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Sobre mojado II

Por Cecilia Lavalle

Con el alma arrugada escribo. Así escribí la semana pasada y así escribo hoy. Mi alma está arrugada de ver día a día a tantas y tantos damnificados. Yo me sumo a la lista.

No cabe duda que las personas damnificadas -dramáticamente damnificadas, habría que añadir- están en Chiapas, Veracruz, Oaxaca, Hidalgo, Puebla; medio país, pues. Y pese a que veo hacer enormes esfuerzos a nuestras fuerzas armadas y a varios servidores públicos, como Josefina Vázquez Mota, secretaria de Desarrollo Social, o Pablo Salazar Mendiguchía, gobernador de Chiapas, me queda claro que no alcanzan, no bastan; la tragedia lOs rebasa, nos rebasa a todos.

No sé si nos rebasan por incapacidad, como sostienen algunos; por ineficiencia casi genética, como acusan otros, o porque hay tantos rezagos que de todas maneras, hágase lo que se haga, inevitablemente irán varios pasos atrás de una tragedia. O por todo junto.

Para auxiliar, para apoyar, la sociedad civil, la organizada y la desorganizada, se ha volcado para aportar algunas de las mil y un cosas que la gente necesita. Entonces aparecen las otras personas damnificadas, y en esa lista entro yo.

Según la Real Academia de la Lengua Española, damnificado/a quiere decir: «que ha sufrido daño de carácter colectivo». Y ahí tiene que muchas personas con gran ánimo de ayudar se topan de entrada con la duda: Si llevamos la ayuda a… ¿la irán a entregar o lo irán a guardar para luego venderla? Si deposito dinero a la cuenta de… ¿lo utilizarán en ayudar a los damnificados o acabará en la chequera de algún funcionario?

La corrupción –la brutal e impune corrupción, habría que añadir- que priva en la vida nacional desde hace décadas, y en la que el gobierno es un actor, por acción u omisión, de primerísimo nivel, nos ha dañado colectivamente los bolsillos, el Producto Interno Bruto y el ánimo. Y como es época de lluvias, llovió sobre mojado. La tormenta de la semana corrió a cargo del cinismo y la desfachatez imperante en la política de nuestro país.

A principios de semana, Víctor Trujillo, titular del programa noticioso El cristal con que se mira, dio a conocer documentos que señalan que a la familia de Arturo Montiel, precandidato del PRI a la presidencia de la República, se le investiga en la Secretaría de Hacienda y en la Procuraduría. A sus hijos, por depósitos bancarios en efectivo, hechos entre 2000 y 2001, que suman más de 35 millones de pesos, y de los cuales, al parecer, no se pagaron impuestos; y a su esposa, por varias propiedades en el Estado de México.

La nota me dejó el ánimo más damnificado de lo que estaba. Y no es que yo parta del supuesto de que en general los políticos en nuestro país son honestos; menos tratándose de priístas, porque aunque es evidente que no patentaron los actos de corrupción, cómo olvidar las inmensas fortunas amasadas al calor del gobierno durante 70 años, y cómo olvidar la frase acuñada entre uno de sus distinguidos militantes: «político pobre, pobre político». Pero no obstante saber todo eso, el ánimo arrugado me quedó hecho pasita al ver las reacciones.

Montiel, sin negar la información, señaló como autor de estas revelaciones a su adversario político Roberto Madrazo; dijo además que todo está perfectamente asentado en su declaración patrimonial y que no le va a dar explicaciones a nadie salvo a las autoridades que, por cierto, no se las han pedido. El PRI de ninguna manera pidió una investigación a fondo: se limitó a acusar al gobierno federal de divulgar información para dañar al adversario. Madrazo dijo que él está limpio de toda culpa y de todo acto de corrupción. La PGR dijo que no investiga nada y Hacienda dijo que no puede decir nada.

Y en medio de esta tormenta política las y los damnificados anímicos nos preguntamos: ¿si esos dineros son de 2000 a 2001, ¿cuánto más habrá? ¿Cómo es posible que un hombre que como gobernador ganó 175 mil pesos mensuales tenga tal fortuna? ¿Cómo es posible que Hacienda sea tan lenta para investigar a algunos cuando sospecha que se evadieron impuestos? ¿Cómo es posible que la PGR no investigue nada?

Dice mi querida lectora Salma que ella también tiene el alma arrugada por tanto surrealismo nacional y que, aunque alberga la secreta esperanza de encontrar alguna luz al final del túnel, como van las cosas, ni el día de su muerte la verá. Igual ando yo.

Ya Montiel pidió «darle vuelta a la hoja», Madrazo dijo que no hay problema, todo sea por el bien del PRI. Y yo interpreto: como todos tienen cola que les pisen, mejor que cada quien recoja su colita, y aquí no ha pasado nada.

Ahora además del ánimo damnificado tengo nauseas.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Periodista mexicana

05/CL/YT

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