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Ni mujeres fatales ni vírgenes ni santas: la literatura erótica desde las plumas de las mujeres

Por Diana Hernández Gómez

Ciudad de México.- En la literatura universal sobran ejemplos de representaciones eróticas de las mujeres escritas por hombres. Los poemas del mexicano Octavio Paz y del argentino Carlos Salem son una muestra de ello. Además, hay arquetipos como el de “mujer fatal” que habitan las páginas de autores como Manuel Gutiérrez Nájera. Pero ¿por qué deberíamos leer a más mujeres al hablar de literatura erótica?

La aparición del cuerpo erotizado de las mujeres en las letras suele carecer de matices: son mujeres divinas, casi santas, blancas como la espuma del mar, o son  precisamente la clásica femme fatale con un cuerpo “de infarto” que paraliza a los hombres con su desprecio fulminante.

Así, por ejemplo, el personaje de Elena Rivas en Salamandra (Efrén Rebolledo, 1919) aparece como una mujer a la que “deleitaba el espectáculo del sufrimiento” y “envenenaba a sus esclavos”. Mientras que en los versos de Octavio Paz encontramos a mujeres de piel “de pan apenas dorado”, con pies hechos de cristal.

Sin embargo, ¿es así como las mujeres vivimos nuestro cuerpo y nuestra sexualidad realmente? Para algunas autoras, la respuesta es tajantemente negativa.

Pensantes e imperfectas

Nuestro cuerpo –como el de todas y todos– está compuesto de fluidos, vellos, cicatrices, pero también de temores, inseguridades y heridas emocionales. Todo esto suele escaparse de la visión de la mujer desde la perspectiva masculina. Afortunadamente, escritoras de todo el mundo lo han rescatado y visibilizado con la potencia de sus letras.

Una de estas mujeres es Joyce Mansour, poeta de ascendencia egipcia que expresó sus ideas sobre la sexualidad femenina bajo la tradición surrealista. “Mujer de pie en un paisaje desnudo / La luz crece sobre su vientre abombado / Mujer solitaria mujer rica sin pecho ni vicios / Mujer que grita su desprecio en sueños sin descanso”, escribió Mansour en uno de sus poemas del siglo XX.

Con estas letras, la autora incluyó a los cuerpos “imperfectos” en el mundo erótico, corporalidades que no por estar fuera de los cánones dejan de ser deseantes ni tampoco deseados. En tiempos más cercanos, nos encontramos con que este tipo de representaciones también se han vuelto habituales en las letras de escritoras reconocidas mundialmente como la peruana Gabriela Wiener Bravo.

La escritura de Wiener transgrede cánones, pero también géneros literarios, pues su experiencia como periodista la ha llevado a destacar como una de las cronistas contemporáneas más notorias de los últimos años. 

Fotografía: Pexels

En la crónica Dame el tuyo, toma el mío la escritora relata su experiencia al visitar un club swinger de la mano de su esposo. Esta visita no está exenta de inseguridades, celos y un profundo desconcierto mezclado con el deseo sexual; una vivencia real que dista mucho de las narraciones predominantes construidas desde la pornografía.

En el campo de la literatura ficcional, mujeres como la española Eva Baltasar con su novela Permafrost (2018) abordan la sexualidad de las mujeres desde el punto de vista lésbico. Así, la perspectiva de las mujeres se ha contrapuesto a los ojos masculinos que simplifican las experiencias sexoafectivas de las lesbianas en la hipersexualización.

La protagonista de Eva Baltasar es una mujer que se enfrenta a problemas emocionales severos, ideas de suicidio y ambientes familiares difíciles de sobrellevar. Al mismo tiempo, habla sobre el descubrimiento de su sexualidad y la masturbación femenina, un tema que ha sido tabú desde hace años.

El sexo no es solo lo que hacemos

La escritura de las mujeres está muy lejos de ser simple literatura rosa con personajes planos. Nosotras también podemos tratar temas complejos como las relaciones incestuosas, por ejemplo, como hace María Fernanda Ampuero en su cuento Persianas. O podemos narrar cómo resentimos el rechazo física y emocionalmente, tal como lo muestra Susana Constante en La educación sentimental de la señorita Sonia (1979).

Al hablar de sexo, las mujeres no solo nos referimos a los deseos: también nos contamos unas a otras los dolores o placeres que vivimos durante nuestras experiencias sexuales. Porque sexo no es solo lo que hacemos sino también lo que sentimos, y ¿quién mejor que nosotras mismas para dar voz a aquello que hemos aprendido a esconder entre las piernas, los pechos, vellos y el corazón?

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