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Dos discursos por la democracia

Por Lucía Melgar Palacios

Este domingo 14, se escucharon en México y Guatemala dos discursos en defensa de la vida democrática. En contextos distintos, ambos  marcados por la sombra del autoritarismo,  Xóchitl  Gálvez y Bernardo Arévalo hicieron una defensa clara de las instituciones electorales y de la Corte Suprema como contrapeso a los afanes regresivos del Ejecutivo.

Aunque un discurso de cierre de precampaña y una toma de posesión presidencial no son equivalentes, en el ambiente general de polarización y ataques a la democracia, en América Latina y en el mundo, ambos invitan a reflexionar sobre lo que se  pierde cuando  los gobernantes buscan debilitar o eliminar los contrapesos o, como en Guatemala, boicotear o anular una sucesión legítima. 

El largo proceso electoral en Guatemala culminó la madrugada del lunes, tras un tortuoso intento oficial de desconocer la legalidad del Movimiento Semilla y del voto ciudadano que se extendió hasta el día mismo de la toma de posesión del presidente y la vicepresidenta electos.

Como reconoció el propio Arévalo en su discurso, la participación popular, la rectitud del Tribunal Electoral y la Corte Constitucional, así como el apoyo de altos representantes de la comunidad internacional, fueron decisivos para evitar el descarrilamiento democrático. En alusión al régimen anterior – y a la dolorosa historia de Guatemala- Arévalo declaró un “nunca más” al autoritarismo y a la violación de derechos humanos,  un “no a la violencia como medio para agendas políticas”, a  la arbitrariedad y al “doblegamiento de las instituciones ante la corrupción y la impunidad”.  

Lejos de polarizar, llamo a  cultivar “unidad y armonía”, a aceptar y valorar las diferencias. Sin duda conocedor de los retos que enfrenta Guatemala, ofreció  promover el desarrollo en electricidad, salud, educación, empleo; integrar a las poblaciones migrantes, y reconoció “el desafío del cambio climático”.

Declaró también que “no puede haber democracia sin justicia social” ni ésta prevalece sin aquélla, afirmación que en México podemos leer como clara advertencia contra la justificación del autoritarismo en nombre de una “justicia social” ausente.

Por su parte, Xóchitl Galvez pronunció un discurso inteligente y  esperanzador que entusiasmó  a sus oyentes.  Con una retórica directa y acertada, habló de la pérdida del  valor “de la vida, la verdad y la libertad” en los últimos cinco años, aseveración que ilustró con datos y referencias a la vida cotidiana.

Condenó la pérdida de más de un millón de vidas por  la pandemia, la criminalidad y el desabasto de medicinas, la indiferencia gubernamental ante  las masacres y la pretensión de borrar a los desaparecidos.  Señaló que “no hay libertad” si no se puede salir de noche ni circular en carretera con seguridad, ni “cuando se deja que el  gobierno amenace la democracia”, en alusión  a los intentos de minar al INE, al TEPJF y a la SCJN. 

Incluso expresó confianza en las autoridades electorales al pedirles que saquen “al presidente y a los gobernadores de Morena de las elecciones”  (empezando, añadiría yo, por quitar la imagen de AMLO de la propaganda de Sheinbaum). 

Tras este breve y contundente diagnóstico, ofreció trabajar por un futuro con “igualdad en dignidad y derechos para todos,“seguridad y justicia para todos”, por construir un país de “clase media fuerte”, donde los pobres dejen de serlo.  

Invitó a luchar para “traer la vida, donde hoy se pasea la muerte”, verdad, “donde reina la mentira” y libertad, “donde hoy gobierna el miedo”.  En clara alusión a las andanadas estigmatizantes que han padecido medios, periodistas, intelectuales, los invitó a que “no ayuden a afilar la guillotina que después usarán en su contra”. 

Desafortunadamente, al día siguiente muchos destacaron el uso del teleprompter e ignoraron el meollo de este mensaje. Ojalá gobierno y medios reconozcan y respeten el derecho de la ciudadanía a estar informada, a leerla o escucharla y decidir si Gálvez le convence o no, a votar en libertad.

La sociedad guatemalteca y sus instituciones ha dado un ejemplo de firmeza democrática. En México es preciso garantizar un proceso electoral pacífico y transparente, el respeto absoluto al voto libre e informado y sus resultados, gane quien gane. El autoritarismo no es opción aceptable.

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