Hermosillo, Sonora.- Este jueves 3 de enero se llevaría a cabo la “audiencia de escucha de los menores” en el proceso de divorcio de Isadora Palacios y su esposo Francisco N., pero no fue así, su hija e hijo, de cinco y tres años de edad, respectivamente, no estuvieron presentes y se le notificó que su cónyuge se amparó por sustraer a los niños en diciembre pasado.
Desde el 24 de diciembre de 2021 Isadora, quien es maestra de yoga, tiktokera e influencer, no ve el rostro de su hija e hijo. Ese día el padre solicitó convivencia con los menores y ella se la concedió, pero desde entonces perdió todo contacto con ellos, porque el padre no permite que los vea.
Francisco N., un empresario de materiales de construcción y padre de la niña y el niño, ha violentado en diversas formas a su esposa, por lo que después de doce años de matrimonio ella decidió terminar con la violencia y proteger a sus niños de un ambiente de violencia. El divorcio, aseguró, despertó el enojo del empresario, quien decidió separar arbitrariamente a los pequeños de su lado.
La madre solo ve fotos de los menores que le envía su expareja.
De acuerdo con algunas analistas, lo que ocurre a Isadora y a sus hijos se llama «violencia vicaria», concepto que ha estado en reflexión en algunos congresos por la necesidad de legislar y sancionar esa conducta.
Según las definiciones, esta violencia se da cuando las mujeres deciden terminar una unión civil violenta, lo que produce la ira de su pareja, quien hace hasta lo imposible por incrementar el control y el daño e impedir que la víctima concrete su decisión de divorciarse o separarse.
Hoy Isadora se quedó con ganas de ver a su hija y a su hijo. El abrazo que soñó la dejó con los brazos abiertos, pero vacíos, gracias a que un juez decidió conceder el amparo al padre que los sustrajo.
«Violencia vicaria es un patrón»
La abogada Sofía Adame, quien acompaña el proceso de divorcio de Isadora Palacios, explicó que Isadora es víctima de «violencia vicaria», concepto que no se encuentra descrito como delito en la ley ni en el Código Penal, pero que explica la presión que la pareja ejerce cuando la otra parte decide separarse o denunciar que ha vivido violencia de género sistemática durante la relación.
Esta conducta se concreta cuando el padre sustrae a los menores en forma ilegal para hacer sufrir a la madre, sin importar si las niñas y niños también resultan afectados. En el caso de Isadora Palacios, comentó la abogada, el padre de sus hijos también ha intentado desprestigiarla señalando situaciones y comportamientos que nunca ha probado.
“La ha acusado de uso de drogas, de alcoholismo, a pesar de que ha salido bien en sus exámenes, tanto físico toxicológico, como psicológico”, apuntó.
Este 3 de enero un juez decidiría la custodia de la niña y el niño, ya que se presentarían las pruebas para demostrar con quién están mejor, con su madre o con su padre.
Sofía Adame lamentó que, según su experiencia como abogada de víctimas, la «violencia vicaria» es un patrón que se repite día a día pues nadie apoya a las mujeres, a pesar de las leyes y reglamentos para proteger sus derechos.
Peor aún, agregó, el Ministerios Público y los operadores de justicia, en general, omiten los derechos de niñas y niños, toda vez que las madres son obligadas a facilitar la convivencia de sus hijas e hijos con los padres agresores, a pesar de que en algunos casos son abusadores sexuales.
Adame consideró que en Sonora se protegen y garantizan los derechos de los hombres, pasando por encima del derecho a una vida libre de violencia de las mujeres y el principio de interés superior de la niñez, ya que ante todo se garantiza la voluntad del hombre, aun si éste es un agresor.
“Por el solo hecho de ser hombre tiene privilegios. Siguen los pactos patriarcales, sigue la revictimización contra las mujeres y la niñez, como es el caso de Isadora, a quien no le dan la razón, aunque la tenga”, reflexiona.
La asesora jurídica expuso que también se violentan los derechos de niños y niñas, pues el hecho de que de repente los alejen de su madre ya es un trauma y son víctimas indirectas al ser llevados y retenidos por el padre, «no porque los quieran y vayan a estar en buen cuidado, sino porque buscan ocasionar un daño a la madre».
Esto ocurre, según la opinión de Sofía Adame, porque no existen leyes que sancionen la «violencia vicaria».
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