Por. Denise Carachure Abarca, Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI)
El cambio climático es un asunto de género. Este hecho es contundente y ha sido señalado desde hace varios años tanto por organizaciones internacionales como por la academia. Las mujeres viven de forma diferente y en distintas proporciones los efectos del cambio climático, por lo tanto, la lucha por la visibilización de sus repercusiones y sus alternativas de solución económicas, sociales y políticas son asuntos en los que la participación de las mujeres es necesaria.
ONU Mujeres ha identificado algunas vulnerabilidades que se refuerzan entre sí, tales como la situación socioeconómica, origen étnico, edad, nacionalidad, LGBTIQ+, y por supuesto, ser mujer. Lo paradójico de esta situación es que las mujeres son el sector poblacional mayormente afectado cuando el acceso, uso y control de los recursos naturales es altamente desigual y masculinizado; menos del 20% de las y los propietarios de las tierras del mundo son mujeres. Al tiempo que el llamado colapso bioclimático representa una consecuencia directa del sistema de producción actual que prioriza la acumulación incesante a costa de la vida.
De acuerdo con el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, en los siguientes años los procesos de movilidad humana en América Latina se verán cada vez más influenciados por este fenómeno, donde las niñas y las mujeres serán el grupo poblacional de mayor riesgo. Aunque no existen datos sobre el número de mujeres y niñas que han migrado como consecuencia de desastres naturales, en los últimos años hemos tenido pequeñas pistas como la salida de personas tras los huracanes en Centroamérica o los terremotos en Haití.
Desde el Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI) hemos observado cómo la condición de migrante no solo es un factor de vulnerabilidad, sino que, con mayor frecuencia las mujeres migrantes, y en general las personas, se desplazan por cuestiones medioambientales. Esto es un asunto preocupante ya que, pese a que el cambio climático no es un fenómeno reciente, en México aún no existe un marco jurídico que regule este tipo de desplazamientos.
Para la Organización Internacional para las Migraciones, el género, la migración y el cambio climático están estrechamente relacionados. En el caso de las mujeres, afecta su capacidad para acceder a recursos en los países de origen, en el tránsito, en el destino y en el retorno. “Los desastres, especialmente los vinculados con amenazas repentinas como huracanes o tormentas, suelen afectar en mayor medida a mujeres y niñas en comparación con otros grupos poblacionales. Y es que en momentos de crisis, las mujeres pueden ser víctimas de violencia basada en género y trata de personas…”, así lo demuestra la experiencia de las mujeres haitianas quienes tras el terremoto de 2010 se estimó que la violencia sexual aumentó en 70 por ciento. Las sobrevivientes de violencia sexual y de género tienen pocos recursos para abordar estos problemas. Muchas no denuncian ante las autoridades, ya que existe una impunidad rampante.
Es necesario recopilar datos que nos permitan atender y entender este tipo de desplazamientos. Sobre todo, porque suelen afectar a personas en situación de vulnerabilidad, quienes, generalmente, se desplazan de zonas rurales hacia las urbes. Contar con medidas de prevención y atención para las personas que se desplazan por el cambio climático resulta primordial para una correcta distribución territorial en las ciudades, así como para la restauración y cuidado -si es posible- de las tierras afectadas por la crisis climática; todo esto debe ir acompañado de las medidas de prevención, regularización, asistencia y protección de las poblaciones migrantes, que en el caso de las mujeres y las niñas experimentan, además, discrimianción y violaciones sistemicas de sus derechos.
El enfoque de género deber ser transversal en la elaboración e implementación de las políticas públicas en México para así poder disminuir las brechas de género que existen y se exacerban en periodos de crisis. De no ser así, corremos el riesgo de que se repita lo sucedido con la crisis sanitaria, en donde el confinamiento y las restricciones de movilidad pusieron en situaciones de mayor riesgo y violencia a las mujeres.
Sin embargo, mientras esa transversalización toma lugar en el ámbito gubernamental, existen grupos de mujeres que se han ocupado de plantear alternativas de solución a la crisis climática y cuyas resistencias y propuestas no pueden ser simplemente ignoradas. Gran parte de la participación que las mujeres tienen respecto a la preservación del medio ambiente radica en la crítica hacia el sistema económico en que vivimos y alternativas a éste, tales como los ecofeminismos o la ecología política; en la lucha contra el despojo territorial, sobre todo en América Latina, la cual es liderada por diversos grupos de mujeres organizadas; en propuestas para la gestión sostenible de recursos naturales como la agroecología y un largo etcétera.
Estos ejemplos representan una alternativa política social verdadera a la crisis climática que enfrentamos y que, aunque no es imparcial respecto al género, es un asunto que nos compete y compromete a todas las personas pues representa una amenaza a la vida.
Analizar el impacto de esta crisis ambiental desde una perspectiva interseccional que abone a explicar cómo el género y otras condiciones de vulnerabilidad propician que la crisis climática se padezca de manera más cotidiana, tangible y exacerbada para las mujeres, debe ser el centro de atención. Incluir a las mujeres migrantes como agentes de cambio abona a encontrar soluciones a la movilidad humana frente al cambio climático.
