Al pensar en un arquetipo de mujer siglo XXI de países pobres, como el mío, me la imagino de edad mediana, de difícil situación económica, con tres hijos como mínimo y un marido que se apoya en su fortaleza o que no existe. No se amedrenta ante los problemas; planifica y programa para que no falte el sustento de cada día; es la dirigenta más activa de su comedor popular, realiza un trabajo aquí y otro allá con la sonrisa en los labios.
Además, se da tiempo para visitar a la tía viejecita, es servicial con sus vecinos, y socorre y presta sus enseres a quienes han sufrido un desastre.
Aún le queda un espacio para jugar el voley con las amigas del barrio, ser la madre más colaboradora del colegio, organizar las festivas polladas, e invitar a tutilimundi en el quinceañero de su primogénita…
Me quedo corta al nombrar las mil facetas en que se desenvuelve este prototipo de mujer peruana. Y no estoy hablando de una super mujer, son así todas las mujeres de mi entorno: La costurera, la lavandera, la dependienta de la tienda, la del kiosco de periódicos, la vendedora de fruta … De este barro también están hechas las miles de osadas peruanas que dejan su patria en pos de un objetivo concreto: Conseguir dinero para terminar de construir su casita, para enviar a su hija a la universidad, para instalar un negocio; aún a costa del profundo dolor de estar muy lejos de sus seres queridos, y de los ataques xenofóbicos de débiles mentales (dizque neonazis).
Esas mujeres, expuestas constantemente a labores por encima de sus fuerzas, ¿a dónde pueden recurrir ante un accidente, una enfermedad física o mental, o cuando los años disminuyan su pujanza? Muchas instituciones las han agasajado en el Día Internacional de la Mujer, con premiaciones y regalos; pero han sido ellas mismas quienes han reflexionado sobre su situación y no demandan remuneraciones por el trabajo gratuito que realizan en los 15 mil comedores populares existentes a nivel nacional, porque saben que es imposible; además, se opacaría su generosidad.
Pero sí, junto a la presidenta nacional del Programa Vaso de Leche, Rosa Castillo, y a la congresista de la República, Rosa León, han pedido la puesta en marcha del proyecto de Ley de Seguro de Salud que las ampare. Estamos seguras que la legislación peruana pronto ha de manifestarse con una respuesta clara y positiva, en pro de la demanda justa de estas mujeres valientes que «valen un Perú» (sin habitantes, como dicen los sarcásticos).
*Directora de la publicación peruana Somos Mujeres
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