La población femenina supera a la masculina en la ingesta de psicofármacos y representan el 75 por ciento de los consumidores totales de tranquilizantes.
Las medicinas que más consumen las mujeres de 35 a 54 años son analgésicos y antipiréticos (sustancias para disminuir la fiebre como el paracetamol y el ácido acetilsalicílico); mientras que las de 55 a 74 años consumen medicamentos para la tensión arterial, según se desprende del Informe de salud y género, editado por el Observatorio de Salud de la Mujer del Ministerio de Sanidad y Consumo.
Las mujeres superan a los hombres en el consumo de fármacos (con prescripción médica) y en la automedicación para solucionar ciertos malestares frecuentes en edades comprendidas entre 45 y 64 años. El porcentaje de mujeres maduras que consumen fármacos es cada vez más elevado y significativamente más alto entre las amas de casa que entre las mujeres que salen fuera a trabajar.
El informe alerta del hecho de que a las mujeres se les receten más psicofármacos que a los varones porque en situaciones inespecíficas se las suelen diagnosticar ansiedad o algún trastorno mental común, de modo que la «tranquilidad recetada» ha continuado su incremento de forma constante, no habiendo conciencia –denuncia el informe del Ministerio de Sanidad- del hecho de que las mujeres estén somatizando en sus cuerpos las desigualdades genéricas de que se traducen en sobrecarga de trabajo y estrés.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud alertó en 2005 sobre la medicalización de psicofármacos para solucionar problemas sociales y el Observatorio de la Salud de la Mujer del Ministerio de Sanidad recomienda, en este informe, que el sistema de salud debería encontrar otras soluciones al malestar que desemboca en el consumo de psicofármacos.
Desde el Colegio de Médicos de Barcelona, Francesc Ferrer, miembro de la junta directiva y especializado en medicina interna, declara a AmecoPress que «tradicionalmente las mujeres han ido más al médico que los hombres, quizá porque antes no trabajaban y no estaban atadas a compromisos laborales; mientras que para el hombre pedir permisos era más complicado».
En lo que respecta al mayor consumo de fármacos en las mujeres, Ferrer considera que puede ser debido a que «tienen mayor esperanza de vida que el hombre y en los últimos años es cuando se consumen más medicinas». Por otra parte, en cuanto a la automedicación, asegura que «muchas veces se basa en temas culturales y sociales que van pasando de madres a hijas, de abuelas a madres y no de abuelos a padres».
Ferrer está a favor de la automedicación siempre que «las personas estén bien informadas y conozcan los riesgos. Estamos en el siglo XXI, el nivel de conocimiento de la población, por una parte, y los derechos individuales del paciente, por otra, puede hacernos confiar en que estén muy bien informados de los riesgos de la automedicación y de la utilidad de los fármacos que consumen siempre de una forma responsable y razonable para una dolencia que consideran que ya se la conoce».
Agregó que hay medicamentos con prescripción médica obligatoria y en esos no hay opción para la automedicación; pero hay un abanico amplio de medicamentos que no son de prescripción obligatoria y que los farmacéuticos prescriben sin necesidad de aportar una receta como cortisona o un antibiótico corriente para una infección leve y que ya sabe el paciente que lo ha tomado otras veces y ha solucionado la dolencia.
08/MC/GG/CV
