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Tendiendo puentes desde el feminismo

Por Lucía Melgar Palacios

Hay personas que nos marcan y nos enriquecen aunque solo las conozcamos de manera virtual. Personas que tienden puentes, que crean redes de intercambio y solidaridad, que construyen desde el deseo de mejorar el mundo y están dispuestas a dedicar tiempo, dinero  y energía a promover el diálogo.

Alicia Gil Gómez, socióloga española, feminista comprometida y generosa, es una de ellas. Como maestra, colega, promotora de proyectos por la igualdad, contribuyó en España a mejorar la vida de muchas mujeres. Como directora de la revista digital feminista Con la A,  impulsó durante once años diálogos intensos y abiertos entre las colaboradoras de España y América Latina y sus lectoras/es, supo integrar en un equipo solidario y horizontal a socias, colegas, amigas y colaboradoras esporádicas.

Aunque muchas no nos conocíamos, ni la conocíamos cara a cara, quienes participamos en el trabajo colectivo de la revista, nos sentíamos parte integral de un proyecto valioso que quizá no cambiaría el mundo pero aspiraba a abrir y abrirnos nuevos caminos de solidaridad y empatía.

Doctora en sociología de género, Alicia Gil fue una académica destacada, comprometida con la igualdad y el feminismo. Experta en género, violencia, poder y conflictos y su impacto en las organizaciones, participó activamente en la academia y en programas españoles y europeos para impulsar los estudios de género y promover la igualdad.

Para ella el feminismo no era solo una forma de pensar sino un modo de vida. Así, imaginó y construyó con colegas y amigas, y fondos propios de cada una, la Asociación y la revista digital Con la A, una publicación que, como escribiera en su primer editorial, surgía en una época de crisis económica que, por negligencia de los gobiernos, estaba minando el Estado de Bienestar y favoreciendo que la clase media sustituyera “el ser por el tener”.

Una época en que, pese a los logros de las mujeres en todos los campos, sus voces no se escuchaban lo suficiente ni se valoraban sus ideas para salir del atolladero. Con la A, surgía entonces como espacio de diálogo riguroso, plural, independiente y libre, para que “las mujeres comencemos a sumar, respetándonos en las divergencias, y encontrarnos en lo que nos une, porque la situación lo requiere y porque el conjunto de la sociedad, hombres y mujeres, lo necesitamos”.  Escritas en 2011, estas palabras resuenan hoy, en medio de crisis aún más complejas, como un llamado vigente y urgente.

Con la A, desafortunadamente , cerró hace un año, por falta de fondos. Aunque había funcionado con muy poco dinero casi desde su inicio y perduró gracias al trabajo solidario de las colaboradoras/es y aportaciones de algunas socias, no podían ya cubrirse los costos mínimos. Se perdió así un proyecto independiente más, sin embargo, gracias a la generosidad de Alicia, puede aún consultarse en la red (https://conlaa.com/).  Esta revista, sus artículos y los resultados de sus múltiples iniciativas son el legado más visible deA licia para la ciudadanía, las feministas y quien quiera leerla.  

Para quienes trabajamos con ella y gozamos de su amistad, para sus amigas más cercanas y su familia, la noticia de su muerte, este 3 de enero en Castellón, ha sido un golpe inesperado y terrible.  El recuerdo de su generosidad, sentido del humor y entusiasmo por la vida  apenas lo aligera.  Una vez más la vida, en este caso la muerte, nos muestra la necesidad de valorar cada experiencia y cada instante, de vivir cada día  fondo, como lo hiciera ella,  de trabajar en redes solidarias para mejorar la vida de los demás y la nuestra.

Niña y adolescente bajo el franquismo, Alicia advirtió en numerosas editoriales acerca de los peligros del ascenso de la derecha y del fascismo, en España y Europa, que amenazan en particular los derechos de las  mujeres y las niñas, derechos que hay que defender siempre. 

Su voz nos hará mucha falta en este mundo polarizado, donde se van perdiendo la disposición al diálogo, el respeto a las ideas diversas y la libertad de expresión. En este sentido, el legado más perdurable de Alicia Gil Gómez es su convicción de la necesidad de escucharnos, entendernos y  ender puentes para cuidar la vida y crear un  mundo donde podamos convivir en paz.   

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