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Partos en casa contra la violencia obstétrica

Por Julia Cañero Ruiz*

A raíz del vídeo de la influencer Verdeliss se ha vuelto a generar debate en redes sociales sobre el parto en casa. La mayoría de madres no podemos evitar llorar emocionadas al verlo aunque, generalmente, no se corresponde con el parto que hemos tenido: hospitalario, sin nuestras hijas e hijos cerca, sin bañera, sin un espacio cálido, familiar, íntimo, sin respetar nuestros ritmos, con numerosas intervenciones y protocolos y, en demasiadas ocasiones, con nuestra escasa participación en el proceso. Nos sentimos identificadas porque en cierta medida corresponde a ese sueño que no pudimos tener.

Son muchas las madres y colectivos que llevan años intentando visibilizar cómo debería ser un parto normal y defendiendo la opción de parir en casa. Para escribir este artículo he pedido ayuda a algunas mujeres maravillosas que han compartido conmigo su experiencia de parto.

¿Casa u hospital?

Hodeiza Bárcena, madre de dos hijos que han nacido en casa, me cuenta cómo el parto es un proceso fisiológico que sucede en el cuerpo de la mujer y, por lo tanto, el entorno debería ser simplemente un facilitador del parto, un espacio donde la mujer se sienta en confianza y seguridad para que el parto se desarrolle adecuadamente. Siempre debe ser la mujer la que decida cuál es este espacio.

Teresa Martínez Mollá desarrolló en su tesis doctoral en 2015 una etnografía sobre la decisión del parto a domicilio. La autora me comenta cómo la evidencia científica demuestra que en partos de bajo riesgo de mujeres que no son primerizas los resultados maternos y fetales son mejores en el parto en casa, ya que hay menos intervencionismo sobre las madres (episiotomías, ventosas, fórceps, cesáreas) y también sobre los bebés. Hasta los años 70 casi todas las mujeres parían en casa, siendo los hospitales un lugar donde daban a luz aquellas mujeres muy pobres o que no estaban casadas. Pero con la creación de los grandes complejos hospitalarios, el parto se trasladó a ellos. Este traslado no estuvo exento de la lucha de algunos grupos de matronas y ginecólogas por seguir realizando partos en casa. En la actualidad se realizan muy pocos, aunque se han incrementado durante la pandemia.

Entre las distintas experiencias de parto en casa, podemos encontrar algunas mujeres que tuvieron clara su elección desde el primer embarazo. Pero la mayoría se dejaron llevar por la imagen socialmente aceptada del parto como proceso patológico, para el que se hacía incuestionable un entorno hospitalario. A este imaginario hay que añadir el desconocimiento de otras opciones, como nos cuenta Antonia (ha preferido no dar su apellido) sobre su primer parto hospitalario: “No parí en casa a mi primer hijo porque no sabía que eso era posible”. Muchas madres, tras su primera decepción, vuelven a darle una segunda oportunidad al hospital, ahora sí empoderadas, pensando que, gracias a su información y experiencia, todo va a ser diferente. Pero demasiadas salimos del segundo parto pensando: “Si tuviera un tercer embarazo, esta vez sí nacería en casa”. Este es un pensamiento muy común entre las madres activistas que no hemos llegado a parir en el domicilio.

Un punto importante es la absoluta desinformación sobre qué es un parto en casa (que genera tanto miedo): “La gente quizás no sabe que en el hospital también atiende el parto una matrona, como en casa”, me cuenta María, que tuvo su segundo parto en casa. En algunos hospitales (sobre todo privados) ni siquiera hay UCI Neonatal, por lo tanto, si hubiera complicaciones, se tendría que trasladar al bebé a otro hospital, quizás incluso más lejos que el domicilio de la mujer. Sin embargo, se sigue dando a luz en esos hospitales y nadie considera irresponsables a estas mujeres.

El principal problema de parir en casa es que no siempre es posible. Las madres comentan la dificultad económica “tener más de 2 mil o 2 mil 500 euros” ya que no lo cubre la Seguridad Social y es un trámite privado de grupos de matronas que ofrecen ese acompañamiento. También queda patente la falta de personal: matronas que van dejando el oficio, no hay relevo generacional o un relevo muy joven con aún poca experiencia en partos en casa. Normalmente, las madres conocen qué equipos de matronas hay en su entorno, ya que tampoco hay demasiadas opciones.

¿Por qué paren las mujeres en casa? Seguridad, libertad, intimidad y escapar de la violencia obstétrica

Teresa Martínez nos cuenta cómo las mujeres eligen estos partos por la necesidad de intimidad y de parir con quien ellas elijan (tanto sus acompañantes familiares como las profesionales que estarán a su lado). De hecho, María (quien tampoco comparte su apellido) hace hincapié en cómo se hace partícipe a la infancia, que el sistema suele dejar fuera en todo el proceso de embarazo (ecografías) y durante el parto, al estar regido por las normas hospitalarias. En ocasiones, y sobre todo en estos tiempos de pandemia, una madre que va a parir puede estar incluso días sin ver a sus otros hijos e hijas. “Estuve en casa con mi hijo mayor y en ningún momento nos tuvimos que separar, eso debería ser lo normal”, cuenta Antonia. Además, es importante esa experiencia para la infancia: “Un parto así se queda en su retina, cuando sean madres, tienen el impacto de una madre que no ha parido con dolor… ¿por qué estamos enseñando a nuestras criaturas indirectamente que nuestros procesos no son gozosos, sino que son traumáticos?” dice María.

Pero también, como expresa Teresa, la elección del parto en casa últimamente se debe a la necesidad de escapar de la violencia obstétrica. De hecho, las madres que deciden un parto en casa tras uno hospitalario pueden haber sufrido esta violencia en primera persona. Quieren garantizar que se evite una cascada de intervenciones que, por desgracia, vivimos a diario en los hospitales: inducciones, tactos, vías, epidural, no tener libertad de movimiento, episiotomías, partos instrumentalizados, cesáreas innecesarias, oxitocina sintética, etc. Pero también que se respeten los tiempos, la necesaria intimidad y no ser separadas de sus bebés al nacer: “Toda la noche llorando porque nadie me decía si mi bebé estaba bien… duerme y descansa, me decían”, cuenta María de su primer parto.

En la investigación que estoy desarrollando actualmente, un 50 por ciento de las madres encuestadas han declarado haber sufrido violencia obstétrica. Una cifra bastante alarmante, porque el otro 50 incluye a mujeres que no la han sufrido, pero también a mujeres que quizás no han sido conscientes de ella debido a su normalización. Las madres que han compartido su experiencia conmigo han mencionado librarse de la violencia como uno de los argumentos de peso para elegir el parto en casa.

Antonia cuenta su experiencia del primer parto hospitalario, cómo le indujeron sin necesidad y como “no era el día que tenía que nacer mi bebé, pues lo sacaron a la fuerza”. Después, conoció un grupo de apoyo a la lactancia materna y allí a una matrona que hacía partos en casa, “no sabía que eso existiera hoy en día, porque si no, lo habría tenido clarísimo”.

Hodeiza me contaba cómo el parto es un proceso fisiológico que realiza espontáneamente nuestro cuerpo, por lo tanto no se debería medicalizar, al igual que no se medicaliza comer o respirar. María comenta que mientras los índices de violencia sean los que son en los paritorios y no cambie el sistema, es normal que haya mujeres que lo quieran hacer al margen, porque el sistema produce iatrogenia. De hecho, ya en 1985, la Organización Mundial de la Salud, en la Declaración de Fortaleza, hizo la recomendación de que los partos fuesen atendidos por matronas y no por médicos obstetras, para evitar así el intervencionismo. Sin embargo, parece que esta lógica no ha abandonado el entorno hospitalario a pesar de la presencia de matronas. La comadrona Inma Marcos, en una entrevista, contaba cómo los médicos están formados en la patología y no en la normalidad y mucho menos, están formados para simplemente esperar (por mucho que obstetricia venga de Obstare: “Estar a la espera”).

Las madres debemos poder elegir de una forma activa y sus opiniones no deben ser un mero trámite al que se le da entrada y se archiva. Hace apenas unos días estuve rellenando con una amiga embarazada su plan de parto y sentí una enorme impotencia: después de haber escuchado tantos relatos de partos, sabía que ese plan parecía más un boleto de lotería que un documento para tener en cuenta los deseos de la madre sobre su propio cuerpo y sus procesos.

En casa, ¿pero solas o acompañadas?

Encontramos también un debate sobre si realizar un parto en casa sola o acompañada por profesionales. La matrona Laia Casadevall expone en un artículo cómo las mujeres que quieren un parto sin asistencia o free birth son mujeres que han sufrido episodios de violencia previa por parte de profesionales, que han dejado de confiar en los y las profesionales de la salud (quizás por haber sufrido coacciones), o que no encuentran profesionales independientes (porque no las pueden pagar o porque sus embarazos son de riesgo y no quieren atenderlos en casa).

La mayoría de las madres con las que he hablado consideran necesario el acompañamiento profesional en el parto. De hecho, María me contaba que es precisamente la seguridad de ese acompañamiento la que no encontró en el entorno hospitalario con su primer parto, donde sintió abandono, violencia y separación de su bebé. Ella piensa que es imprescindible el vínculo y la relación de confianza con las matronas que asisten el parto para sentir esa seguridad. Además, la profesionalidad, el equipamiento y la cercanía de la casa al hospital le generan mucha tranquilidad (la proximidad del hospital es algo que suele tenerse muy en cuenta). Valora el parto en casa como una experiencia muy meditada donde pocas cosas se habían dejado al azar: “Me daba mucha más seguridad que presentarme en el hospital”. Su sensación es la ausencia completa de miedo, con una dilatación tranquila en el agua, un parto velado y una rápida recuperación, a la media hora ya estaba paseando por la casa. Se sentía liberada porque “nadie me había dañado, nadie me había invadido”. De igual manera, Antonia expresa que las madres que eligen el parto en casa no les fue bien en el hospital y prefieren tenerlo todo “bien atado en un momento tan crucial y tan importante en tu vida”. Es decir, se concibe el hospital como un espacio inseguro donde puede ocurrir cualquier cosa y la casa como el lugar donde la madre tiene control sobre sus procesos y sus decisiones.

Hodeiza me contaba cómo en su segundo parto estuvo muchas horas con la bolsa rota y le propusieron una inducción natural a través de la estimulación de los pezones. Al final, el parto se desencadenó tan rápido que no les dio tiempo a venir a las matronas y la acompañaron su pareja y una vecina. “No necesitamos a nadie para parir, necesitamos confiar en el proceso y esperar el tiempo que se necesite, confiar en que el bebé sabe nacer y la mujer sabe parir”, me comenta. Uno de sus miedos era la hemorragia posparto, pero se quedó tranquila cuando en el alumbramiento de la placenta sí estuvo acompañada por un profesional.

Las madres que dan a luz en casa, al igual que las madres de grupos de apoyo a la lactancia materna, son mujeres muy formadas. Han leído todo lo que pueda haber sobre la fisiología del parto normal, han acudido a charlas, encuentros, etc. Hodeiza menciona cómo leyó en su primer parto a Beatrijz Smulders, Consuelo Ruiz, Jean Liedloff, Michel Odent. También tuvieron mucha importancia los foros, por ejemplo el de El Parto Es Nuestro y el de Crianza Natural para poder hablar con otras madres y profesionales sobre partos en casa. Actualmente, muchas madres y profesionales luchan desde asociaciones como El Parto es Nuestro y Dona Llum por el derecho a un parto respetado y, desde PETRA Maternidades Feministas, por conseguir el tiempo necesario para transitar estos procesos (a través de permisos preparto y puerperal).

El parto como proceso fisiológico y cuidar el inicio de la vida

Hodeiza menciona que un parto es una experiencia trascendental, que forma parte de los procesos sexuales y reproductivos de las mujeres, al igual que el embarazo y la lactancia materna. Si no se cuida podríamos tener una serie de secuelas físicas y emocionales que van a condicionar nuestro bienestar posterior y nuestra vida en general. Como también afectará a la impronta con la criatura, al apego, la lactancia materna y, en general, al vínculo generado con nuestras hijas e hijos. “Yo estoy indignada con que se nos robe la experiencia de parto fisiológico a las mujeres, porque eso marca la diferencia en las sociedades que creamos, el vínculo que una madre tenga con su bebé va a ser para toda la vida y no lo estamos cuidando”, cuenta Hodeiza. Ibone Olza, en su libro Parir, habla de la importancia del amor, la sociabilidad, la cooperación y el placer para el desarrollo social y comunitario y, cómo, no por casualidad, todas esas características se encuentran en el parto. En palabras de Michel Odent “para cambiar el mundo hay que cambiar la forma de nacer”.

Elegir una forma de nacer donde las mujeres sean protagonistas y confíen en su cuerpo, donde el nacimiento sea un continuum, como decía Jean Liedloff, y no una ruptura. Donde el deseo materno no sea, en palabras de Casilda Rodrigáñez, continuamente boicoteado: “La medicina un día tendrá que pedirle perdón a la humanidad por el daño inconmensurable que le ha infringido y le sigue infringiendo, por el boicot realizado a la función materna durante las tres o cuatro últimas generaciones de maternidad hospitalaria”.

Cómo lo ve la sociedad y dificultades de acceso al parto en casa

Tanto María como Hodeiza me contaron cómo, a pesar de no tener dudas, en su primer parto en casa vivieron todo el proceso prácticamente en secreto. Antonia cuenta cómo tuvo en contra de su decisión a su marido y a todo su entorno. Las madres que eligen esta forma de parir sufren a menudo incomprensión y juicios de la sociedad y sienten cómo el entorno condiciona su embarazo y parto. De hecho, hemos podido comprobar el escándalo y la criminalización de la madre si surge alguna complicación y el bebé no sobrevive, a pesar de que los y las bebés desgraciadamente también mueren en los hospitales. Hemos visto a madres sufriendo la pérdida y una sociedad que juzga en lugar de acompañar: ninguna madre quiere dañar a su bebé y, sin embargo, se juzga más el parto en casa que la oleada de intervencionismo (y violencias) que pueden sufrir las criaturas en un parto hospitalario.

Para Teresa Martínez, un parto en casa supone un acto de insumisión, de lucha a contracorriente, de empoderamiento, de defensa de las necesidades de la mujer en su proceso de parto y de nacimiento. Antonia dice que además entra en juego el interés económico: “Si vas al hospital generas mucho más dinero, con todo lo que te ponen, sin embargo un parto en casa solo necesita una matrona, se reducen mucho los costes”.

Según Hodeiza, la polémica respecto al parto en casa se debe a que vivimos en el patriarcado “en un lugar en que la mujer es ninguneada, minusvalorada, invisibilizada y no somos conscientes de ello hasta que nos quedamos embarazadas”. Comenta cómo nos infantilizan en el embarazo y nos infunden miedos e incertidumbres durante el parto. “El patriarcado nos robó la experiencia de un parto fisiológico y placentero (porque es placentero ver que soy capaz de parir)”. Además “no nos quieren devolver el conocimiento”, un conocimiento sobre nuestros propios procesos que nos da poder. Vandana Shiva decía que, aunque antiguamente la madre y la criatura eran el centro de atención, en la actualidad, es el “producto fetal” dirigido por los médicos, donde la madre desaparece. Un control patriarcal que nos quiere pasivas e ignorantes, que dificulta el vínculo, que genera carencias, desapego y que tiende a eliminar el amor materno y a la madre.

*Este artículo fue retomado del portal Pikaramagazine

22/RED

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