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La violencia que ofende e indigna

Por Argentina Casanova Mendoza
CIMACFoto: César Martínez López

Durante los últimos acontecimientos por el ejercicio al derecho a la protesta, la opinión pública, los medios, la tendencia es a visibilizar, enfatizar y hacer como que el problema son las protestas, porque para nada se detienen a reflexionar acerca del nivel de la violencia contra las mujeres en México. Basta hacer un comparativo entre el municipio de Ecatepec y el país Argentina, el primero tiene muchos más casos de feminicidio en los últimos 4 años que toda la nación sudamericana.

Sin embargo, pese a estos datos, contrario a lo que se piensa, la violencia contra las mujeres ofende, indigna, sí, pero no en contra de quienes la ejercen sino en contra de quienes la denuncian y tratan de impedirlo. Eso nos ubica en un escenario hostil y violento no solo a las víctimas sino también a las defensoras, a las que marchan, y a las abogadas que son en su mayoría quienes deciden acompañar a las víctimas en el largo camino de la búsqueda de la justicia.

Sé bien que son dos temas, dos aspectos de un mismo problema, por un lado, la violencia contra las mujeres y esas estadísticas de horror, saber que solo en un municipio del Estado de México, en Ecatepec, en los últimos 4 años (de 2015 a 2019) asesinaron a mil 258 mujeres, de las cuales sólo 53 son considerados como feminicidio, esto según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de ellos, mil 256 fueron con arma de fuego, arma blanca u “otro elemento”.

En tanto, en el mismo período de tiempo aproximadamente un total de mil 193 mujeres fueron sido asesinadas en Argentina. En el país sudamericano, según reporta la Agencia EFE, se produce un asesinato de mujer cada 30 horas. Solo en la que va de 2019 -hasta el 20 de mayo- se registraron 133 casos de feminicidio, de los que 121 fueron muertes de mujeres y los otros 12 «vinculados», de niños o niñas relacionados con ellas.

Este dato de horror para la vida de ambos lugares nos pone en contexto de lo que las mexicanas están afrontando en términos numéricos. El municipio de Ecatepec tiene un total de un millón 677 678 mil habitantes, de los cuales 863 mil 201 son mujeres. En el país del sur estamos hablando de una población total de 44 millones 560 mil habitantes, con 22 millones 714 mil 452 mujeres.

La proporción es de horror, no queda la menor duda. El riesgo de ser mujer en el municipio de Ecatepec es desproporcionado en relación con el número de casos de feminicidio por número de mujeres que habitan esa superficie territorial.

El comparativo sólo de las cifras de feminicidio o muertes violentas de mujeres es de terror, no faltan los argumentos que “justifiquen” y aleguen que es “por el número de habitantes”, por esa razón recurrí a buscar el dato de cuántos habitantes en total y cuántas son mujeres, para desarmar esos comentarios que he oído a lo largo de los últimos días que cité esas cifras.

Pero lo que subyace, lo que hay detrás de esas resistencias y esos argumentos de justificar los asesinatos de mujeres, es el desprecio por la vida de las mujeres, algo que ha contaminado y contagiado tanto a hombres como a mujeres, sólo basta leer los comentarios de las personas que justifican la violencia y que incluso llaman a replicarla contra las mujeres que protestan, contra las “feminazis”, contra las defensoras y las abogadas que acompañan a mujeres víctimas, contra las mujeres que viven libremente o que reclaman su derecho a una vida libre de violencia.

Desafortunadamente no estamos en un país en el que la violencia que ofenda e indigne es la que viven las mujeres, más bien es más común encontrar a personas -insisto, hombres y mujeres- que se ofenden e indignan contra las mujeres que reclaman la vida libre de violencia y se atreven a pensar que son personas, que tienen derechos y que los pueden ejercer.

Aunque parezca increíble, basta repasar que en a algunas personas se les tiene que recordar que no son “privilegios” los que tienen las mujeres al acudir a denunciar la violencia y ser escuchadas y que se haga algo frente a esa violencia, o que reclamen desalojar al agresor, o que pidan una pensión y separarse de sus parejas violentas y misóginas, es inaudito que se refieran a estos hechos como “falso empoderamiento, que lo hacen porque son “privilegios” o porque como se “sienten que tienen la razón”, un repertorio que en realidad revela sus propias misoginias y fobias hacia las mujeres en una sociedad que nos enseña naturalmente a despreciar la vida de las mujeres y las niñas, incluso a las propias mujeres.

Al menos a mí no me sorprende, pero creo justo que el problema se agudiza porque dentro de más esfuerzos que hacemos las mujeres por salir de la violencia de este mundo, peor es el escenario pues el sistema social violento y patriarcal se resiste e impide bajo todos sus mecanismos que las mujeres rompamos ese ciclo mortal de violencia en el hogar, en las calles, en las instituciones y en los trabajos donde hombres y mujeres violentos y misóginos harán todo lo posible por desalentarnos y hacernos permanecer en ese ciclo, en esa alianza de guardianas del patriarcado y pactos patriarcales de encubrimiento mutuo, ejerciendo toda la violencia posible contra las mujeres.

19/ACM/LGL

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