La participación política de las mujeres es de larga data en México. Las mexicanas han estado construyendo este país desde la época de la independencia.
En la Revolución las «Adelitas», con lo que se ha querido minimizarlas, eran combatientes, formaron enlaces de inteligencia, correos, escribanas y estrategas.
Además sin ellas las tropas populares no hubieran comido. Y también, es cierto, iban con sus hombres, como compañeras sentimentales, y ¿eso no se vale?, señores conservadores.
Doña Dolores Jiménez y Muro fue la consejera incansable de Emiliano Zapata, el revolucionario del sur. Ella escribió el Plan de Ayala.
Hoy las mujeres hacen política, no sólo de gabinete o de representación en las cámaras, la hacen en todas partes. No se les reconoce, y no se las valora, sobre todo entre los contrarios.
Pero las mujeres están haciendo política, incluso con su silencio. Son las constructoras de los enlaces ciudadanos, las tareas informativas, los boletines electrónicos, han levantado escuelas cívicas a lo largo y ancho del país.
También hacen política las mujeres creativas. Jesusa Rodríguez es un buen ejemplo. Hacen política las senadoras y las diputadas, algunas periodistas, sin duda. Se hace política tomando la tribuna y poniendo la agenda de los derechos humanos, de la salud femenina, de la participación igualitaria en la toma de decisiones.
El campo de la política es muy amplio, no se puede medir por la llegada de una mujer a la presidencia de la República, ni positiva ni negativa. Esa medida es muy limitada.
Y las mujeres hoy, en defensa del petróleo, todas las que he descrito, están en la vanguardia de un movimiento, con el cual se puede o no coincidir en sus métodos, pero en la vanguardia de la defensa de la principal riqueza del país.
La vanguardia es estar al frente. Estas mujeres vestidas de blanco, en los mítines y asambleas informativas, encabezan el movimiento de defensa del petróleo, para evitar que se entregue del todo, porque las denuncias recientes hablan de una apertura en contratos desde hace tiempo. Muchas de las actividades de Pemex ya se han derivado al sector privado.
Recuerdo que desde los años 80, se sabía de la intervención privada en la construcción de plataformas; o las concesiones al sindicato para explorar yacimientos o los contratos abiertos a partir de 1988.
Estas mujeres, las denominadas «nuevas Adelitas» son las mismas que tímidamente en un pequeño comité, hace ya 15 años, encabezaron la defensa del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) cuando se trataron de imponer los contratos «llave en mano» que querían privatizar la electricidad.
Privatizada en la República Dominicana, ésta, la electricidad, ha derivado en un calvario. Para quien lo dude puede obtener datos sustantivos de lo que digo. El capital privado es absolutamente irresponsable con los servicios públicos. Sólo por eso debían tener vergüenza quienes intentan justificar estos caminos.
La privatización de Teléfonos de México derivó en un servicio cada vez de menor calidad. Los primeros años en que fue tomada la empresa por el Grupo Carso del señor Carlos Slim, tuvo tantas quejas en la Procuraduría del Consumidor que llegó al primer lugar, de donde no ha sido desbancada en los últimos 10 años. Telmex sigue siendo; por los abusos en cobros y mal servicio la primera.
Si sólo fuera por eso, habría que estar al lado de Cuauhtémoc Cárdenas que le dijo a Felipe Calderón, a tiempo, del mejor modo, que de lo que se trata es de encontrar una vía para modernizar Pemex analizada, pensada, discutida, con los mejores especialistas.
Pero el gobierno de facto escogió el peor de los caminos. No ver y no oír. Hoy las plazas se llenan, las mujeres se organizan, como hormigas por todo el país, pensando y actuando. No minimizar este movimiento, saber que el asunto del petróleo es consustancial a las y los mexicanos, saber que la Revolución Mexicana se hizo para rescatar la tierra y ahí, por esa tierra se acordó el Artículo 27 Constitucional, es no banalizar.
Las mujeres hacen política, no sólo tienen o quieren puestos. Se los merecen, y esta vez las agendas coinciden. Sin petróleo no se abatirá la mala alimentación de las embarazadas, por decir algo.
Si el petróleo se entrega al imperio, la crisis económica crecerá, las mujeres perderemos empleos, derechos, pensiones de vejez, y de nada servirán la participación electoral. La participación política, sí, es el remedio.
* Periodista y feminista mexicana, fue reportera en los periódicos El Día, unomásuno, La Jornada y directora del suplemento Doble Jornada, directora fundadora de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC).
08/SL/GG