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Violación a los derechos humanos

Por Sara Lovera

El viernes 16 de diciembre, precisamente cuando toda la administración pública se disponía a iniciar vacaciones, pasado el medio día la periodista Lydia Cacho, defensora de los derechos humanos de las niñas y las mujeres, fue detenida en sus oficinas de Cancún, Quintana Roo.

Se burló la vigilancia de los agentes de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), que custodian a la periodista, a petición del Congreso, de diputadas y senadoras que luchan para que se elimine la violencia contra las mujeres, porque Lydia había sido amenazada de muerte por quienes se sienten afectados por su compromiso social y feminista.

Se trata de una arbitrariedad, un hecho intimidatorio que anuncia los tiempos por venir. Sucede precisamente cuando se han establecido mecanismos y acciones en todo el mundo para la denuncia de los abusos sexuales, la pederastia y los asesinatos de mujeres a lo largo y ancho del mundo occidental. México, entre ellos.

Pero además es un ataque a la libertad de expresión. Lydia Cacho dice en su comunicado del 18 de diciembre que ella comprende perfectamente que una persona que se sienta difamada por un o una periodista, está en su derecho a demandar. El juez de la causa tiene obligación de investigar y llamar a comparecer a quien ha sido señalado. Pero le tiene que avisar. A Lydia nadie le avisó y sorpresivamente, a mil 500 kilómetros de distancia entre el lugar donde se originó la demanda de presentación y su residencia, aparecieron dos policías y se la llevaron.

Ella le llama «secuestro legal», yo diría que se trató de un secuestro simplemente y no sabemos quién pagará por ello.

Reflexionar sobre estos hechos, más allá del curso legal que proceda, nos hace evidente que en México no se respetan las garantías individuales, las policías y los jueces no responden más que a intereses y corruptelas, no hay justicia. Tenemos que decirlo porque lo sospechamos. Y la libertad de expresión está sujeta también a intereses que protegen a verdaderos delincuentes.

Lo más grave es que se hace a la luz del día, con toda impunidad. Si Lydia no está en la cárcel, es por la inmediata y contundente cadena de solidaridades que se iniciaron al momento de su detención: De manera espectacular, las y los periodistas de las redes impulsadas por CIMAC, actuaron; actuaron las cadenas de mujeres vía Internet, quienes además desde España, precisamente prepararon con Lydia una acción pública de denuncia, prevista para el próximo 21 de enero, en que se unirá la protesta al espectáculo, para insistir en el cese de los horrendos asesinatos de mujeres.

Me parece, entonces, que nada es casual, que a la evidencia contumaz de la acción ciudadana por el exterminio de la violencia contra mujeres y niñas, contra el abuso sexual a mujeres y niñas, contra el ejercicio de la influencia y el dinero para atajar los que llamaremos vicios públicos y privados de los grupos de poder, la fragilidad de quienes denuncias es cada vez mayor. Y no nos damos cuenta.

Preocupa también el hecho de la soledad en que muchas luchadoras están en sus batallas. Lydia ha dado una batalla solitaria, en el mejor sentido de estas palabras, sin el respaldo social necesarios que deberían contener las denuncias que valientemente hizo contra los pederastras poderosos que atropellaron la dignidad de muchas niñas; tras de este acto, me atrevo a pensar, también están los órganos policiacos que se han visto afectados por su incapacidad en las investigaciones de estos crímenes.

Se entremezcla el tráfico de influencias, denunciado por Lydia con un crimen de Estado que invade territorio, medios, policías y, ¿por qué no?, una sociedad que inerte ante las tropelías, aprueba en el fondo los abusos de género y contra las mujeres que día a día se repiten en el país.

La lucha solitaria y aislada es, por desgracia, una tradición en México. Cientos de personas han caído en manos de los delincuentes, ante la falta de una verdadera movilización. Lo que ha sucedido a Lydia tiene que llamarnos seriamente a la reflexión. No podemos, las mujeres, vivir en espacios temáticos o especiales, mientras hay quienes están dando luchas concretas y precisas, contra criminales concretos y precisos. Debemos pensar.

*Periodista y feminista mexicana

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