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Toda tú eres un útero

Por la Redacción

Hay un cartel publicitario español bastante conocido, creo que de una loción tipo aceite de bebé, que decía, sobre la imagen de una mujer desnuda acostada bocabajo: toda tú eres un culito. Tengo la foto de ese cartel guardada en alguna parte, no porque me guste su mensaje, sino porque me gusta que una mano feminista haya escrito sobre él somos mujeres, no culos

Ésa es una cara de la moneda patriarcal.

La otra cara se mostró el otro martes en el programa El cine denuncia del 5. Pasaron tres documentales contra el aborto, de esos llenos de música entre tenebrosa y triste, como la de los informes morbosos del informativo de América, con imágenes de bebés de doce semanas de gestación, con testimonios de mujeres arrepentidas de haber asesinado a su niño, y mostrando orgullosas los hijos ya crecidos a los que habían criado tan cristianamente…

Después del melodrama la conductora entrevistó a algunos representantes de eso que se llama movimiento pro-vida. Una de sus integrantes, la señora María José Pastorino, quiso explicarnos cómo las mujeres tenemos que resignarnos a ser un receptáculo de esperma, una incubadora andante, de manera muy gráfica: Cuando la mujer se queda embarazada se embaraza desde la punta del pelo hasta los pies. O sea, que todo nuestro ser se tiene que mamificar, que el compromiso es total. Bienvenidos a la cosificación de la mujer: toda tú eres un útero podría ser el slogan que algún publicista podría usar para, por ejemplo, un aviso de pañales, o de ropa de bebé.

La señora Pastorino también nos hizo saber –lo repitió por lo menos tres veces durante la entrevista– que la mujer por naturaleza es madre. Un clásico. Sacámela un poquito, plis.

Me molesta el hijismo. Me parece deprimente y peligroso. Tengo varias amigas y conocidas que tuvieron hijos antes de los veinte, otras están embarazadas. Todos fueron embarazos no deseados, todas ellas dejaron de estudiar, muchas de ellas se sintieron muy tristes durante las primeras semanas, pero todas ellas tienen que decir que están felices. Y a lo mejor es verdad. Pero yo no me lo creo mucho. Sólo una de mis amigas madres (una que tiene 40 años y una hija de 7), hablándome de su mala situación afectiva y económica me dijo, refiriéndose a su hija: es lo mejor que me pasó en la vida, y después de una pausa, tal vez después de notar que a mi no me sonaba muy sincero me dijo: Y claro, ahora que ya la tengo ¿qué voy a decir?.

Vivimos en una sociedad fetista e hijista. Rodolfo Nin Novoa dice que esta es una sociedad abortista porque las empresas despiden a las mujeres que se quedan embarazadas. Pero la verdad es que las mujeres pobres tienen que elegir entre la abnegación, (para no decir esclavitud), de la maternidad y el riesgo de muerte que supone un aborto clandestino. Y las mujeres que tienen dinero también viven bajo un sistema que las hace sentir culpables y crueles si abortan.

La ley antiaborto, pese a lo que diga Nin Novoa, no tiene nada contra el capitalismo, aunque a las empresas le molesten las madres. Al capitalismo se la sudan los dramas internos de las mujeres: cómo se hayan quedado embarazadas, cómo vayan a abortar, qué va a ser de sus vidas. Las mujeres son la gran clase explotada, siempre habrá brazos baratos que puedan reemplazar a otros. Las chicas adolescentes pueden trabajar hasta que a los veintitantos se vayan a parir futura mano de obra, y en su lugar vendrán otras chicas adolescentes a deslomarse hasta que llegue el momento del parto… El mercado laboral odia a las madres y al mismo tiempo las necesita. Del mismo modo que la industria del sexo odia a las mujeres de las que saca tanto dinero.

Aunque los pseudofeminismos liberal y conservador han intentado mantener lo que ellos creían que era coherente ideológicamente, defendiendo el aborto y la prostitución unos, y combatiendo ambas cosas otros, existen casos de desvergüenza absoluta, casos de personajes progresistas que se atreven a defender la prostitución al tiempo que combaten el aborto.

Puedo referirme, por ejemplo, a muchos políticos y activistas de izquierda latinoamericanos y uruguayos que, al tiempo que se derriten ante las estrofas de cualquier imbécil putero, desde Sabina a la Bersuit, o elevan a la categoría de santo a un misógino popular como Alfredo Zitarrosa (un maltratador con un micrófono, como escribió Jackson Katz para referirse a Eminem), se transforman en predicadores evangélicos que defienden la vida desde la concepción, que es donde empieza, como todo el mundo ha de saber. No quieren formar parte de esos que, en palabras del arzobispo de Montevideo (Monseñor Cotugno), promueven la anarquía cuando defienden la legalización del aborto.

* Publicado en el blog: todosputeros.blogspot.com

08/V/CV

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