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Sigue la pesadilla para las sobrevivientes de Acteal

Por Valeria Valencia Salinas

Basta escuchar el eco de un balazo para que los recuerdos se agolpen en la mente y la angustia envuelva el corazón de las mujeres y niñas que sobrevivieron, con todo y heridas en cuerpo y alma, a la mundialmente conocida «masacre de Acteal».

Eran las 11:30 horas del 22 de diciembre de 1997 en Acteal, municipio de Chenalhó , cuando una cortina de humo y un ruido intermitente de balazos dejó por rastro muerte, heridas, orfandad y viudez a un grupo de desplazados que organizados en la agrupación civil Las Abejas sólo buscaban un poco de paz a través de oración y ayuno.

A seis años de Acteal –nombre tsotsil que le daban los antiguos a un árbol común en la zona- cobra vida el esfuerzo, la labor y la organización de sus hombres y mujeres a pesar de la presencia diaria y a cada instante de camionetas de Seguridad Pública y camiones del Ejército Mexicano y los recuerdos amargos que traen consigo.

A cuatro horas de la ciudad capital, Acteal forma parte de la región de los Altos de Chiapas, es zona tsotsil y blanco de la mayor agresión que se ha registrado en la historia reciente de la entidad.

En 1997 fueron masacrados ahí, en la hondonada, convertida en entonces en campamento para desplazados que huían de agresiones de paramilitares, 45 abejas , siete hombre adultos, 18 menores de edad y 20 mujeres de las que cuatro se encontraban embarazadas.

VIVIR CON MIEDO

«Cuando escuchó el balazo que echó el ejército al otro día del quinto aniversario de la matanza –el año pasado- Zenaida se asustó mucho y quería salir corriendo. Es que quedó con miedo». Así relata el tío de Zenaida Pérez Luna, una niña de nueve años que vio cómo su padre, su madre, su hermano y sus dos hermanitas caían bajo el fuego de las balas.

Huérfana, su abuela y su abuelo, de oficio agricultor, se hicieron cargo de ella y de sus dos hermanitos. Además de los recuerdos, a Zenaida le quedó un agujero en la cabeza donde le atravesó la bala que la dejó «sin campo visual».

«Cuando recuerda lo que le pasó, le duele la cabeza, ahí donde tiene el agujero. Ella quedó entre los dos cuerpos de sus papás. Casi no tiene apetito, y cuando escucha disparos se asusta mucho», sigue contando su tío Vicente Luna Ruiz, encargado de llevarla a sus citas médicas en México.

Allá, Zenaida es atendida en el hospital Conde Valenciana donde el doctor le ha dado la esperanza de recuperar la vista en su totalidad si continúa atendiéndose. Le diagnosticaron «pérdida del campo visual», o en palabras de su otro tío Mariano Luna Ruiz, «no ve su camino».

La niña no recibe una educación especial en su lugar natal, asiste como cualquier otra infante a la escuela primaria bilingüe que se encuentra a 200 metros de Acteal y a la que va caminando siempre acompañada de sus hermanos o sus amigos porque «camina despacito».

Cuando va al Distrito Federal la atiende la escuela para débiles visuales CRECIDEVI donde le recomendaron que no deje de asistir a la primaria aunque no se le brinde una atención especial.

El trágico 22 de diciembre de 1997, Zenaida fue trasladada, junto con los otros 26 heridos, al hospital de San Cristóbal de Las Casas. Su caso era de gravedad, «esperaban que muriera», recuerda su tío Mariano, por eso la llevaron al Hospital General de Tuxtla Gutiérrez.

En esos momentos recibieron la ayuda de la Diócesis de San Cristóbal y del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas. Fue hasta después que la Secretaría de Salud del Estado a través de la jurisdicción II, los empezó a apoyar con el traslado de la pequeña a sus citas en la ciudad de México porque «es su obligación» exclama Mariano.

Con el afán de salvar de la oscuridad a Zenaida, organizaciones no gubernamentales han apoyado también a la recuperación de la niña. Una de ellas – no supieron dar el nombre- los ayudó para trasladarse y que fuera atendida en Washington, Estados Unidos hace cinco años.

Este apoyo solidario de su familia, la comunidad y organizaciones civiles ha sacado adelante a Zenaida. Sin embargo, el tío encargado de llevarla a las citas considera que el apoyo económico que ha dado gobierno del estado es insuficiente cuando se tienen que trasladar a México, pues no les alcanza para mantenerse durante su estancia en la capital del país.

Respecto al convenio firmado entre las Secretarías de salud (SSA), la de Pueblos Indios (SEPI) y la organización civil Las Abejas el pasado cuatro de agosto para «garantizar la atención médica especializada que requieren 19 sobrevivientes encabezados por Zenaida», sólo comenta que «el acuerdo se hizo, se firmó, ahora falta que lo cumplan».

La niña tenía tan sólo cuatro años cuando vivió la experiencia que quizá jamás olvide, ahora tiene nueve años, una mirada serena y un cuerpo excesivamente delgado. Zenaida, como su abuelita de 73 años y su tía que la cuida, no habla «castilla», sólo sonríe de vez en cuando y permanece atenta a lo que sus tíos cuentan.

LAS HUELLAS DE LAS BALAS

Rosa ya no puede hacer su trabajo diario. Le cuesta caminar, sobre todo subir las laderas. Las dos balas que le perforaron la pierna izquierda aquel diciembre le dejaron una gran cicatriz y el impedimento de amasar y palmear su tortilla. Mucho menos puede ir por leña porque un esfuerzo de esa naturaleza le aumenta el dolor con el que pareciera, ya aprendió a vivir.

Su esposo se dedica a sembrar y cosechar café, negocio cada vez menos remunerado. Tienen seis hijos vivos y uno muerto aquel trágico día. Rosa Gómez Pérez tiene sólo 34 años, aunque su rostro aparenta más edad.

Tanto Rosa como Zenaida forman parte de la lista de «heridos graves» que son atendidos desde agosto pasado por la SS y la SEPI. Según lo declarado recientemente por el jefe de la jurisdicción II Armando Servín Martínez, los casos más delicados son Zenaida y los niños Jerónimo Vásquez Pérez de ocho años y Efraín Gómez Luna de siete.

Aceptó que con este acuerdo «se institucionaliza» la atención a los 19 lesionados ya que antes «sólo existía un acuerdo verbal», aunque aclaró que ya se les apoyaba con el pasaje, hospedaje y alimentación a los familiares que acompañaban al paciente a los hospitales de San Cristóbal, Tuxtla y México, según el grado de gravedad.

No especificó con cuánto dinero funcionará el acuerdo, pero dijo que de ahora en adelante se tramitará ante la Secretaría de Hacienda estatal el monto específico de manera anual para su atención.

Entre las mujeres que aún conservan heridas y presentan dolores y molestias están además Catarina Méndez Paciencia, herida en la pierna por tres balazos de grueso calibre; Rosa Gómez Pérez , en la misma situación; Manuela Pérez Ruiz, herida en un brazo y una niña herida de una pierna.

MUJERES ABEJAS

A seis años de la dolorosa masacre en Acteal a manos de paramilitares acompañados de elementos de Seguridad Pública, las mujeres sobrevivientes y familiares de los muertos se encuentran fortalecidas y organizadas haciendo honor al nombre de la agrupación civil pacifista a la que pertenecen: Las Abejas.

Maya Antzetik (mujeres maya en tsotsil) son el ejemplo vivo. Es una agrupación conformada por mujeres de Acteal, desplazadas y no, así como de otros cuatro parajes alrededor que decidieron agruparse en 1998 sacando fuerzas de flaqueza.

Apoyadas por el grupo Cáritas México, de la Pastoral Social de la Iglesia Católica, las mujeres se organizaron para vender sus artesanías, rebozos, blusas, faldas, tapetes, y comercializarlos en una tiendita que acondicionaron en lo que antes era el campamento de desplazados, hoy convertido en el centro organizativo de Las abejas.

Elena, una joven tsotsil es la encargada de la agrupación, pero el día que llegamos se encontraba ocupada en un curso que personal de la Diócesis de San Cristóbal llegó a dar. Es Olga la que nos habla y nos explica con mucha dificultad en su escaso castellano cómo se conformaron.

El proyecto empezó apoyado por Cáritas como un esfuerzo para desplazadas, aunque ahora ya no las hay. Todas volvieron a sus parajes. «No teníamos dinero para comprar medicina, comida, por eso nos organizamos cuatro parajes, como 70 mujeres».

Luego fueron ayudadas mediante el «grupo tsotsil» de la Diócesis con capacitación comercial. Así lograron que sus productos no sólo quedaran en Acteal sino que desde hace tres años salen junto con el «Coro de Acteal» a diversas partes de la república e incluso en Europa.

Además, han logrado el intercambio y exportación de sus productos con apoyo siempre de Cáritas. Las mujeres abejas, están en acción.

LA AMENAZA LATENTE

A pesar del silencio gubernamental sobre el conflicto en Chiapas, los problemas políticos y sociales no sólo no terminan sino se incrementan. Los gobiernos de transición no han ayudado a que las bandas paramilitares desaparezcan, al contrario parecen fortalecidas y ahora se están reactivando.

En Acteal, los rumores de que suceda otro 22 de diciembre se han dejado escuchar en los últimos meses. Así lo confirma Mariano Luna Ruiz, integrante de la mesa directiva. A pesar de que siempre se han declarado «neutros» la sociedad civil Las abejas han dejado ver más de una vez su simpatía por el EZLN y eso les ha traido problemas.

Un campamento militar disfrazado de «agrupamiento de labor social» a unos cuantos metros de Acteal y el paso de sus elementos y de la policía de Seguridad Pública, que pudimos corroborar por decenas en el tiempo que permanecimos en Acteal, también los incomoda.

«Somos sobrevivientes de una masacre, muchos vimos cómo mataron a nuestros familiares, y sabemos que la policía los ayudó, por eso no los queremos acá, queremos que se vayan», exige Luna Ruiz.

2003/VVS/MEL

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