.

En Guatemala cobra otra dimensión, ya que en su historia las fuerzas represivas -amparadas en la consigna de seguridad nacional- cometieron innumerables hechos de violencia contra miles de personas de todas las edades en diferentes regiones del país.

En Alta Verapaz, en 1978, el Ejército masacró a mujeres y hombres campesinos que luchaban por sus demandas. En la región donde se ubica este departamento, comunidades campesinas han sido objeto de desalojos violentos por parte de las fuerzas de seguridad, las cuales han contado con el apoyo de finqueros y políticos corruptos.

Asimismo, se han denunciado casos en los que elementos paramilitares o de las fuerzas de seguridad han violado a mujeres como una forma para amedrentar e inhibir la organización social, antes y durante las ocupaciones de tierra.

Con base en tan dramáticos sucesos, el establecimiento de un estado de sitio irremediablemente hace recordar aquéllas épocas de represión y muerte, sobre todo cuando se conoce del secuestro y asesinato de Catalina Mucú Maas, Sebastián Xuc Coc y Alberto Coc Caal, todos q’eqchi’es.

Algunas feministas, quienes vivieron el conflicto armado interno, al condenar los hechos descritos, señalan que esta situación les ha hecho recordar los casos de violaciones sexuales contra mujeres ocurridas durante la guerra y los que siguen sucediendo en tiempos de post-conflicto. Exigen: ¡No más violencia en nuestros cuerpos ni en nuestros territorios!

Por su parte, la agrupación Actoras de Cambio convoca al II Festival Regional por la Memoria con mujeres sobrevivientes de crímenes sexuales en el conflicto armado (del 24 al 27 de febrero en Chimaltenango), quienes afirman que su memoria corporal colectiva puede procurarles «la energía para erradicar la violación sexual y construir colectivamente condiciones de paz, de justicia, dignidad, alegría y libertad para nosotras».

Continuar nombrando y denunciando los hechos de violencia contra las mujeres seguirá siendo necesario. Hay que poner en el centro a los agresores, ya que ahora sólo se conocen a algunas víctimas pero rara vez a los victimarios, cuyos rostros se han ocultado, silenciado sus agresiones y otorgado una vestidura de impunidad.

* Periodista mexicana radicada en Guatemala, editorialista, integrante de la organización La Cuerda, cofundadora de la Red Centroamericana de Periodistas.

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