Inicio Columna En medio de la sangre y muerte del feminicidio y la impunidad, se prefirió el carnaval GBTTTIQ+

En medio de la sangre y muerte del feminicidio y la impunidad, se prefirió el carnaval GBTTTIQ+

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz

En nuestro trabajo contra la trata y la explotación sexual, nos ha tocado atender a víctimas trans, gays y lesbianas que fueron tratadas y explotadas sexualmente. Muchas de ellas cruzaron la frontera con su intención de llegar al sueño americano y se encontraron con la pesadilla mexicana de la zona de tolerancia de Tapachula. La mayoría eran de nacionalidad hondureña, pero también hemos atendido a víctimas mexicanas. Conociendo sus historias y las humillaciones de que fueron objeto, no nos cabe la menor duda de que sus derechos humanos fueron gravemente violados.

Nadie nos puede decir que no las reconocemos como seres humanos titulares de todos los derechos humanos, ya que les dimos un trato ético y empático, igual que todas las otras víctimas que hemos atendido.

Y la verdad, las historias y los derechos de estas víctimas estuvieron ausentes ayer en la “Marcha del Orgullo GBTTTIQ+”, a pesar de que se dijo que sería una marcha contra la violencia hacia las mujeres y contra la misoginia.

Y ¿por qué no incluyo la “L” en el acrónimo con el que se designa a este sector de la población vulnerable? Pues porque tampoco sus demandas y sus realidades se vieron reflejadas ni en la marcha, ni en general en su agenda.

Aunque pueda parecer algo absurdo a estas alturas, creemos necesario señalar que una lesbiana es una mujer que se siente atraída sexualmente por otras mujeres y mantiene relaciones sexoafectivas con otras mujeres. Es decir, la orientación sexual, tal y como su propio nombre indica, es por sexo.

En los últimos años, a nivel internacional, se ha intentado presionar a las lesbianas para que utilicen términos más «inclusivos». Sin embargo, estos términos no son específicamente de mujeres y, por tanto, son una herramienta más para invisibilizar las experiencias exclusivamente lésbicas y la discriminación específica que sufren las lesbianas que, por supuesto, además de ser discriminadas por su sexualidad, comparten la opresión con base en su sexo con las mujeres heterosexuales.

A las ya tradicionales conductas correctivas que vulneran los derechos de las personas homosexuales, ahora se suma a través de esta ideología la negación de qué es ser lesbiana.

Y es necesario repetirlo: las mujeres lesbianas son víctimas de la lesbofobia y la lesbomisoginia y sufren una doble discriminación, violencia, sojuzgamiento y opresión, por ser mujeres y por su preferencia sexual.

Pero lo que más indigna es que se use a el sector de la diversidad sexual para intereses políticos, justo ahora que se encuentran en campaña anticipada para la precandidatura a la presidencia de la República, entre Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

A mí me parece que con el afán de reflejarse como inclusivos y progresistas, ambos se han volcado a impulsar políticas públicas en favor de esta población, pero creo que el día de ayer, sobre todo, Claudia Sheinbaum procedió con un cálculo erróneo al abrir el carnaval que se ha convertido más que en una marcha, en un evento comercial y no un evento donde se levanten las demandas de ese sector, como era al principio.

Y decimos que es un pésimo cálculo porque, cuando al sector de la diversidad sexual se le festeja, se le cuida y se le acompaña, mientras que a las marchas de mujeres, el 24A, el 8M, el 28S y el 25N, se nos recibe con vallas de acero, con escuadrones de la policía capitalina especialistas en encapsulamiento y las Ateneas, con gases lacrimógenos, patadas, golpes, etcétera; porque las marchas feministas levantan banderas contra la violencia contra las mujeres, el feminicidio, la desaparición de mujeres y niñas, por el ILE en todo el país y contra la impunidad.

Creo que no toman en cuenta que las mujeres representamos el 52 por ciento de la población de este país y el 53 por ciento del padrón electoral. Por eso insisto en que fue un mal cálculo, como se puede apreciar en los siguientes datos:

Las Mujeres en México somos:

  • El 52 por ciento de la población de nuestro país.
  • El 53 por ciento del padrón electoral nacional.
  • De los 60 millones de mexicanas y mexicanos que viven en pobreza extrema, el 70 por ciento son mujeres y sus hijas e hijos.
  • 7 de cada 10 mujeres han sufrido una violación o un intento de violación.
  • 7 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de violencia, ya sea física, verbal, psicológica, sexual, económica, institucional, digital o política.
  • Diariamente desaparecen 17 mujeres y niñas son víctimas
  • Las mujeres que trabajan reciben en promedio 25 por ciento menos de sueldo que los hombres.
  • Las madres solteras y mujeres divorciadas, solas, viudas o abandonadas jefaturan el 33 por ciento de los hogares mexicanos.
  • En 1996, el doctor Rafael Ruiz Jarrell en estudio sobre las mujeres y la justicia consignó que de cada mil homicidios de hombres se castigaba a 256 homicidas, mientras que de cada mil homicidios de mujeres se castigaba solo a 76.
  • El 70 por ciento de la población analfabeta de nuestro país son mujeres.
  • Aunque contamos con congresos paritarios, esto no ha traído como resultado que la paridad sirva a las mujeres.
  • También contamos con paridad en todo, pero eso tampoco a tenido resultados a favor de las demandas de las mujeres.

Y cuando decimos que fue un mal cálculo, nos referimos a que nuestros votos cuentan, aunque no tengamos respuesta a nuestras demandas y precisamente porque no tenemos respuestas es que marchamos para mostrar nuestra digna rabia. Porque nuestras marchas son de lucha y de protesta, y lo seguirán siendo hasta no obtener respuestas con la debida diligencia, hasta no obtener justicia.

Que también escuche el Poder Judicial Federal y la Suprema Corte de Justicia: la paridad debe servir a los intereses de las mujeres, basta de simulación, cuando la corrupción y la impunidad judicial sigue rampante en los Juzgados de Distrito tanto de amparo como de procesos penales federales.

Y me temo que, precisamente por eso, resultamos ser un grupo incómodo que hay que reprimir, encapsular y montar defensas de tres metros y medio para defender los edificios gubernamentales, en lugar de dar respuesta a nuestras demandas.

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